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Zéjeles de Alborada
Por José Sarria
“Zéjeles de alborada”
Paloma Fernández Gomá
Imagenta Editorial (Cádiz, 2019)
Fue el eminente arabista, Emilio García Gómez, quien escribió sobre la gran influencia de la lírica andalusí en el desarrollo posterior de la lírica castellana. Lo hace en su introducción al “Collar de la Paloma”, del poeta andalusí Ibn Hanz, donde explica el singular descubrimiento de las jarchas romances en las moaxajas andaluzas, tanto árabes como hebreas, “hecho sensacional que confirma la existencia en la Andalucía musulmana bilingüe de una lírica popular romance “sui generis” anterior a la provenzal, y primer eslabón de la galaico-portuguesa y de la castellana”.
La existencia en al-Ándalus de una sociedad multirracial y bilingüe (mozárabe, romandalusí o romance andalusí y árabe dialectal o andalusí) determinó la aparición de nuevas formas de poesía propias de esta región, que transitaron de manera independiente a la tradición lírica árabe de Oriente, mucho más estricta que la andalusí y que venía utilizando la casida (qasida)[1] monorrima como sustento axial de sus composiciones líricas. Esa separación de la tradición árabe clásica dará lugar a tres nuevas estructuras poéticas que incorporan la gran novedad de utilizar el estrofismo y el verso corto con alternancia de rima: la moaxaja[2], la jarcha[3] y el zéjel. Esta singularidad de la estrofa andalusí es posible debido al multiculturalismo que bebe, entre otras, de la alfaguara de la poesía sinagogal hebrea y de la latino-cristiana.
El zéjel, por su parte, es una composición estrófica procedente, originalmente, de la lírica mozárabe, escrito (a diferencia de la moaxaja) en la lengua romance de la región (mozárabe, romandalusí o romance andalusí). Incorporado a la literatura del al-Ándalus por el zaragozano Ibn Bayyah (Avempace), en el siglo XI, se escribirá en el árabe coloquial o dialectal (árabe andalusí) de la época, mixturado con muchas expresiones romances, muestra del bilingüismo y multiculturalismo que se produce en la sociedad andalusí. Es, sin embargo, el poeta cordobés Ibn Quzman (Muhammad ibn Abd al-Malik ibn Quzman) quien emplea este tipo de composición de manera magistral, confiriéndole su disposición estrófica definitiva, alcanzando fama gracias a su “Diwan” o “Cancionero”, compuesto de 149 zéjeles.
Vinculado al canto y a la música, fue utilizado en muchas cantigas galaico-portuguesas, en villancicos castellanos, rondeles franceses y otros poemas provenzales e italianos. Desde el al-Ándalus pasará, a través del Mediterráneo, a incorporarse a la literatura árabe de Oriente y, cómo no, a convertirse, junto a la moaxaja y la jarcha, en el origen arábigo-andaluz de la lírica románica, frente a la interpretación tradicional que indicaba que tenía su basamento en la lírica provenzal.
En este contexto se presenta la obra de Paloma Fernández Gomá, que reivindica desde su quehacer literario el valor de esta estructura lírica, que viene a significar el respeto por nuestra larga y extensa tradición poética que conforma la esencia de la poesía verdadera, cuya constitución al margen del acervo de los grandes maestros se erigiría en lírica prescindible.
Estos poemas muestran ese respeto por la tradición, al margen de oportunismos o esnobismos de ocasión, toda vez que con la entrega de estos diecisiete “Zéjeles de alborada” la autora muestra un significado conocimiento, fruto del trabajo y la investigación, así como un elevado respeto por el estilo y la forma, ajustando sus versos al sistema clásico de preludio, mudanza y vuelta que conforman el zéjel, recamados con precisos octosílabos, manteniendo de manera precisa la disposición secular de las rimas que ofrecen un eufónico acompasamiento desde el estribillo inicial al de cierre, a lo largo de toda la composición.
El canto del ruiseñor, protagonista de los poemas, va a metaforizar esa sinfonía armónica que se acomoda en el seno de este tipo de composición a la que Fernández Gomá rinde un merecido homenaje con el rescate de tan bellos poemas estróficos. Un canto que se hace melodía, fantasía o algarabía, desde el almendro, a la llanura herida, desde el naranjo a las arenas enamoradas, desde el laurel a las alboradas del Estrecho o desde el rosal a la letanía del viento, para reivindicar el valor de la naturaleza, de lo primigenio, de lo esencial que se refugia en las pequeñas cosas que nos rodean y que la poeta eleva a verdad apodíctica mediante estos vigorosos poemas.
“Zéjeles de alborada” es, además, un sentido tributo a la pléyade de poetas de aquel áureo al-Ándalus que fue capaz de ofrecer un espacio común de entendimiento y de encuentro, donde la lírica abrazó a mujeres y hombres, sin distinción de lenguas, religiones o razas. Paloma, que se ha distinguido durante décadas por su trabajo en favor de la interculturalidad, nos recuerda, también, con sus zéjeles, que lo que ocurrió en aquel momento fundamental de nuestra historia, es posible, y rescata con esta entrega, una de sus composiciones estróficas emblemáticas, para enarbolar ese mensaje de entendimiento que forma parte intrínseca de su labor poética y cultural.
[1] Forma poética de la Arabia preislámica, compuesta por un número extenso de versos largos, por lo general monorrimos, a lo largo de todo el poema.
[2] La moaxaja es una composición poética culta propia de la España musulmana, invento del poeta cordobés Muqaddam ibn Muafá al-Qabrí, cuya peculiaridad es la composición estrófica en versos cortos, con rimas cambiantes en cada estrofa, además de la mezcla del árabe y hebreo como lenguas vehiculares.
[3] Es estrofa final o “vuelta” de la moaxaja, escrita en lengua romance andaluza, pero con grafía árabe o hebrea (aljamiada).
Interesante, muy interesante este articulo, tratado con sabiduria y buen gusto, es de los que empiezas a leer, te engancha y se hace corto.
Aprender toda la riqueza de una cultura pasada, nuestra y ¿por qué no? actual.
Mi más sincera enhorabuena por estas fantásticas letras.
Saludos