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Fernando Jaén (1975, Granada), médico especialista en Medicina Interna. Como poeta publica El corral de las cuatro esquinas (Dauro 2002), Los ciclos brutos (Comares 2011), Los días del barro (Comares 2014), Las orillas difíciles (Ediciones Oblicuas 2015) y Las reparaciones (Esdrújula 2017).
Incluido en Todo es poesía en Granada (Esdrújula 2015), Nocturnario (Nazarí 2016) de Ángel Olgoso y José María Merino, Pájaro azul (Artificios 2016), Granada no se calla (Esdrújula 2018), Caballo del alba (Diputación de Granada 2018) y De la nieve al trigo (Calambur 2019) de Juan José Castro con estudio de Remedios Sánchez.
También ha participado en diversas actividades poéticas, como las pertenecientes al Programa Granada Ciudad de Literatura UNESCO. Con Javier Gilabert conduce entre2vistas de la revista SecrtOlivo. Ha colaborado con A.L. Guillén en proyectos musicales y en el documental Alfa y Omega (2012), dedicado su obra. Pertenece al Institutum Pataphysicum Granatensis.
ANTENAS

(fragmento, “Los ciclos brutos”)
Esta noche seguiré buscándote.
Cuando el mundo esté a punto de dormirse
yo empezaré a recolectar sus sueños para ti.
Tenderé antenas para atraparlos a todos,
desecharé los más terribles,
para regalarte los de los días felices
y ver como se acerca la alegría a tu casa.
Un leve olor a sangre ajena me despierta.
Mis manos apenas pueden expresar
una minúscula parte del todo.
Una pequeña luz vigila la unidad del cosmos,
pero eso, tú y yo, aún no lo sabemos.
NADA DISTINTO A OTRAS VECES
(Los días del barro”)
Miro por la ventana fijamente,
queriendo llamar a la memoria.
Ahora nos protegemos mejor del viento.
Los cipreses de fuera
parecen estar furiosos en la noche quieta.
El día y la noche
se parecen mucho últimamente.
Estamos viviendo una pulcra comodidad.
Es agradable estar aquí,
cada vez más alejados de todo.
Esperamos, leemos libros
que no fueron escritos para nosotros.
Miro por el cristal y veo tu reflejo a mi espalda.
Le estamos robando comodidad al tiempo.
Escamoteando sonrisas a la memoria
y recuerdos de desconocidos
para el que será nuestro hijo.
Ni siquiera sé si le caeremos bien,
si nos querrá como se debe querer.
Me vuelvo para contemplarte.
Te quiero y empiezo a entender
que lo que nos queda por aprender
es infinito como la noche,
y que la noche siempre ha sido
lo que ha querido ser.
LO QUE NO CESA
(“Las reparaciones”)
El tiempo y su irreverente prisa
nos enseña lo que se puede echar de menos.
Esta fue la sala a la que llegaste hace años,
conquistada día a día, insomnio a insomnio.
Este era el lugar,
un resplandor de cera en la pantalla.
Es duro reconocer que lo más acertado
ha sido escoger este camino de abrojos.
La paciencia en el joven médico es imprescindible,
Aprendiendo de los intensos encuentros con la enfermedad,
la trepidante verdad que se esconde en aquello que no cesa.
La luz de noche en el hospital es artificial.
Vestimos como sombras que no permanecen.
De los primeros tiempos,
el umbral ha sido rasgado.
Un fluido amanecer
libera la mirada más allá de la bóveda.
Tras la ventana,
perdura el brillo de los últimos mortales.
Cuando te fuiste, tu luz se desplegó
como el recuerdo de un lugar ya habitado.
TABERNAS
(Las reparaciones”)
Salí a caminar con mi hijo.
Anduvimos por el desierto.
Intenté enseñarle el poder del aire
moldeando la tierra gastada y áspera,
las huellas de vidas minúsculas,
los restos de una piel de serpiente,
las ruinas de un refugio de pastores,
solitarios aprendices del fuego y la noche.
En el camino de regreso,
mi hijo recogió cuatro piedras en su mano.
Esta es nuestra familia,
me dijo, mientras se ponía el sol.
Cuatro piedras, una familia,
seguimos caminando.
Image by enriquelopezgarre from Pixabay