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“VOLVER A TETÚAN”, de ABDERRAHMAN EL FATHI
Por José Sarria
“Volver a Tetuán”
Abderrahman El Fathi
Editions Bab al-Hikmat (Tetuán, 2018)
Fue el poeta griego, Constantino Cavafis, quien nos enseñó la importancia del viaje, del trayecto, más que de la llegada. Lo esencial no está en la meta, sino en la alegría y el deleite del camino: “Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca / debes rogar que el viaje sea largo, / lleno de peripecias, lleno de experiencias. …/… No has de esperar que Ítaca te enriquezca: / Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje. / Sin ellas, jamás habrías partido; / mas no tiene otra cosa que ofrecerte. / Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado. / Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia, / sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas”.
El poeta tetuaní, Abderrahman El Fathi, nos ofrece la última entrega poética, “Volver a Tetuán”, donde hace inventario de su particular itinerario. Una vuelta al origen, a la casa de las horas intemporales, después de haber transitado por lugares lejanos, por ciudades luminosas, después de haber alcanzado el laurel de los héroes y compartido sus hazañas o bebido el néctar del amor de bellas doncellas. Después, también, de las derrotas con su corona de tristeza, de las heridas y sus golpes, el poeta vuelve la mirada y encamina sus pasos a la casa que es raíz de todas las llamadas, portando la fertilidad de la caída.
Después de toda una vida, de buscar el sentido de la existencia, el poeta ha decidido que el destino es Tetuán, su particular Ítaca, lugar donde se esconden los instantes felices, el tiempo cuando todo era un asombro y existían continentes repletos de sorpresas: el balcón de Bab Saida, repleto de jazmín y yerbabuena, anunciando la sorpresa de los primeros amores, el espejo que conserva la mirada de su padre mientras se afeita, el majestuoso silencio de las palmeras de Plaza Muley El Mehdi, la pasión y el deseo de los iniciáticos encuentros en los patios silenciosos, el olor a perejil y cilantro de la vieja Medina andalusí o la abisal derrota amorosa que se cierne como una habitación repleta de escombros. Todo eso está ahí, detenido en el tiempo, como un libro virgen, en blanco, que el poeta ha de volver a reconstituir, para elevar su nueva obra.
El Fathi dice Tetuán y está diciendo Ítaca, el hogar materno, la isla que le espera desde hace años. Él lo sabe, conoce que esta gran metáfora le acerca a eso que ha estado buscando desde siempre y que nunca ha dejado de perseguir: la felicidad. Y Abderrahman El Fathi, vuelve a sorprendernos con un libro iluminador. Un texto hermoso en su planteamiento, lleno de una singular sensibilidad, cargado de delicadeza, también de dolor, de desgarro, intenso, arriesgado (por cuanto puede tener de personal, pero superando con creces lo anecdótico), aunque, esencialmente, emotivo, muy emotivo: “Mis silencios desnudan recuerdos / de una habitación en ruinas” (p.75).
“Volver a Tetuán”, es un bellísimo conjunto de poemas, donde el amor juega un papel nuclear: “Para qué vale amar / si no lo cuentas” (p.24), junto a otros poemas de trazo solidario o inconformista; amor no concebido desde la vehemencia de la pasión juvenil, sino meditado y asumido como tránsito de los caminos que se recorren en comandita, donde el candor de los años maduros entabla conversación con el recuerdo de la pasión primera, el erotismo de las relaciones iniciáticas o el deseo incontrolado de otro tiempo. Escrito desde la madurez, que se representa como decadencia del presente, jalonado de disímiles tonalidades, el poema se convertirá en aspiración sublime, en redentor del cotidiano devenir. El poeta coquetea, serpentea, transita los límites de lo prohibido, es tentado por unos turgentes senos o bien tiembla con el recuerdo del abrazo inesperado de su amada, hasta entregarse, definitivamente, porque sabe que en esa entrega está la victoria.
Los recuerdos mantendrán un pulso continuo con el poeta, al igual que la imperiosa necesidad de espantar al dolor, a la muerte, musitando los versos del poeta italiano, Emilio Coco: “y yo entretanto sentado en mi escritorio / me hago el poeta mintiéndole a mi muerte”.
Y de fondo, el viaje, el itinerario, el compromiso por recuperar lo perdido, tomar posesión de la herencia antigua. La ciudad, Tetuán, es el tesoro, las Ítacas, porque en ella se mantienen intactos los recuerdos, un patio en el que aprendió el lenguaje del agua, el amor primero o la voz materna, como el esplendor de las manzanas de oro.
Decía Oscar Wilde que: “El hombre no ve las cosas hasta que ve su belleza … La realidad no debe ser más que un telón de fondo”. En “Volver a Tetuán”, Abderrahman El Fathi ha eludido ser un mero notario de lo cotidiano y ha logrado, afortunadamente, trascender de la realidad. Con ello ha sido capaz de descubrir la belleza y ha empezado a hablarnos de ella, porque: “dentro de mí hay una ciudad, / un camino hacia ti. / No lo sabes, lo sé” (p.93).