INVITACIÓN AL CASTILLO DE SANTA TERESA

INVITACIÓN AL CASTILLO DE SANTA TERESA

Antonio Costa Gómez
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INVITACIÓN AL CASTILLO DE SANTA TERESA

   Lo más fascinante de ir por la calle de las Madres, en Ávila, era ver el convento de San José. Allí Santa Teresa de Jesús escribió “El castillo interior”.

    Siempre me fascina ese castillo laberíntico de infinidad de moradas escondidas a donde no llegará ningún algoritmo.

   Me fascinan esas moradas como reservas de vida intensa que ningún algoritmo puede matar. Y en la morada más escondida de todas la  recibe a un Visitante que le ofrece algo que nadie puede prever ni calcular.

     La vida tiene toques de encanto si nos lleva al secreto de su castillo Santa Teresa.  En esa última morada nuestra vida se sobrecoge y se levanta con la intensidad íntima que nadie podrá fabricar.

     Me da deseo de ir una vez con ella a una de esas moradas sombrías e incendiadas, de estar con ella en un coloquio inflamado junto a unas ventanas con velos para preservar el interior. En esta era de lo exterior lo interior puede ser el viaje más apasionante, en una onda que viene desde las Confesiones de San Agustín.

    Me acuerdo de una pintura que representa de un modo tan atrapante ese castillo interior, creo que es de la pintora surrealista Remedios Varo.

    El castillo muestra vericuetos y aventuras interiores increíbles, ofrece retiros a los que parece imposible llegar, donde se despliega todo el misterioso fuego que ninguna fórmula puede fiscalizar.

    Solo el surrealismo puede dar cuenta de la aventura surrealista y profunda de Santa Teresa. Pues la mística es también un surrealismo como se ve en sus paradojas.

    Y una liberación del lenguaje y de nuestros encierros, el interior es lo más abierto al fin. Que muero porque no muero.

    Te invito al castillo de Santa Teresa. A tomar vino libre secreto o ese vértigo libre que conocía santa Teresa. Cuando se reunía con el Invitado de toda libertad.

   Donde tomaba ese “licor como nunca lo hicieron”, esa copa de anochecer, de la que también hablaba Emily Dickinson. Que en su castillo interior de Amherst, Masachusets, en la libertad de sus poemas fragmentarios, también sabía cosas parecidas.

     Hay que reunirse en rincones secretos con personas que saben cosas intocadas. No que te repiten los tópicos mecánicos de nuestra época. Con quien guarda el aire, con quien tiene el vértigo conservado. Con quien es libre en su esquina más íntima. Allí no llegarán los dígitos ni los putos algoritmos uniformadores.

   Te invito solo a ti (no es una invitación masiva, no un reclamo para hacer turismo) al castillo del desenfreno interior. A ese castillo que es tal vez aún más sugestivo que el castillo de Elsinor. Donde alguien dijo “ser o no ser” y se afirmó el Ser de una forma total contra el No Ser.

   (¿Y por qué coño el puto Word de los cojones me subraya ese artículo delante del No?  Ese puto Word está encerrado en su programa miserable,  Está encerrado en su limitación, en su ignorancia. Y nos quieren encerrar a todos.

   Pero en ese rincón vertiginoso del castillo de Santa Teresa no funcionan los códigos ni los programas. Es la inspiración perpetua, la creación perpetua. Y el misterio que crea sin fin sin encerrarse en fórmulas.

ANTONIO COSTA GÓMEZ

IMAGEN: “TRÁNSITO EN ESPIRAL”, REMEDIOS VARO

 

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