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Vila Matas, Libros Como Hojas Que Caen
Parece ligero, pero es profundo. Como las hojas de los árboles que caen. Parece indiferente pero es emotivo. No quiere tener voz propia, pero tiene mucha voz propia. La “Historia abreviada de la literatura portátil” habla de una sociedad de escritores insolentes, nómadas, que pueden llevar sus libros a cualquier parte, que provocan, hablan de sexo. No pretenden arreglar el mundo ni ser grandiosos, se encuentran aquí y allá, se reúnen en el Congo o discuten en Sevilla. Imitan las travesuras de Lawrence Sterne o los delirios de Andrej Biely. Viajan por todas partes como Paul Morand o ven el eterno retorno en las montañas como Nietzsche.
Ya estaba bien de que cada libro pretendiera decirlo todo. Había que desenfadar la literatura, porque así sería también más certera. Y podría disparar hacia todas partes y encontrar secretos en todas partes. Yo pertenezco a esa sociedad desde hace mucho tiempo. Me gusta llevar libros a todas partes que no pesen y me acompañen en cualquier momento. Libros que no haya que leer en ningún despacho en posturas forzadas y que no necesiten una grúa para llevarlos.
Es importante que la literatura no sea plomiza. Pero si que pese, como las hojas de los árboles. Los monjes de la Edad Media leían mamotretos en atriles. Pero los goliardos llevaban sus manuscritos por los caminos y los trovadores transportaban sus poemas de amor cortés en la cabeza.
En “Lejos de Veracruz” habla un individuo fracasado que decide contar su vida y la de su familia para convertirla en literatura. Y así hacerla interesante. Y no aparece apenas Veracruz. Veracruz es solo una palabra, el nombre de un objetivo. Es literatura. Y la literatura no es nada, pero te lo da todo.
“Bartleby y compañía”, basándose en aquel oficinista kafkiano de Herman Melville que dice continuamente “preferiría no hacerlo”, inventa escritores que no quieren escribir. Dan la literatura resumida al máximo, convertida en un hilo, que elimina toda pesadez. Y en “Suicidios ejemplares” tipos que no quieren vivir resumen la vida. La convierten en unas líneas escasas.
La literatura se convierte en un mal en “El mal de montano”. Montano lo ve todo bajo forma literaria, lo literaturiza todo. Y así lo hace interesante. La literatura no es nada muy serio pero lo hace todo interesante. Lo aligera y a la vez lo adensa. Todo se convierte todo en palabras y las palabras se convierten en todo. Y eso acaba siendo paradójicamente una tragedia ligera : la obsesión por sacarle a todo su literatura. Uno quiere hacerse interesante continuamente y se deshace en palabras.
La propia vida de Matas se convierte en literatura. Juega con ella como quiere, la convierte en palabras. Parece que escribir sería un juego ligera. Pero las hojas de los árboles pesan al mismo tiempo. Matas hace el libro tal vez más emocionante sobre Paris, “París no se acaba nunca”. Lo he leído con pasión, con absorción. Tal vez él no quisiera que yo lo leyera así. Pero así lo leo. Me ha mostrado un París apasionante, siguiendo a Hemingway, que tampoco buscaba solemnidades. Pero tal vez lo escribió como yo leo. Como caen las hojas de los árboles.
En “Doctor Pasavento” el protagonista luce la coquetería, el querer desaparecer y que lo persigan. Y al final, el aligerar la vida totalmente. Buscar la ligereza completa, escapar de la literatura como poder, como fatuidad. Captar la vida en su humildad y su ligereza. Escribir con levedad y sin aplastamiento. Como caen las hojas. La literatura como caer de hojas que no se pueden embalar en cajas pesadas. Como hizo Robert Walser. Proust se empeñó en que lo conocieran, pero en ciertos aspectos fue como Robert Walser. Escribió miles de páginas pero son el reino de la sutileza y el matiz.
Sergio Pitol daba algo parecido. Convertía su vida de diplomático en el mundo entero en literatura. Componía libros fluidos y sueltos, que leías con apasionamiento pero sin pesadez. Jugaba al engaño y a la tergiversación, a crear una incertidumbre sobre la vida, pero al final la vida, por medio de esa misma incertidumbre, resultana apasionante.
En “Dublinesca” Vila Matas habla como si nada del fin de la literatura y de la civilización humanista. Pero lo hace, a pesar de todo, del modo más literario y humano. Ese emocionarte como si estuviera jugando, ese soltarte frases que se te instalan en la cabeza (“no hay amigos sino momentos de amistad”) , ese decir lo más profundo en un tono ligero, es lo vilamatesco.
Me gusta Vila Matas, los libros como las hojas de los árboles. Me gustan las ediciones de bolsillo. Vila Matas acabó escribiendo mamotretos que se leen como libros de bolsillo. Eso es saltar en el aire, funambulismo, tal vez como Borges. Pero es la emoción indudable, imprescindible, como Borges. Tanta emoción como en un músico de jazz en la penumbra de un café.
Las personas dicen las cosas más profundas cuando no se las presiona. Y la vida también. Matas es de los que habla con la vida sin presionarla, con camaradería. Y la vida se le confiesa. Al final los dedos más sueltos tocan las teclas más hondas. Mientras que los solemnes solo nos sepultan en conceptos.
ANTONIO COSTA GÓMEZ , ESCRITOR
Vila Matas, Libros Como Hojas Que Caen