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NADIE ENTENDIÓ A CERVANTES
No seguía los tópicos repetidos de Lope de Vega. Trazó personajes más complejos y menos grandilocuentes. No quiero decir realistas, porque el realismo es relativo. Y es otro tópico. Pero la gente no entendió eso. La gente quiere fórmulas repetidas.
También le gustaban en realidad las novelas de caballerías. Y escribió la más fascinante y definitiva. La que conocen en el mundo entero. Quería acabar con las novelas de caballerías, dicen, pero las hizo inolvidables para siempre. La gente no se entera.
Trató de hacer las novelas que se leían de forma obligada en la época. Escribió una novela pastoril, una novela bizantina. Pero le salían cosas más a su aire, más complejas y cercanas a la vida. “Los trabajos de Pérsiles y Segismunda” en teoría era una novela bizantina, llena de aventuras, naufragios, encuentros y desencuentros de amantes, desde Noruega hasta Roma. Pero cuando los héroes llegan a España la obra se convierte más bien en una novela picaresca o costumbrista. Con matices y detalles más vivos.
Y a la gente le parecía un fracaso, le parecía que no cumplía con la fórmula. La gente es de mente rígida y poco inteligente, la gente solo quiere fórmulas. Igual que ahora, cuando le llaman “inteligencia” a aplicar rígidamente fórmulas.
Es como cuando van Gogh pretendía pintar a Millet y le salía van Gogh. Pintura apasionada y expresiva. No podía evitarlo. Pero la gente tenía a Millet en la cabeza y en la mentalidad de la gente-gente no caben muchas cosas.
Luego se soltó de todo y escribió las “Novelas ejemplares”, tan llenas de vida, de vibración. Algunas son bizantinas como “La española inglesa” o “El amante liberal”, otras son picarescas como “El coloquio de los perros”. Pero todas tienen su toque, su atención a los pequeños detalles humildes, su complejidad. Y su huida de la retórica y la grandilocuencia. La literatura de verdad es lo contrario de eso.
Pero al final se hartó de intentar cosas, de aplicar fórmulas de otros, escribió lo que le dio la gana. Con total libertad. Y eso fue el Quijote. Contra todo tinglado, escribió la historia de un perdedor, siglos antes de que Charles Bukovski escribiera “La senda del perdedor”. Y la escribió con un lenguaje muy seco y directo para su tiempo (pero tan flexible y rico), como Charles Bukovski . Y la gente no entendió eso. La gente es un animal de costumbres rígidas, de fórmulas. Y de no decidir nada, que decidan otros por ti. Por eso hace viajes en grupo y por eso vota a presidentes autoritarios. Y llama “inteligencia” a seguir mecánicamente un programa. Pero Cervantes sí que era inteligente de verdad, era como una ardilla que no se deja atrapar.
El Quijote fue la novela de caballerías definitiva, nadie sabría lo que es una novela de caballerías si Cervantes no escribiera ese libro. Hablando de valores como valentía, generosidad, amor, elegancia. Salvó para siempre a las novelas de caballerías. Y al espíritu caballeresco.
Escribió una novela desgarrada y compleja, llena de ironía y nostalgia, de contradicciones y sorpresas. Y la gente lo tomó como un chiste. Y le dieron la fama como chistoso, no entendieron nada. Ya dijo Rilke: si quieren desactivar al solitario conviértanlo en alguien famoso. En alguien para estudiar en los centros académicos, para contar los adjetivos y cosas de esas. No en alguien que inquieta en los caminos.
La gente no entiende nada. Y los tipos académicos tampoco, cuando convierten todo en diagramas y triángulos, en cifras y estadísticas. Los métodos académicos lo matan todo.
Se jugó la vida en Lepanto, se quedó manco. Y digan lo que digan gracias a Lepanto (y luego cuando el polaco Sobieski venció a los turcos a las puertas de Viena) no somos turcos todos. Y los turcos están muy bien en Turquía pero que el mundo entero sea turco no me apetece nada. Sobre todo, si manda como ahora un turco autoritario y prepotente. Y si los métodos turcos querían, como hace un siglo, exterminar una cultura entera de manera calculada, como los armenios. Eso sí fue un genocidio.
Y al venir de Lepanto lo esclavizaron en Argel. Y no me parecen mal los argelinos, pero no me apetece que me esclavicen, por muy progre que sea.
Y Cervantes pidió alguna compensación, algún reconocimiento por todo eso. Y no le hicieron ni puto caso. La burocracia de los Austrias se mostraba arrogante y distanciada. La burocracia tampoco se entera de nada nunca. Igual que la burocracia de ahora.
Pidió alguna oportunidad en América, al final estaba ilusionado con irse a América. Subir a un barco y ver otros horizontes, ya que en España no lo veían a él. Y se lo merecía. Porque se había mostrado valiente e idealista. Pero la burocracia no entiende nada. Igual que la gente aplastada por la burocracia.
Y luego la mala suerte, parecía como si alguien lo persiguiese. Lo nombraron cobrador de impuestos, qué burocracia más mezquina y cutre, como cuando pusieron a Borges de inspector de mercados. Al escritor más valioso lo pusieron como un cobrador. Y faltó dinero y lo metieron en la cárcel. Y después hubo un muerto por una pelea en el portal de su casa.
Las pasó putas y quería algo de reconocimiento. Pero la gente no se entera de nada.
