Gloria Díez

Gloria Díez

Carlos J. Rascón

Gloria Díez. Nace en Asturias, en la cuenca minera. Es periodista y escritora. Ha trabajado durante más de veinte años en prensa, donde ha sido reportera y columnista y en televisión donde fue guionista. En el ámbito literario ha entrevistado a personajes como Jorge Luis Borges o Doris Lessing. En televisión colaboró, entre otros con Adolfo Marsillach.

Gloria Díez
Gloria Díez, fotografía de Manu Ridocci

Su primer libro de poesía: Mujer de aire, mujer de agua se publicó en la colección “Adonáis”.  Su segundo poemario: Dominio de la Noche apareció en 2012 y el tercero, Inocente Ceniza, en 2018. En este momento prepara el cuarto.

Su poesía ha sido recogida en antologías como Litoral Femenino. (Literatura escrita por mujeres en la España Contemporánea), Poesía Española. 1982-1983 de Libros Hiperión y en la Cuarta Antología de la colección Adonáis. Es también autora de la biografía Serafín Madrid, Hortelano de Sueños.

Desde hace tres años coordina la tertulia “El escribidor” que se reúne en la Biblioteca Mario Vargas Llosa de Madrid.

 

CÓMICOS

 

Si digo que eres libre,
estoy diciendo, sólo,
que vale tu cabeza
exactamente el precio
que quieras asignarle.

Ya que el arte te obliga
a creer en las reglas,
¿no aceptarás a Colombina
con su traje de farsa,
Pierrot farsante?

Si digo que el amor
es maroma de sal
que te encadena
el corazón al propio corazón,
estoy diciendo, sólo,
que el agua que refluye
es siempre traicionera.

Si te digo que estoy
desconcertada,
estoy diciendo, sólo,
que no encuentro ni un clavo
-la comedia acabada-
donde colgar mi máscara.

 

 

TU, POTRO DE LA NOCHE

Huye, huye deprisa,
tú, potro de la noche,
la tormenta en las crines,
la pezuña de plata,
y en la sangre
ese furor alado,
que te transforma en viento,
apenas roza el alba.

 

Ambos poemas son de Dominio de la noche

 

NUNCA DEBÍ CRUZAR

 

Nunca debí cruzar
labio, ni espada,
mientras el leve otoño
se derrumba,
como un vómito gris
sobre los árboles.

Un tigre doble anida
en la sagrada sombra
del crepúsculo.
Su aliento jadeante,
me mantiene en feroz,
altiva vela.

 

 

CON EL MISMO NENÚFAR

«Y a veces lloro sin querer».
(Rubén Darío)

Me embriagaron presagios
de invencible ternura.
Dos ninfas insolentes,
iguales y desnudas
agitaron jugando
—con el mismo nenúfar—
las ánforas de plata
que vierten su agua amarga
en la cuenca del ojo.

 

 

PALOMAS

 

Palomas,
cuatro,
descendiendo de un árbol
—flor de muerte en el pico—
me ofrecieron la paz.

¡Oh, cómo se alejaron!
las alas como arcángeles
y la luz tachonando tornasoles
—flor de muerte en el pico—
contra el cielo sonámbulo.

Los frutos del invierno,
más dulces que la miel de primavera,
desbordaron mis manos
y un llanto de ternura incandescente
llovía sobre el loco corazón.

 

 

TRÍPTICO

 

El tiempo humilla su cerviz de espuma.

La gran urraca esconde entre las ramas
el pecho blanco y la coraza oscura.
Su figura se esfuma, intermitente,
como un fraile sin rostro,
oculto entre la niebla,
asfixiante, que exhalan
los sillares del coro.
Mira, quieta,
el llanto frágil de las hojas muertas,
que ha olvidado el verano.

Oye, leve,
el ruido de la fuente,
donde el musgo,
verde, se ondula
con temblor de pájaro.

Dice, altiva:
“El mundo es una pompa de jabón.
Y los hombres, son niños asustados,
que lloran, sin consuelo, cuando estalla”.

 

Estos cuatro poemas pertenecen a Inocente Ceniza

 

Image by Albrecht Fietz from Pixabay

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