EL MUSEO DEL ALCÁZAR DE SEVILLA DE 1810 Y LOS CUADROS DEL HOSPITAL DE LA CARIDAD
Por José Antonio López Rodríguez.

La supresión de las órdenes religiosas por Decreto de 18 de agosto de 1809 del rey José I, publicado en la Gaceta de Madrid nº 234 del 21 del mismo mes, convirtió sin más el patrimonio artístico de los conventos y monasterios clausurados en Bienes Nacionales.
En 1810 el rey José I funda un museo en el Alcázar de Sevilla, cuyo inventario de cuadros comienza por los del Hospital de la Caridad, entidad no afectada por el Decreto del año anterior.
La requisa de obras de arte de la famosa institución privada sevillana, a la que se opuso el Hermano Mayor que a la vez era Gobernador del Alcázar, puede considerarse un acto contrario a la propia legalidad de aquel gobierno.

De la confiscación de cuadros del Hospital de la Caridad no podemos acusar sólo a los franceses, pues no era la primera vez. Ya en el año 1800, reinando Carlos IV se había intentado. En julio de aquel año se recibió en la Caridad de Sevilla una Real Orden para que se remitieran los 11 magníficos cuadros de Murillo que poseía, al Real Museo que también pretendía formarse en Madrid con la “desamortización” de los bienes de las Comunidades religiosas.
Lo impidió Godoy atendiendo la súplica de su cuñado el Asistente de Sevilla, casado con su hermana. Además Godoy estaba enfrentado al ministro Urquijo que era el promotor de aquel latrocinio.
En 1809, reinando José I, era Ministro nuevamente Mariano José de Urquijo ocupando la Secretaría de Estado, y para la selección de cuadros para el Museo de Madrid que también se estaba organizando, contaba con una comisión en la que estaba nada menos que Goya.
La Gaceta de Madrid publicó un Decreto el 20 de diciembre de 1809 que ordenaba la formación de un Museo de Pintura con cuadros de las diversas escuelas de pintura española “que hasta ahora se hallaban encerrados en los claustros”. Tras esa falaz afirmación, añadía que “a tal efecto, se tomarán de todos los establecimientos públicos y aún de nuestros palacios, los cuadros que sean necesarios…”
Nada mas capitular la ciudad de Sevilla a principios del 1810, José I se instala en el Alcázar y desde allí, en un nuevo Decreto publicado en la Gaceta de Madrid de 24 de febrero de 1810 y refrendado también por Urquijo se establece que “Queriendo reunir en un mismo sitio todos los monumentos de las Bellas Artes existentes en esta ciudad, hemos decretado y decretamos lo siguiente: Artículo I. De las salas de nuestro Real Alcázar se tomarán cuantas sean necesarias para que se coloquen los monumentos de arquitectura, las medallas, y las pinturas, y su escuela, que ha de ser conocida como la sevillana. Artículo II. Nuestro Ministro de lo Interior y el Superintendente general de nuestra real casa quedan encargados de la execución del presente decreto. Firmado YO EL REY. Por S.M. el Ministro Secretario de Estado Mariano Luis de Urquijo.”
Este Decreto como se ve, tenía por finalidad habilitar las salas del Alcázar necesarias para reunir en ellas los monumentos de las bellas artes de Sevilla que tuvieran naturaleza jurídica de Bienes Nacionales, es decir, aquellos a los que el Decreto anterior de 1809 aludía diciendo que “hasta ahora estaban encerrados en los claustros” y que habían sido expropiados sin indemnización a las suprimidas órdenes religiosas.
El Ministro de lo Interior era José Martínez de Hervás, Marqués de Almenara.
El Museo abrió al público, las pinturas se podían visitar en domingos y festivos [1] y de ello se hizo eco la Gaceta de Sevilla. [2]
Revestidas de buenas intenciones y de la idea ilustrada de dar a conocer al pueblo el patrimonio artístico, aquellas disposiciones no ocultaban un feroz anticlericalismo y un desprecio a la propiedad privada que desde la revolución francesa se había extendido entre gran parte de lo que podríamos denominar liberalismo progresista de entonces.
