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ENDIMION EN ANDALUCÍA
Guillermo de Aquitania, el primer trovador conocido, escribió el poema “Un verso sobre nada”. Dice que no habla de esto ni de lo contrario, ni de su amada ni de otra cosa. Que lo escribió de noche durmiendo sobre un caballo.
Yo escribiría un poema dormido sobre Andalucía. O iría en caballo por las montañas como Washington Irving hacia Granada, o lo escribiría en un coche medio dormido con los ojos flotantes, o lo escribiría paseando por las ciudades mirando desde el fondo de los ojos.
Escribiría un poema en duermevela, donde lo mezclaría todo y lo fundiría todo. Y hablaría de la calle Larios de Málaga y el callejón de Chinitas donde lo quitaron todo, donde ya no está el afilador sabio. O sobre el puerto de Málaga y su farola femenina solitaria. O sobre las arquerías solitarias y oníricas de la Alcazaba.
Escribiría sobre las formaciones de olivos en las montañas onduladas. Sobre los niños que charlan infinitamente en las sombras. Sobre las mujeres de ojos oscuros llenos de todas las sombras apasionadas. Sobre los misticismos sensuales. Sobre el flamenco como cauce profundo. Sobre Lorca que con su tragedia destaca la vida. Sobre la gracia de Lorca condenada a la muerte y resaltada por la muerte.
Escribiría sobre las orillas del Guadalquivir en Córdoba donde tomaba whisky por la noche en la taberna de un superviviente italiano. Sobre el callejón del pañuelo en la misma Córdoba donde uno puede olvidarse de todos los ruidos del mundo moderno y concentrarse en sí mismo y en todo lo que vale la pena. Sobre el jamón de Jabugo, sobre los faralaes que se sueltan y se desconciertan. Sobre esa bailarina el fuego de que habla Rilke que recoge en sí misma el fuego y pelea con él y lo arroja al suelo desde sí misma.
Escribiría sobre las sombras interminables de los patios y sobre el paraíso de Aleixandre y sobre los caballos en la montaña y los barcos en el mar. Y el verde que se quiere verde y los sueños que no acaban. Y las flores que se oponen a los cuchillos. Y aquel patio flamenco infinito en un barrio de Sevilla. Y todas las certidumbres oscuras. Y las ansias y las nostalgias invencibles de las mujeres de Romero de Torres. Y el rey poeta Alfonso X que cuando le falla todo se refugia en Sevilla y su belleza, como hizo siglos antes otro rey musulmán que llenó de almendros la llanura para que su amada reviviera la nieve. Y que pensó en embarcar en el Guadalquivir hacia el infinito y escapar de todos los alacranes y los intrigantes hipócritas. Ese rey poeta que se entregaba a las estrellas cuando la tierra se le hacía mezquina. Las estrellas de Andalucía que llovían sobre los patios soñados.
Escribiría en duermevela sobre Andalucía, sin definiciones, sin programas, sin consignas, pondría todo lo que he visto y he asimilado, todo cuanto me entró en la sangre o se coló en mis ojos, todo cuanto circula por mi médula como en el polvo de Quevedo. Pondría los caballos subiendo por la espiral de la Giralda, la ciudad rompiéndose fantástica en el Guadalquivir, las fiestas reminiscentes e ilimitadas en el Alcázar. Pondría un soportal solitario en Baeza y pondría el café Tagore en Moguer. Y pondría a Platero destilándolo todo en Andalucía.
Pondría los naranjos por todas partes y pondría ese olor a jazmín que recibí por primera vez en la casa de la tía de mi amigo en Córdoba. Cuando llegué allí en un tren al amanecer. Y cuando estuve tres días medio dormido, dejando que Andalucía me entrara toda en el sueño como le entraba la Luna a Endimion. Como cuando fui al castillo de Almodóvar y en sus murallas me imaginé todas las intimidades inasequibles e invencibles, todos los interiores en sombra que ningún control puede destruir. Detrás de todos los algoritmos y los focos vigilantes.
Pondría los estanques de la Plaza de España de Sevilla y una fonda en la carretera donde dan vino Manzanilla. Y esa manera de pronunciar el castellano que lo lleva todo a la sombra y a la pasión. Pondría los caballos que bailan con toda la elegancia del mundo en Jerez y las iglesias barrocas de Cádiz que parece que se irán volando hacia América.
Y pondría Sierra Morena donde don Quijote se retiró a meditar y pensó en Dulcinea sin estorbos de nadie. Y pondría las sierras y las extensiones de olivos. Y las bodegas con el suelo de tierra y los barcos que se van repletos de harina. Y las historias calladas y las vidas que transcurren infinitas en la sombra. Y los cortijos donde todo ocurre y los pueblecitos que se adaptan a la tierra.
Lo pondría todo, si cabalgaba apasionadamente dormido, dejando que todo me entre sin encarcelarlo con conceptos y prevenciones, si pongo la piel dormida para contactar con todo, si dejo que en el inconsciente resbalen todas las reminiscencias y todos los sobreentendidos. Y cabalgaría como Lorca y encontraría en las madrugadas gitanos indómitos en las tabernas de las montañas. Iría como Lorca lleno de vida callada y de gracia dormida. Escribiendo poemas sonámbulos y captando una Andalucía sonámbula. Dejando que todo me entrase porque yo estaba dormido.
ANTONIO COSTA GÓMEZ
FOTO: CONSUELO DE ARCO
ENDIMION EN ANDALUCÍA