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“UN SOLAR ABANDONADO”
Por José Sarria
“Un solar abandonado”
Mohamed El Morabet
Editorial Sitara (Madrid, 2018)
Los espacios físicos y los viajes siempre han tenido un atractivo especial para los escritores. Así ocurre con “Un solar abandonado”, de Mohamed El Morabet, donde el mundo escénico se desarrolla a lo largo del viaje que va desde Madrid (ciudad de acogida del protagonista) hasta Alhucemas (ciudad donde reside su familia) y, en paralelo, en una Dekka de Rabat.
El viaje, tras años de ausencia de los lugares de la infancia, no es más que el leitmotiv que desencadena el relato. El trayecto que realiza Ismael Ata o Atta, el protagonista, es la estrella polar de la narración, como lo fueron el Estrecho de Gibraltar o La Mancha, para otros escritores/viajeros.
“Un solar abandonado” se transustancia durante la travesía en el territorio caliginoso de la infancia, un lugar donde se niega sucumbir la finca abandonada que existía frente a la casa de la abuela, un emplazamiento que ha desaparecido, al igual que la abuela Ammas: “Miré inesperadamente hacia el solar …/… Lo estaban construyendo desde hacía tiempo …/…Todos los mundos de mi niñez se detuvieron y, el niño que fui, me estaba dando la espalda”. El trayecto transmuta en odisea legendaria, en una mirada al origen: “Estoy buscando algo de mi verdad …/… sin mi abuela soy un espejismo”.
En ese firmamento, Ammas, es un ómfalos y la piedra angular. Una mujer analfabeta que le había inculcado el amor por los libros: “No sabía leer ni escribir. Y amaba aquellos libros”. Ammas había conservado, durante años, dos misteriosos textos; un tesoro que ha dejado al nieto: “Mi abuela Ammas, me había legado una búsqueda a través de su poemario. Intuí que me confiaba una libertad”.
Junto a la crónica del itinerario, en la novela acontece otro relato paralelo. En Rabat, cerca del Museo de Arte Contemporáneo, el capitán Baha convocaba una especie logia que intentaba, en torno al intercambio de historias, fundar un espacio de libertad. Los congregados irán relatando fantásticos e imaginarios cuentos que convierten a “Un solar abandonado” en una novela matrioshka, por donde entran y salen evocaciones o pasajes, surcos y rastros junto a las volutas del humo del kif, mientras la llamada a la oración del viernes pasa inadvertida a los participantes.
El Morabet ha pretendido, fundamentalmente, contar, narrar; es decir, hacer literatura, y desde ella hablar de la contradicción que todos llevamos dentro, elevando un extraordinario texto que ha estado aguardando, como en la cubeta, el líquido de revelar el estremecimiento y que, ahora, regresa mágico, legendario, luminoso, para instalarnos, desde la reflexión, frente al reconocimiento de la propia identidad. Ahí, está escondido el ensueño, la desbordante imaginación de Mohamed El Morabet que se presenta como un portentoso y proteico escritor que demuestra con esta, su primera novela, una capacidad y una brillantez inusual en estos tiempos.