Así en Sevilla el experto Fréderic Quilliet, un comerciante de arte que presumía de ser el antiguo conservador de arte de los Palacios Reales de España y que estaba encargado de trasladar al Alcázar las obras de arte que formaron aquel incipiente museo, acusaba de guarida de ignorancia y superstición a los frailes que intentaban salvar su patrimonio vendiéndolo antes de que el gobierno se lo expoliara.
Como es natural, se encontró con la resistencia pasiva que en la medida de sus posibilidades pudieron ofrecer los legítimos propietarios y entre ellos la Hermandad de la Santa Caridad cuyo Hermano Mayor a la sazón era Eusebio de Herrera, la misma persona que simultáneamente era Gobernador del Alcázar.
Es curioso que ese trascendental dato haya pasado desapercibido para tantos que han estudiado aquel período. Ni el historiador Manuel Gómez Imaz en su “Inventario de los cuadros sustraídos por el Gobierno intruso en Sevilla año 1810”, publicado en 1917, ni el profesor Manuel Moreno Alonso en su libro “el Alcázar de Sevilla en la Guerra de la Independencia, un lugar de memoria nacional”, ni Ana Márquez Redondo en “Los Alcaides del Alcázar de Sevilla”, ni tampoco Rocío Ferrín Paramio en “El Alcázar de Sevilla en la Guerra de la Independencia. El Museo Napoleónico” o en su más reciente estudio en la revista Apuntes del Alcázar de Sevilla “El Museo Napoleónico del Real Alcázar de Sevilla”; han reparado en aspecto tan importante para comprender como se gestó el traslado al Alcázar de las obras de arte sevillanas en general y de las del Hospital de la Caridad en particular.
En el caso del profesor Enrique Valdivieso ese desconocimiento es aun más sorprendente dada su condición de hermano de la Caridad. [3]
Y sorprenden más aún las manifestaciones del profesor Valdivieso en el prólogo a la reedición del famoso libro de Manuel Gómez Imaz “Inventario de cuadros sustraídos por el gobierno intruso en Sevilla en 1810”.
El profesor Enrique Valdivieso obviando la creación del museo de Sevilla, afirma en ese prólogo que la creación en Madrid del que llama Museo Napoleónico, motivó la sustracción en Sevilla de toda pintura que tuviese algún valor. “El lugar donde se recogieron estas obras fue el Real Alcázar de Sevilla donde su gobernador Eusebio Herrera, mariscal de campo del ejército francés, español que había reconocido al rey intruso, se comportó lamentablemente como cómplice del despojo artístico.”
Estas afirmaciones no se ajustan a la realidad. El Alcázar no fue un almacén, fue realmente un museo y aunque se creó con obras de arte arrebatadas a sus propietarios, salvó a muchas de ellas del robo o la destrucción de la guerra, y el gobernador del Alcázar, que era mariscal de campo del ejército español, no del francés, no solo no fue cómplice de expolio alguno sino que gracias a él se salvaron obras de gran valor como el Cristo de la Clemencia que hoy podemos contemplar en la Catedral de Sevilla.

La lápida de Eusebio de Herrera está en el atrio de la Iglesia de San Jorge del Hospital de la Caridad, donde fue enterrado en 1834. Allí figura como Hermano Mayor desde el 28 de diciembre de 1807. [4]

En el Alcázar había tomado posesión poco antes, en junio de 1807 sustituyendo a Francisco de Bruna. [5] Venía de Madrid de la Guardia de Corps de Carlos IV y ya era Mariscal de Campo. Estaba casado en Sevilla con una sobrina suya a la que doblaba la edad, que era hija de los Marqueses de la Granja.
En los primeros momentos de la ocupación francesa y ante la ausencia del Rey se constituyó la Junta Suprema de España e Indias en Sevilla el 27 de mayo de 1808. La presidió Francisco de Saavedra y Eusebio de Herrera formó parte de ella. Esta Junta declaró la guerra al Emperador Napoleón, no a los franceses que hasta el momento eran aliados y amigos en la lucha contra Inglaterra. Después llegaría a Sevilla la Junta Central como máxima autoridad nacional.
