NOSOTROS,  INATRAPABLES

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Antonio Costa Gómez
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NOSOTROS,  INATRAPABLES

    Detrás estamos nosotros, fugitivos de toda esa mierda mecánica.  Mucho más que esa mierda. Que no nos dejamos codificar, reducir a fórmulas. Que somos mucho más que unos datos y unas reglas sobre esos datos.

    Sabemos cómo Bergson que la vida es un fluir, no es un mecanismo. Que las máquinas son fijas y repetitivas, pero el alma es etimológicamente animación y dinamismo. Y cambio y sorpresa.

   Y no nos dejamos atrapar por la imbecilidad de las máquinas.

  Pongamos, por ejemplo, le pides al Google que te muestre el mapa de Comillas, le preguntas dónde está el Capricho de Gaudí. Luego le preguntas cómo ir desde allí a la plaza Mayor. Cualquier ser humano, aunque sea atrasado mental, entenderá que te refieres a la plaza Mayor de Comillas, por el contexto.

    Pero la máquina Google te escribe la plaza Mayor de Madrid, de Salamanca, qué sé yo. Y es que las máquinas son imbéciles, solo saben de nombres al pie de la letra, son simplonas, muertas, atontadas. Las máquinas no saben de contexto, ni de significado, ni de estructura profunda del lenguaje como diría Noam Chomsky.

    Y a eso le llaman “inteligencia artificial”. Y los idiotas quieren entregar a las máquinas decisiones sobre nuestras vidas. Quieren que esas máquinas imbéciles nos arreglen la vida. Nos simplifiquen y maten a todos.

   Y mirad lo que ocurre con los traductores automáticos. Hacen traducciones idiotas, tan pobres, tan torpes, tan miserables. Que no se enteran de nada, que lo empobrecen todo. Entregadas a la pura literalidad más simplona.

   Traducen palabra por palabra como imbéciles y no tienen ningún sentido de la intencionalidad ni del significado conjunto. No conocen el alma del idioma.

    Las máquinas no tienen alma y le quitan el alma a todo. Y a esos entes quieren entregar nuestras vidas. Aunque la vida nunca es nada automático, es una creatividad constante.

    La vida es vida y la máquina no es más que una miserable máquina. Y quieren entregarnos a todos a las máquinas.

   Pero no, para los cretinos que nos arrastran a todos el matarnos es un progreso. Reducir la vida a las operaciones miserables y muertas de las máquinas es un progreso. Ojalá su propia vida se reduzca a esa desolación mecánica.

     Si no echan nada de menos, es que ellos mismos no son más que máquinas vacías e imbéciles.

   Voy en persona a mi banco a pagar el piso cada mes y la empleada me dice: ¿Por qué no domicilia el pago? Le digo: Porque no es todos los meses lo mismo. A veces me cobran también las basuras, a veces también otra cosa.

   La vida es cambiante y las máquinas son fijas. Y lo fijan todo y lo paralizan todo. Y lo empobrecen todo.

   Algo tan sencillo la gente no lo comprende.

    La gente está drogada por la maquinaoina, que es peor que la cocaína. Y por la tecnoina, que es la droga más paralizante de todas. Te impide actuar por ti mismo, te impide ser tú mismo. Te impide estar despierto y conectar con la vida cambiante y siempre sorprendente.

    Y se entregan a la imbecilidad de las máquinas. Y dejarán que tomen decisiones por nosotros.

   Porque creen que solo hay datos y reglas sobre esos datos, que es lo que saben las máquinas. Pero hay mucho más que eso en la vida. Hay atmósferas que no son datos y hay creatividad que no son reglas.

    Y hay espíritu. Sí, espíritu, qué palabra tan rara.

   Somos los fugitivos, como la fugitiva de Marcel Proust. Nunca nos pillarán. El científico dice: yo no he visto el alma en el laboratorio. Mejor que no la vieras, que no puedas pillarla. Escapará de tus fórmulas y tus garras.

   Somos los fugitivos. Bo cabemos en datos ni en reglas sobre esos datos. Ni en programas ni en putos algoritmos. Ni en la imbecilidad de las máquinas.

   Siempre seremos fugitivos. No me cogerán vivo, dice Pérez Reverte. Yo digo lo mismo. Y si me coges, es que ya estoy muerto. Y entonces tampoco me coges.

   Somos nosotros, los fugitivos. Los que somos mucho más que datos y reglas sobre esos datos. Los que no estamos aprisionados por la imbecilidad mecánica.

   Y domamos bourbon en cavernas secretas del espíritu y leemos libros o memorizamos libros.

   Siempre seremos fugitivos, no podréis atraparnos.

ANTONIO COSTA GÓMEZ

 

NOSOTROS,  INATRAPABLES

Image by Pete Linforth from Pixabay

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