JUAN PEÑA, EL ÚLTIMO POEMA

JUAN PEÑA, EL ÚLTIMO POEMA

Jose Cenizo Jiménez
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JUAN PEÑA, EL ÚLTIMO POEMA

DE LA ESENCIA DE LA VIDA EN BREVEDAD LUMINOSA

JOSÉ CENIZO JIMÉNEZ

            Hay poetas grandes de verdad porque han logrado, como el mejor científico, como el más hondo artista, enseñarnos una visión, su visión de lo que importa, de lo que nos rodea, de la naturaleza humana y la otra, si es que no es lo mismo, pues naturaleza somos también los humanos y la naturaleza está dotada de vida, de sentir, de vibración intensa.

            Uno de esos poetas grandes, ya definitivamente con su último libro, titulado precisamente El último poema, es Juan Peña (Paradas -Sevilla-, 1961), profesor jubilado y autor de más de una docena de libros de poesía, todos muy valorados por sus lectores. Viene apoyado por la concesión del XIV Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado, convocado por el Ayuntamiento de Sevilla, ciudad en la que vive, y la publicación en la prestigiosa colección Vandalia de Fundación José Manuel Lara, donde está prestigiado nuestro poeta por otros poetas, y ellos por él, como Julia Uceda, Antonio Rivero Taravillo, Felipe Benítez Reyes (ganador del premio el año anterior) o José Mateos, entre otros. El jurado estuvo compuesto por los escritores Jacobo Cortines, Ignacio F. Garmendia, Javier Salvago y Abelardo Linares, como vocales, y el representante del Ayuntamiento de Sevilla, Francisco Javier Muñoz León, como secretario.

Sin presencia mediática ni siquiera presencial en actos literarios, que rehúye por su carácter, Peña ha llegado a esta cumbre donde su mirada poética mira, no obstante, a lo más cotidiano, a lo más sencillo y, por ello, profundo, esencial, como indican los mismos títulos de algunos poemas: “Las hierbas del campo”, “Aceite”, “Jardín”, “Desayuno”, “Zumo de naranja”, “Salpicón de marisco”, “Amores en el supermercado”…, pero no se engañen, no es poeta superficial o baladí como hay muchos en este tiempo, sino todo lo contrario, no solo porque a esas cosas sencillas les da realce poético de primera, siguiendo a maestros como los Machado, Eloy Sánchez Rosillo o Javier Salvago, sino porque también cabe en su obra la reflexión metapoética o el bagaje cultural, que no culturalista, que enriquece la experiencia humana: “Macbeth en sus postrimerías”, “J. D. Salinger”, “Sonia Aleksándrovna”, “Catulo”…

Quien se acerque a estos poemas, cuyo título remite más a la sensación de final de una civilización que al término de su actividad creadora, hallará diversos caminos de interés y alegría por donde disfrutar de la belleza de estos versos encendidos de amor por la vida, expresados con un estilo sencillo, exacto, un lenguaje acendrado, poemas en general breves y sin estridencia, que se cuelan en el oído (por el ritmo fluido) y el alma (por su hálito cordial) con una maravillosa facilidad. Elijan el tema y disfruten: el mar, la lluvia, el amor familiar, el campo, los libros, la siringa del afilador, los sabores del mundo, lugares concretos (Málaga, Sevilla…), la música del verso, los niños, la reflexión sobre el tiempo y la vida perecedera pero maravillosa, en casi doscientas páginas de poesía verdadera, un canto magistral a los sentidos, a la belleza. Les dejo “El dolor se remansa en el mar”, y el entrañable “Las hierbas del campo”, dedicado a un amigo y paisano biólogo, donde, como Antonio Machado, con solo nombrar elementos de la naturaleza, ya acierta en lo poético. Los demás les esperan con su fulgor y su serenidad. Estarán como en su casa, la vieja casa del poeta, la de todos.

EL DOLOR SE REMANSA EN EL MAR

Este susurro de olas,

este mismo sonido

en su fragor distinto:

su estruendo de lamentos y alegría.

Todo lo que fue grito

de júbilo o dolor

se oye aquí a lo lejos,

amansado en el tiempo,

aquietado en el aire

que se trenza en la espuma.

LAS HIERBAS DEL CAMPO

A Juan Manuel García López

29-4-2022

En las secas cunetas,

en los áridos bordes del camino,

crecen las pobres hierbas,

caléndulas, borrajas,

llantenes, jaramagos, lecheterna,

jaras, cardos, retamas,

aulagas, amapolas, acederas,

margaritas del alma, azureas,

apartadas del mundo,

del negocio del mundo,

inútiles, pequeñas.

No sé, pero imagino

que devastado todo,

antes del fin del mundo,

quedarán estas hierbas

para decir, a quién,

que una vez habitó entre nosotros

la humildad, la inocencia, la belleza.

 

JUAN PEÑA, EL ÚLTIMO POEMA, SEVILLA, FUNDACIÓN JOSÉ MANUEL LARA, 2024

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