Todavía estaban en la bahía de Cádiz bloqueados por los ingleses, los restos de la armada franco-española derrotada por Nelson en Trafalgar sólo tres años antes.
Eusebio de Herrera fue enviado a Cádiz para el apresamiento del almirante francés Rosily. Después en Sevilla tras la victoria de Bailén y ante la amenaza de ocupación por el avance de las tropas francesas, se encargó de organizar la defensa de la ciudad. Pero al final la Junta Central huyó a Cádiz y la ciudad decidió capitular, siendo él uno de los comisionados para la firma de la capitulación.
Como dice el profesor Moreno Alonso, tanto las clases altas como el pueblo acogieron con fervor a José Napoleón I.
Y es que dos años antes se había vivido un conato de revolución y la Sevilla ilustrada creyó encontrar en el rey intruso un término medio entre los vientos anticlericales del liberalismo y la reacción absolutista.
Entre miembros de la jerarquía militar, de la iglesia y entre buena parte de la aristocracia, existía repugnancia y temor a la causa popular y en ello influía el hecho de que tras el 2 de mayo de 1808 habían muerto por linchamiento de la muchedumbre exaltada, sin juicio y acusados de antipatriotas y afrancesados, personas muy significativas. El general Solano, Marqués del Socorro y Gobernador de Cádiz fue asesinado el 29 de mayo de 1808; el Conde de la Torre del Fresno Toribio Grajera murió tras el motín de Badajoz también a finales de mayo de 1808; Filangieri Capitán General de Galicia, corrió igual suerte; Ceballos, Director del Colegio de Artillería de Segovia fue horriblemente asesinado en Valladolid; el mariscal de campo Pedro Trujillo, por estar casado con Micaela Tudó, hermana de la amante de Godoy fue asesinado por una turba amotinada que lo cosió a puñaladas en Granada; el Barón de Albalat, coronel de milicias fue degollado y pasearon su cabeza por las calles de Valencia; el Conde del Águila fue asesinado en Sevilla; el marqués de Perales y Corregidor de Madrid murió a finales de 1808 y así hasta 80 linchamientos hasta abril de 1810. El levantamiento contra los franceses tuvo connotaciones revolucionarias en un clima de desconfianza hacia la autoridad constituida, hacia los mandos militares, hacia los ricos y hacia los aristócratas. Hasta el general Castaños llegó a ser visto como un traidor.
El Conde del Águila había sido testigo en la boda de Eusebio de Herrera con Constanza de Castilla Tous de Monsalve.
El Rey José I confirmó a Eusebio de Herrera en su puesto en el Alcázar, aunque cambiando el nombre de Alcaide por el de Gobernador y le concedió la recién creada Orden de España [6] como hizo con tantos otros como el héroe y Almirante de la Armada española José de Mazarredo, el pintor Goya, el escritor Fernández de Moratín, autoridades eclesiásticas y militares y una larga relación de duques, marqueses y condes.
De aquellas indecisiones fue muy significativo en Sevilla el caso de Alberto Lista. Miembro de la Sociedad patriótica, de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, sacerdote, matemático y poeta que había escrito una oda a la victoria de Bailén y colaborado en el Semanario Patriótico; a partir de febrero de 1810 a través de su relación con el afrancesado Meléndez Valdés, pasó a dirigir la Gaceta afrancesada de Sevilla. En el exilio se arrepintió de su pertenencia a la masonería y de vuelta a Sevilla fue canónigo de la Catedral, Doctor Honoris Causa y Decano de la Facultad de Filosofía y Letras.