Él amaba la fantasía, pero comprendió que la fantasía, en el peor de los casos, podía convertirse en una rigidez que no comprende la vida. Como le ocurrió en parte a Don Quijote. Era más flexible Sancho Panza. Pero acabaron influyéndose el uno al otro. Y desarrollando una amistad increíble, con conversaciones en los sitios más inesperados, en un salón o en medio de un bosque o al de un molino cuyos ruidos parecen golpes de monstruos. Porque eso es otro gran tema del libro, la amistad. Y la comunicación entre dos personas. Precisamente porque hubo un fallo enrome de comunicación entre él y la gente, y la gente no se enteró de nada.
E hizo la mejor novela de caballerías que se podía hacer en la época moderna, pasar las aventuras al interior. Hacer que las grandes aventuras ocurrieran en el interior de las personas. Hacer psicología profunda de verdad, mucho más allá de los tópicos de los psicólogos. O sea, estudiar de verdad el alma. Como Dostoievski. Porque Cervantes fue moderno, pero no cayó en los simplismos de la modernidad.
Y le interesaba la gente humilde, de tan variados oficios, pero también le interesaba la aristocracia con sus valores en teoría. Y como dice Arnold Hauser en “Historia social de la literatura y el arte” contó “la segunda derrota de la caballería” como clase social.
Cervantes no cabe en ninguna fórmula, se escapa de todos vosotros como una ardilla.
En teatro corto se burló de los prejuicios pasmones y el racismo de la gente. En “El retablo de maese Pedro” hay algo que solo pueden ver los cristianos viejos, o sea, los que no son judíos conversos. Y todos dicen que ven eso, aunque no hay nada. Como mucho después en el cuento de Andersen, el rey estaba desnudo. Pero la gente es pasmona y se apiña en el grupo mayoritario. Y si se pone en manada hace violaciones brutales. O acosos en los colegios.
Cervantes tenía algo silencioso, algo socarrón, en medio de los gritos y consignas de las manadas. Al final va a resultar que sí era gallego, como dice alguna teoría, que era de Cervantes, un pueblo de Lugo en los Ancares. Donde hay un castillo solitario abandonado y hay una historia de una mujer que se convierte en cierva y su propio hermano la mata.
Había en él algo de silencioso cuando la gente grita bravuconadas y consignas. Como en ese poema, el mejor que escribió (el sabía que no era poeta) que empieza “Voto a Dios que me espanta esta grandeza”. Un matón español grandilocuente ante el túmulo pomposo de Felipe II hace gestos y grandilocuencias. Y suelta frases grandiosas. Pero al final todo era hueco “y no hubo nada”. Como en los discursos y promesas de algún político actual. A Cervantes no lo atrapaban las grandilocuencias. Como a Chejov en otra época, en otro sitio, cuando contaba la decadencia del Jardín de los Cerezos, o las verdades humildes del tío Vania que lo hace todo en silencio mientras los demás sueltan declaraciones hinchadas.
Y ahora como un director de cine es homosexual convierte a Cervantes en homosexual. Yo soy de Lugo y voy a hacer que Cervantes sea de Lugo. Me gusta mucho el pulpo a la feria y voy a hacer que Cervantes le guste mucho el pulpo a la feria. Total, él no va a decir nada.
Y la gente no sabe Historia, porque con estas leyes actuales, tan progres y descafeinadas, no le enseñan Historia. No le enseñan casi nada y eso lo consideran progresismo. El progresismo es que todos sean ignorantes. “Avanzar en derechos”.
La gente no se entera de nada. La gente que sale de esos sistemas educativos cada vez más triviales , y que quiere que otros piensen por ella, y que mira una pantalla diminuta en lugar de leer un libro de verdad, y que vive solo para comprar artilugios, no se entera. Y la gente académica, que lo convierte todo en fórmulas y triángulos tan “científicos” tampoco se entera de nada.
Cervantes en realidad es un susurro. Pero la gente solo quiere gritos y consignas. Y frasecitas fáciles de repetir en las manifestaciones. Y ver a los demás como creemos que somos nosotros, es decir, no verlos. Y aplicar a otras épocas la mentalidad de la época actual, de manera ciega. Y meter a un escritor del siglo XVII en los esquemas del siglo XXI. Como cuando hacen feministas a todas las mujeres de todas las épocas.
Nadie entendió a Cervantes. Una vez estuve en El Toboso, en un museo dedicado a él, donde se veían ediciones del Quijote en cientos de lenguas. Y en la plaza donde está en una escultura metálica, de manera fantasmal, el caballero con la dama soñada. Y estuve a punto de entenderlo, entendí algunas cosas. Pero entender sin simplificar, es decir, entender la persona tal como es ella misma, sin hacer que se parezca a mí mismo. Entender la persona en su alteridad, dejándola libre y ella misma.
Y Cervantes era un tipo tan desconcertante. Pero aquella vez, en ese pueblecito de Castilla en silencio, yo le dejé que fuera desconcertante, que fuera él mismo. Y que me hablase así libremente.
Pero la gente no se entera de nada. Porque no escucha nada. Y acosa a los niños raros en los colegios y viola en manada a las chicas y repite las frases fáciles sin salir de esas frases. Y mira turísticamente los sitios, es decir, no los mira, solo aplica lo que pone el folleto.
Pero Cervantes nos hace libres. Si lo entiendes de verdad, o intentas hacerlo, te hace libre. Eso es lo que dijo el poeta Luis Rosales, uno de los que mejor se acercó a él, la libertad es quizá su tema básico. Pero la gente no quiere libertad, es muy cansado ser libre.
ANTONIO COSTA GÓMEZ
ILUSTRACIÓN DE ANXO PASTOR
NADIE ENTENDIÓ A CERVANTES
