- Descubren un antiguo jardín en Jerusalén - 27 de abril de 2025
- Las primeras opiniones de ‘Thunderbolts’ - 27 de abril de 2025
- Agustina Bazterrica: Las indignas - 27 de abril de 2025
Una novela que secretea y al describir, connota
por Paula Winkler*
“Las fotos esconden secretos”, novela de Omar Ramos. Santa Fe: Palabrava, 2024 (149 páginas)
En esta novela de Omar Ramos –escritor, periodista y abogado-, el lector entra lenta y amorosamente en los secretos de la memoria familiar del narrador protagonista, que elige ser narrada a través de diversas estampas, cuyo enlace se encuentra en la lectura misma que acompaña a éste cuando abre el álbum donde están fotografiados sus ancestros, parientes y amigos.
Se trata de fotografías descriptas con minuciosidad para recuperar el pasado, la vida durante la infancia, la adolescencia, la juventud y adultez del narrador, autodiegético.
Un presente de pasado se desliza en toda la novela, que recrea distintas épocas, durante las que abuelos, tíos, padres y hermanos, y hasta un tío postizo, con más los bisabuelos aluden a España y a una Argentina plena de cambios, de acercamientos afectivos, de vicisitudes y de colores. En la página 8 (“La búsqueda), se define ya el carácter confesional de esta suerte de relato autobiográfico, cuando el narrador reconoce tener ganas de meterse en la fotografía para que sus ancestros se resguarden de lo que vendrá, incluso antes de que él nazca.
Visualmente se reconstruye esta familia que emigra a nuestro país y vive en distintos barrios a través de sus variadas generaciones. Se menciona el colegio alemán de Villa Ballester, luego el pase a una escuela religiosa, donde nuestro narrador se hace de amigos y recibe la educación católica esperable, junto a profesores, hermanos y sacerdotes que lo acercan a Dios. Vendrán tiempos de dudas después y el agnosticismo hasta la actualidad, en que la vejez devuelve al protagonista a aquella fe que catequizaban su mamá y los hermanos católicos.
En cada estampa, “El cumpleaños”, “La Cenicienta” (las visitas durante las vacaciones a Pinamar), “Las dos mujeres” (el recuerdo del abuelo y de los gobiernos de Yrigoyen y de Alvear); Argentina (el parque Rivadavia) y con una ligera técnica de lanzadera, los relojes marcan el tiempo futuro o se detienen en el histórico para recorrer barrios porteños, casas habitadas con alegría y peripecias; La Boca y la vuelta de Dardo Rocha; Saavedra, Barrio Norte, los almacenes de cercanía o los elegantes negocios de la avda. Callao y Arenales; hasta los viejos conventillos. Todo alude a los inmigrantes europeos, venidos o a nuestro país “a hacer la América”, lográndolos “desde abajo” y a las raíces de nuestra argentinidad. “Las fotos esconden secretos” es costumbrista, porteña, argentina.
Su originalidad consiste en que la narratividad es también visual. Me aclaro: una fotografía constituye una imagen fija. Sin embargo, el movimiento es puesto por el recorrido que hacemos los lectores merced al montaje, que estriba en una invitación a descubrir secretos, pero no violenta ninguna intimidad, en tanto aceptamos el código y el estilo es sustancialmente denotativo.
A lo largo de la historia lingüística ha habido una tendencia a reducir la habilidad creativa del lenguaje al mínimo utilizando una manía referencial: designar, en lugar de atribuir significado. Lo propio ocurrió durante el comienzo de la fotografía, naturalista. Durante el siglo XX, sobre todo, se avanzó empero en el sentido de que se detectó el proceso de la representación inserto en el habla y la escritura: siempre hay un recorte, nada imita al punto de tornar un cuento enteramente mimético, descriptivo. Es cierto que este tipo de narrativa suele ser más documentalista que conceptual. Pero en el mundo literario, ambas competencias del lenguaje se cruzan, en tanto se denota y se connota (propiedades del lenguaje complementarias, por lo demás). El acierto de este modo de contar estriba en que el lector, creyendo que es informado, al unir las estampas y el relato -este lector testigo- comprende la subjetividad del novelista. De este modo, la falacia referencial que hacía creer antaño que o se denota o se connota, queda superada porque el aparente carácter objetivo de la historia, significa también conceptualmente y (re)presenta: pone en jaque la vida subjetiva de sus personajes y desemboca en el lenguaje más interior del narrador (“recuerdo la relación que tuve con mi padre”, pág. 145; “a veces mi adultez se convierte en la voz del niño y recuerda el pasado como si fuera un presente constante”, pág. 86).
La complejidad del entramado familiar, los personajes aunque captados a través del ojo visor (y lector) tienen volumen, cede a la emotividad que Ramos logra mediante fotografías descriptas que activan las marcas semánticas del protagonista y de un buen lector.
Conocer los secretos familiares de esta novela es aconsejable para disfrutar de los mundos posibles de una época que podría resignificar la nuestra, puesto que se logra a pura nostalgia y afecto.
*Narradora y ensayista argentina. Jurista, doctora en derecho y en ciencias sociales y magíster en ciencias de la comunicación. Tiene más de doce libros publicados, entre cuentos, novelas y libros-objeto, además de infinidad de artículos de doctrina jurídicos y en su especialidad sobre semiología de la cultura. Participa de varias antologías y libros colectivos, publicados tanto en Argentina como en el extranjero. Algunos de sus textos han sido traducidos al inglés y al alemán.
“Las fotos esconden secretos”, novela de Omar Ramos