Lo mismo ocurrió con el gobernador del Alcázar. Al final, en el expediente militar de Eusebio de Herrera consta que colaboró en la liberación de Sevilla y que en 1827, fue indultado por Fernando VII, ascendió a Teniente General y se le concedió la Gran Cruz de San Hermenegildo. [7]
De su resistencia a entregar los cuadros de Murillo del Hospital de la Caridad da fe la carta que Fréderic Quilliet, Comisario de Bellas Artes del Gobierno de José I, se ve obligado a enviar al Ministro del Interior solicitándole que ordene la entrega de los cuadros. [8]
Del Hermano Mayor de la Caridad, dice Quilliet en su carta que debería ser más modesto y pedir las copias que de los cuadros de Murillo hizo el pintor y académico Joaquín Cortés y ceder al Alcázar los originales de Murillo que tenía depositados en su casa. [9]
Las copias a que hace referencia Quilliet son las que había mandado hacer Carlos IV en el primer intento de llevarse a Madrid los originales para el Museo de pintura, reemplazo que finalmente no se llevó a cabo. La copia de Santa Isabel de Hungría está actualmente en el Palacio de Oriente en Madrid.
De los términos literales de la carta deducimos que Eusebio de Herrera había sacado los cuadros de Murillo de su ubicación en la iglesia de San Jorge para tenerlos en depósito en su domicilio particular o bien en otras dependencias del Hospital.
“El Sr. Herrera, Hermano Mayor de la Caridad, ha demostrado un fervor extraordinario, guardando los ocho magníficos cuadros que posee la iglesia, que demuestran también cómo Murillo utilizaba el elemento histórico. Este digno hermano, si tuviera la modestia de su estado, hubiera debido pedir humildemente, buenas copias de Cortés, y el palacio de los reyes sería el asilo de estas bellezas, lo que espero ordene así V.E.” [10]
Y es que el 25 de febrero de 1810 consta en el libro de actas del Cabildo de la Caridad que se le había autorizado para defender el patrimonio de la hermandad como mejor supiera: “por el hermano mayor se manifestó que por el gobierno francés actual se le había pedido a esta Santa Casa las pinturas que posee y que procuraba demorar su entrega lo más que le fuese posible y se acordó dar comisión al mismo señor Hermano Mayor para que con su prudencia obrase lo mejor en beneficio de la Casa y de los pobres en atención a que sus pinturas es un tesoro que disfruta y atrae a muchos a ella”. Así consta en el tomo de actas del 1810. [11]
Finalmente no tuvo más remedio que permitir que la Comisión procediera al traslado de los cuadros al Alcázar, donde ocuparon la sala baja número 1 según el inventario.

Las vicisitudes del primero de esos cuadros inventariados, Santa Isabel curando a un tiñoso, además del interés histórico-jurídico, es reveladora del afán expropiatorio sin indemnización que desde los comienzos han tenido algunos apóstoles del patrimonio histórico tanto franceses como españoles.
Este cuadro fue sustraído al final por el Mariscal Soult que después lo donó para el Museo Napoleónico en Paris. Al terminar la guerra se acordó su devolución a España, a la que el director del Louvre se oponía alegando que había sido un regalo de la ciudad de Sevilla a Soult. Fue preciso emplear la fuerza para recuperarlo, pero aún así no fue devuelto a sus dueños y quedó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1815.
Todavía en 24-11-1890 se publicaba en el Boletín de la Academia un bochornoso informe-dictamen frente a la reclamación del cuadro por la Hermandad de la Caridad, cuyo ponente, D. Pedro Madrazo, hacía suyo el viejo argumento francés de que la ciudad de Sevilla lo había regalado a Soult y en último extremo alegaba la prescripción adquisitiva a favor de la Academia. [12]
Este informe fue refutado por la Hermandad de la Caridad con argumentos contundentes en fecha 30-03-1891, en “exposición al ministro de fomento sobre el dictamen de la Real Academia de San Fernando que indebidamente retiene el cuadro de Santa Isabel de Murillo, de su propiedad”. La exposición la firmaba el Hermano Mayor Nicolás Maestre. [13]
Pero tuvo que pasar todavía mucho tiempo hasta que en 7-11-1939 gracias a la mediación del Alcaide del Alcázar Joaquín Romero Murube, el cuadro volvió a sus legítimos dueños y hoy puede contemplarse en la Iglesia de San Jorge del Hospital de la Caridad.
