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Aviso: la lectura perjudica seriamente a la ignorancia. (Anónimo)
No hay nada más serio que el humor. Con estos toques de ironía y reflexión, paso a recomendar este extraordinario libro.
MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES; (Gabriel García Márquez)
—El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen.
—Las putas no me dejaron tiempo para ser casado.
—Mi edad sexual no me preocupó nunca, porque mis poderes no dependían tanto de mí como de ellas y ellas saben el cómo y el por qué cuando quieren.
Empiezo la reseña de esta maravillosa novela, que no tiene ni una línea de desperdicio, con tres frases memorables. En estas frases, la primera coincide con el inicio del libro, nos da unas pinceladas del tremendo tema que va a tratar: la prostitución y en concreto el de la trata de menores. En ella se introduce el protagonista como en un lago de arenas movedizas sin posibilidad, ni deseo de salvación. También tenemos un choque frontal con el lastre de la virginidad del que aún hoy, algunos círculos masculinos fuertemente cerrados y avasalladores, no nos dejan desprendernos.
En la tercera frase comprobamos que no solamente a través de los anales de la historia la promiscuidad masculina ha sido justificada frente a la de la femenina, sino que también nos hacen, algunos hombres, responsables de su impotencia.
El libro (escrito en primera persona, que siempre da mayor realismo) podríamos dividirlo en dos partes: en una cuenta sus memorias y en otra nos sitúa en su soledad del presente. En un deseo de llenar esa soledad interior idealiza a “Delgadina” su adolescente virgen. Tal fue el caso de Don Quijote de la Mancha escrito mucho antes por nuestro genial Don Miguel de Cervantes o de Madame Bovary de Gustave Flaubert, (aquí es Emma Bovary la que sufre el proceso obsesivo de idealización).
La novela la deja el autor con un final abierto.
Mª Loreto Sutil Jiménez