NOELIA CORTÉS, DEL MAR Y LA MUERTE

NOELIA CORTÉS, DEL MAR Y LA MUERTE

Jose Cenizo Jiménez
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NOELIA CORTÉS, DEL MAR Y LA MUERTE

Alguna vez, no muchas, descubrimos a un poeta o, como en este caso, a una poeta que nos gusta especialmente. Es el caso de Noelia Cortés (Almería, 1996). Trabaja como técnico de farmacia en Águilas y su primer libro de poemas es Del mar y la muerte, editado por La Carmensita Editorial, un sello independiente y feminista. Según hemos leído en las redes, con Del mar y la muerte, “recopila las poesías que ha ido escribiendo, y se asoma desde su propio espacio en el mundo a la memoria del pueblo andaluz, la de las mujeres gitanas que la precedieron y la de los poetas que la marcaron. Lo iremos viendo.

El prólogo es de Marina Kaysen (Madrid, 1995), fotógrafa, escritora y poeta. Dice cosas hermosas como este piropo: “A veces miro, leo a Noelia y pienso si la

viera Federico estaría orgulloso”. Y concluye en la misma línea: “nunca sería

capaz de hacerle justicia a toda la verdad que hay en estos versos. Noelia ha sido capaz de unir el mar y la muerte con la delicadeza que le otorga la tierra a quien la sufre, pero come también de sus frutos porque sabe acariciarlos. Eso es algo que muy poca gente puede hacer. Ella no tiene que esforzarse porque el mimbre y la flor son su academia”.

El libro se compone de veinticinco composiciones, con títulos sugerentes como, por ejemplo,  Ouroboros, Pájaro de voz, Que se callen los sabios, Luto de agua, La sombra azul de la Luna, Mi patria no mata poetas, Pero los poetas también mueren, Muerte quiere ser Mar o Naranjas de sangre. Está dedicado a A todas las mujeres gitanas que soñaron y sueñan con escribir y a Percy Shelley, poeta que murió en el mar.

Encontraremos poemas muy significativos, como la declaración de principios de “Que se callen los sabios”, cuyo final nos canta con esta fuerza rítmica y vital:

Sería pitonisa de la suerte de los hombres, según los sabios.

Sucia, salvaje y analfabeta, según los sabios.

Un burdo recurso literario de las novelas de los sabios.

Pero soy mujer homérica y virgiliana, poetisa

gitana y órfica; oceánide shakesperiana coronada en un estanque.

Si fuera analfabeta, igual de digna fuera, mucho más que los sabios.

A veces soy las siete mechas de la lucerna,

ardiendo en el sepulcro para mostrarme la nueva senda:

en las paredes de mi templo dejo escritas estas duquelas.

El mar, como señala el título, junto a la muerte, aparece en varios poemas recorriendo el libro. Así en “Luto de agua”, mar y muerte, muerte y mar de la mano:

(…)

Para un instante de lucidez

me liberaré con el mar

al arrancarme ya los rasgos.

Dormiré bajo el cristal del agua,

como Ofelia y las ortigas.

Escribo y te lloro hasta entonces.

O en “Muerte quiere ser Mar”:

La blanca espuma guarda caracolillas

y en las olillas del cielo hay ramos de estrellas,

el blancor de las nubes trenza la arena

y el tiempo nace, de nuevo, a la orilla.

Hay cierta contundencia en tu parecido al mar.

Temo tus profundidades, los naufragios

que albergas con indiferencia.

La falsa Luna que reflejas.

Serpiente es otro símbolo recurrente, con su valor de lucha eterna como en”Ouroboros” (la serpiente que se muerde la cola) o en “Cántaro de lavandas”, que empieza:

Cuando duermen las serpientes,

tus manos me desenhebran

una ortiga de cada ojo.

Usa expresiones de la lengua de los gitanos, como duquelas (penas), diquelo (comprendo), Undebel (Dios), manclaví (princesa): “Undebel me corona manclayí del reino, / con sus enjambres de pétalos en el aire. / Yo me corono estatua serena del cementerio”.

Recurre también a elementos de la mitología con un pulso poético elevado, como en el poema “Mito de la barca”, cuyo inicio es:

Los dioses han de saber que son mortales

como yo me sé manantial canoso

y como un cementerio se sabe libro.

Morfeo abre paso a Neptuno cada noche

y éste le cede sus aguas y una barca,

forja a los Oniros en sirenas.

O en este final a modo de epitafio en “Sueño, nigromancia”: “Cuando me extingan las Ménades / recitarán para mí los ríos; yerta /  como Orfeo, viva como las letras. (Epitafio)”.

Todo combinado con referentes de lo gitano y el flamenco: “¿Cuál de las máscaras de Jano me abrirá las puertas? / A mí permitidme una muerte bella / como la de Carmen Amaya, / con su sudario de blancos claveles / y su rosario enredando plegarias”.

No falta la intensidad reflexiva, filosófica, como en “Árbol, ave, flor”, donde vemos este epifonema o pensamiento final:

Si el árbol, la flor y el pájaro nacen y perduran,

ajenos a científicos y filósofos, teorizar nuestra sinergia

es matar a un ruiseñor. Existe, aunque

nunca la llegue a comprender.

Eso es todo.

Se introduce en la denuncia, en el compromiso social, con los poemas dedicados a la muerte de Federico y a Miguel Hernández, con una clara actitud de implicación en sus casos y crítica feroz al patriotismo que puede llevar a matar. Contrastan un poco estos poemas con el resto del libro. La denuncia es, estéticamente, un arma de doble filo, y así, en poemas como el dedicado a Hernández hay estrofas logradas y otras, como la última, más prosaicas: “El patriotismo de los del golpe / es un pájaro sin trino, / camino sin flores ni olivos / hacia la fosa de los sin nombre”. Acertados en su expresión son otros de la misma tendencia como “Los que trabajan la tierra tienen un limón / de plata en la garganta. Los del látigo / y la corbata, sólo dinero y tierras”.

Hallaremos versos espléndidos de una gran fuerza: “ yo veo en el vientre de mi abuela un jazmín blanco”, “Cambiando las sombras por los pies mojados”, “los muertos no tienen hijos”…

Impresionantes son poemas como “Naranjas de sangre”, evocando a su abuela entre lo mitológico, lo irracional y lo altamente poético: “Necesito que Mnemósine la desembruje y comprenda / que su pobre vientre de huesos fue mi primera cuna, / que a la luna de sangre ella la llamaba luna gitana y, / a las naranjas rojas, naranjas de sangre.

Hay ecos de varios autores, como de Lorca o de Alberti en este poema, “Ruego”, del que vemos un fragmento:

Me quieren en sus garfios azules

y en las garras de la amapola

de polvo y veneno.

Y entonces tu casa,

con los barcos bordados al filo,

como columpios.

Y entonces la espuma,

y la luz que huele a sal.

Si me voy,

que me guarden

en el mar.

En fin, un descubrimiento para nosotros por la fuerza de su lenguaje poético, la sugerente lírica que desarrolla y el mundo propio que es capaz de crear. Creemos que hay poeta de calidad. Y nos alegramos de haberla descubierto.

 

 

NOELIA CORTÉS, DEL MAR Y LA MUERTE, LA CARMENSITA EDITORIAL, 2021

 

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