Además de los 999 cuadros inventariados hubo otras obras de arte en el Alcázar.
En aquel breve tiempo en que el Alcázar fue un Museo formado con obras de arte arrebatadas a sus dueños, no sólo hubo allí los 999 cuadros que fueron inventariados. El Gobernador Eusebio de Herrera guardó para poder devolver después a sus dueños los cartujos, obras de gran valor del Monasterio de Santa María de las Cuevas.
Lo sabemos gracias al manuscrito inédito procedente del archivo del Monasterio de Santa María de las Cuevas de Sevilla, publicado en su colección de papeles inéditos de la guerra de la independencia por Manuel Gómez Imaz.
El manuscrito fue escrito por el cartujo Carlos Corona y relata todo el calvario que él y los otros religiosos sufrieron hasta llegar a Portugal donde les dieron cobijo, y el estado en que encontraron el Monasterio a su vuelta a Sevilla, pues había servido de cuartel para las tropas francesas. “Tuvimos la gran fortuna de que poco antes que ellos entrasen a hacer aquí este trastorno, el gobernador del Alcázar que era español y de buenas intenciones, dispuso que la sillería del coro y pinturas de la iglesia y sacristía, como también los papeles del archivo e imágenes de la iglesia, principalmente la efigie prodigiosa del Santo Cristo, se le trasladase todo al Alcázar, donde se conservó todo, como también el retablo del Sagrario, que sino aquí le hubieran pegado fuego”.

El profesor Jorge Bernales Ballesteros también nos amplía la noticia de estos sucesos en un artículo sobre el Sagrario de la Cartuja de las Cuevas publicado en Laboratorio de Arte en 1988. [14]
“El padre Carlos Corona, monje cartujo de las Cuevas, escribió una breve memoria de los aciagos sucesos e infortunios que padecieron los religiosos de su monasterio desde 1810, año en el que huyeron del mismo, hasta 1812 en que regresaron y les fue devuelto el convento en lamentables condiciones de conservación. En su relato expresa claramente como se salvó el Sagrario y otras obras de arte gracias a la protección que les dispensó el Gobernador del Alcázar, Mariscal de Campo D. Eusebio de Herrera. Estas noticias son verídicas, pues muchas de las obras expropiadas por los franceses, fueron llevadas a los Reales Alcázares, (esculturas, pinturas y plata), y entre ellas figuraron los retablitos de Pineda con relieves de Roldán. Al parecer, el mencionado Gobernador reservó el Santo Cristo de Martínez Montañés, el archivo, la sillería del coro y los relieves del sagrario, todo lo cual fue devuelto a los cartujos en 1814”.
En conclusión podemos afirmar que con la creación de aquel Museo del Alcázar y gracias a la actuación del alcaide del momento y de los posteriores que procedieron a su devolución, se contribuyó a salvar gran parte del patrimonio artístico sevillano, que volvió a manos de sus legítimos propietarios.
Se ha insistido en que el museo del Real Alcázar se creó para que el Mariscal Soult se llevase las obras a Francia y tal afirmación no es en absoluto cierta. Es verdad que el militar francés expolió algunos de los mejores cuadros, pero ni mucho menos las más de 1.000 obras de arte que se guardaron en el Alcázar. El museo se creó, fundamentalmente, para agrupar el inmenso patrimonio artístico de las órdenes religiosas suprimidas.
Pocos años después ocurriría lo mismo. Por Real Decreto de 16 de septiembre de 1835, se fundaría un Museo de Pinturas, germen del Museo de Bellas Artes de Sevilla, con las obras procedentes de Conventos y Monasterios “desamortizados” por el gobierno liberal de Mendizabal.
FUENTES:
BERNALES BALLESTEROS, Jorge. El Sagrario de la Cartuja de las Cuevas. Laboratorio de Arte, 1. Universidad de Sevilla. 1988.
