Tres revoluciones

El nuevo orden industrial, además de ser un cambio económico, creó una nueva relación social: el patrón y el obrero. De ahí se generó el fenómeno sindical  de donde surgieron los derechos laborales. Así por tanto el trabajador, a diferencia del vasallo, tenía ciertos derechos y un mínimo de dignidad.  La segunda revolución es la feminista, sin duda. Desde la crítica a Rousseau en la Vindicación de los Derechos de la mujer, de Mary Wollstonecraf, la lucha contra el patriarcado nos ha conducido a una nueva sociedad donde la equiparación de los géneros es palpable y necesaria.

Las mujeres son portadoras de derechos y eso las distingue de las mujeres de otra época que tenían un papel más mermado por desgracia en este aspecto. Ahora se da una relación horizontal entre los géneros en lugar de una vertical anterior.  Y la tercera revolución es la multicultural.  La historia de la humanidad está basada en el mestizaje y en la simbiosis de culturas, por lo que la multiculturalidad es un proceso histórico imparable. No obstante el curso de la historia ha dejado siempre desprovisto de derechos a los migrantes.

Hoy día este proceso se viste de revolución social en tanto y en cuanto es una revuelta por los derechos. Al igual que las revoluciones industrial y feminista lo que se debate es la posibilidad de ser acreedor de derechos por parte de quien no los tenía. Esto implica el establecimiento de un grado mínimo de dignidad y la equiparación por tanto como ser humano.

En definitiva, gracias a estas tres revoluciones las brechas sociales han mermado en beneficio de la igualdad.  La sociedad ha mutado. Con subidas y bajadas, el escenario ha cambiado y va cambiando. Hay una certeza irrefutable: la lucha es por la forja de lo común en la sociedad; por crear elementos que sean necesarios para todos. El factor común de estas tres revoluciones es la creación de un ser humano pleno e intersubjetivo, que pudiera ser el poshumano.