EL ORDEN DE LA RELACIÓN Y EL DESORDEN DE LO CARNAVALESCO
Autor: Francisco José García Carbonell.
El traje de carnaval viste para lo lúdico, y la máscara, como complemento, invita a la libidinosidad. Los carnavales, en la tradición cristiana, son un tiempo entremedias de lo religioso, entre el nacimiento y la pasión, muerte y resurrección de lo divino. Esto es lo caótico frente al orden. Pero no es un caos que rompe con la institución, sino que el mismo está institucionalizado junto a lo religioso. Por tanto, lo podríamos decir así, este caos es más que nada algo aparente, pues forma parte de la misma línea del orden. En el matrimonio, sea de la orientación que sea, se podría hablar en los mismos términos. Toda externalización del matrimonio nos lleva a su banalización, o, dicho de una manera más rústica, «al cumplir por el cumplir de cara a la galería». Con la institucionalización de lo carnavalesco por parte del poder de la Iglesia se intenta que el «desorden de lo libidinoso», cuya omisión podría acarrear consecuencias sicológicas trágicas, forme parte del espacio sociosimbólico, Todo espacio claro tiene que complementarse con otro oscuro, como los dos términos taoístas del yin y el yan que actúan como fuerzas opuestas y complementarias. Es a partir de esa oscuridad que se esconde en el misterio de la máscara —y aquí podríamos retomar a Kant— donde la crítica interna opera sobre lo externo. La revolución, el cambio radical consecuente a esa operación, sería el desenmascaramiento que haría público la falsa con el objetivo de acabar con su propia institucionalización. Pero hasta esta propia, que hasta entonces era una perversión dentro del orden, puede igual producir un deslizamiento opuesto, dentro del espacio, entre el tú y el yo.
Foto de Christian Wiediger en Unsplash
EL ORDEN DE LA RELACIÓN Y EL DESORDEN DE LO CARNAVALESCO