FERRÍN PARAMIO, Rocío. El museo napoleónico del Real Alcázar de Sevilla. Apuntes del Alcázar nº 17. 2016.
GÓMEZ IMAZ, M. Inventario de los cuadros sustraídos por el gobierno intruso en Sevilla. Año 1810. (Prólogo de Enrique Valdivieso González)
GÓMEZ IMAZ, M. Un manuscrito inédito (1808 – 1816) procedente del Archivo del Monasterio de Santa María de las Cuevas de Sevilla. 1917.
MÁRQUEZ REDONDO, Ana. Los Alcaides del Alcázar de Sevilla. Patronato del Real Alcázar 2010.
[1] MÁRQUEZ REDONDO, Ana G. “Los Alcaides del Alcázar de Sevilla, Patronato del Real Alcázar 2010, pag 67.
[2] FERRÍN PARAMIO, Rocío. El Museo Napoleónico del Real Alcázar de Sevilla. Apuntes del Alcázar nº 17, 2016.
[3] La Santa Caridad restaura su patrimonio (abc.es) 14-01-2012
[4] Le precedió D. Romualdo de Castro y le sucedió como Hermano Mayor Vicente José Vázquez y Adorna, Conde de Guadalete de cuya herencia surgió la Real Vacada adquirida por Fernando VII. Su apellido da nombre a la casta Vazqueña de toros bravos que se había iniciado por su padre Gregorio Vázquez Gaytán que era militar de intendencia y arrendador de los diezmos de cal, teja y ladrillos que percibían los Reales Alcázares siendo Alcaide precisamente Eusebio de Herrera.
[5] Toma de posesión recogida en MÁRQUEZ REDONDO, Ana G. “Los Alcaides del Alcázar de Sevilla”, Patronato del Real Alcázar, 2010. Eusebio de Herrera al tomar posesión de su cargo en el Alcázar, tomó posesión también de la Presidencia de la Escuela de las Tres Bellas Artes que había fundado en 1660 Murillo y que hoy es la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla.
[6] SIGNATURA, ESTADO 3119 EXP 1 La Guerra de la Independencia (mcu.es) En el Portal de Archivos Españoles PARES, hay una entrada dedicada a la Guerra de la Independencia a través de los fondos del Archivo Histórico Nacional, donde está digitalizada la lista alfabética por apellidos de los Caballeros Comendadores y Grandes Bandas de la Orden Real de España creada por el Intruso (conocida por el pueblo como Orden de la Berenjena debido a sus colores). En la lista figuran 840 personas, no 220 como dice Wikipedia. De ellas, hay muchas personalidades de Sevilla como el Asistente interino Joaquín de Leandro Solís, el procurador mayor Joaquín Goyeneta y el gobernador militar Eusebio de Herrera. Los tres habían sido designados por el cabildo de la ciudad para negociar la capitulación.
[7] Archivo General Militar de Segovia. AGMS, Sección 1ª, legajo E-958
[8] CARO RIVERO, Ignacio. 2015, TESIS DOCTORAL. “La pintura sevillana y la invasión francesa, La colección del Mariscal Soult. idUS – Pintura sevillana y la invasión francesa: la colección del Mariscal Soult
[9] CANSINO CANSINO, Amalia y otros, Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, 2009. “Recuperación de una obra de Bartolomé Esteban Murillo: Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos” 2739-Texto del artículo-2739-1-10-20130122.pdf
[10] Archivo Histórico Nacional, sección. Consejos, Leg. 17787.
[11] GÓMEZ IMAZ, M. Inventario de los cuadros sustraídos por el gobierno intruso en Sevilla, año 1810. (pags 109-110)
[12] BOLETIN-ANO-XI-1891-101-110.pdf (realacademiabellasartessanfernando.com)
[13] c0012_007.pdf (minhap.gob.es)
[14] Dialnet-ElSagrarioDeLaCartujaDeCuevas-1261784.pdf :
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EL MUSEO DEL ALCÁZAR DE SEVILLA DE 1810 Y LOS CUADROS DEL HOSPITAL DE LA CARIDAD