A bouquet of diversity
Árboles antropomorfos semejantes a los cientos de harramachos y otros encapuchados cargados de varas y otros instrumentos que corren en Carnaval para fustigar a los penitentes. Yamazaki lo llama “Bouquet de diversidad” y aunque todos estamos enraizados en un mismo tronco, algo de monstruoso tiene esta recreación de la diversidad. Demasiados brazos, demasiadas ramas, demasiada altura la de esa cabeza que se yergue casi diríamos altiva sobre los hombros arbóreos de este hombre o mujer sin rostro.
Somos piedra, madera, aleaciones y resina cosidos unos a otros para conformar un cuerpo que no es normativo y por eso asusta. Pero es el cuerpo del futuro, aún queda dirán algunos, pero digo yo que ya es el rostro del presente. Un presente con el que no estamos conformes, porque no nos remite a los cánones clásicos de la belleza, a algo estable, proporcionado y regular. Si no a una mezcla de artefactos, visiones, crecimientos desajustados e inarmónicos como está siendo la aceptación de la diferencia en nuestras sociedades caducas.
Frente a él adquirimos una posición reverencial de observadores, porque estamos frente al tótem de la nueva relación con nuestro yo, que como si fuéramos adolescentes no nos gusta, aunque sabemos que eso que observamos somos nosotros.
Habrá quien esperaría que la base fuera toda la parte provista de materia pétrea. Quizá eso era así antes. Ahora todo lo orgánico se distribuye por el armazón de es cuerpo social que estéticamente nos pertenece, aunque no nos reconozcamos.
Todas esas rocas que ascienden son los recién llegados, los migrantes, los refugiados, climáticos, políticos, tú…, tal vez de espaldas al espectador según se ubique éste, para ir ganando espacio hasta coronar la cima. Son ellos y no nosotros, los de esa madera anciana y dolida, los que aportan vigor al conjunto, igual que un aprisco marino recubierto de percebes, colonizado por una nueva vida que lo ocupa todo. Y aunque asuste, está bien, porque su presencia aporta solidez a ese conjunto a punto de pudrirse y caer, a punto de desenraizarse, a punto de ser árbol caído, de desmoronarse. Por eso el ritual de mirarse en lo que ya estamos siendo importa.
Yohaku, espacios vacíos en el tejido social que no admite cubrir esos huecos con la llegada de elementos robustos que fortalezcan el tronco. La disonancia entre la madera y la piedra se resuelve en un armazón desigual que inquieta al tiempo que adquiere tintes de religiosidad. Es la suma que viene a pacificar la incomodidad del vacío. Faltan los brazos abiertos que el propio espectador se siente invitado a ofrecer.
Sus fósiles del futuro completan un lenguaje que buscamos. Lo encontramos en la piedra, porque el artificio del consumo rápido nos impide construir templos estables, aquellos que se construían lentos durante siglos.
Yamazaki busca elaborar una nueva simbología con constructos que quieren ser duraderos y aspiran a perpetuarse jugando con lenguajes impronunciados y restos de lo cotidiano transformados en fósiles de una sociedad instantánea que desaparece. La inmediatez de las redes sociales, con su presunción inspiracional y fugaz obliga a experimentar con objetos que rellenen esa carencia de significado, a partir de elementos conocidos. Por eso rescata historias no usadas y huellas de palabras que han dejado de referir conceptos y espacios de recogimiento (“The Womb of the City”) entre la luz asfixiante de Shibuya y las sombra de una conciencia desaparecida en las narraciones sin descanso que hacemos de nosotros mismos.
En realidad, puede haber quien interprete esos recintos del japonés como los escenarios perfectos para el encuadre de otro instante, uno más para el muro de palabras vacías de esos retratos inanes e inútiles que escriben la historia de una civilización impelida a contarse sin escribas.
Tal vez sea esta la memorialística más democrática de la historia de la humanidad, si más censura que la autocensura o los filtros que imponen los magnates de las redes. Criterios de narración sectarios, pero no menos que los que han traído hasta nosotros la evolución del arte y la literatura tal y como los conocemos.
Alicia González Rodríguez
https://seiyamazaki.com/artworks/a-bouquet-of-diversity/
A bouquet of diversity