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Víctor Jiménez, Cuando eran una vida los veranos, Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra (Sevilla), 2022
DELICIOSA MEMORIA DE LOS PRIMEROS AÑOS
José Cenizo Jiménez
Los poetas, y por extensión todo ser humano, encuentran en la infancia una patria acogedora, un lugar ameno, una idílica región cuyo paisaje nos define y determina para siempre. Víctor Jiménez (Sevilla, 1957), con este libro ganador del VIII premio “Escritor Francisco Montero Galvache 2017”, núm. 1 de la colección Biblioteca de Alcalá de Guadaíra, prosigue su impecable trayectoria -doce libros, varios premios, grandes elogios críticos- con la dignidad poética que le caracteriza.
No estamos ante poesía infantil, o juvenil, pero podría ofrecerse a los niños y jóvenes como lectura atractiva, pues de ellos habla. Como dice en un excelente prólogo el también poeta Lutgardo
García “no es éste un libro que alivie el tono, descuide las formas o trate tremas pueriles” (p. 8). Los primeros años están aquí recordados con la pluma del adulto pero con la mirada del niño y esto crea un tono nuevo en la poesía del autor. Un tono cercano, íntimo, inocente casi, que, como un niño, nos trae lo mejor de la edad, lo mejor de la vida, centrado en este caso en la rememoración de los veranos en los pinares de Oromana de Alcalá de Guadaíra, a pocos kilómetros de Sevilla capital, un paraíso de agua, molinos, pájaros y árboles.
Dominando como es su sello la expresión métrica y esrófica -desde la redondilla y el romance endecha al soneto de arte menor y mayor o la décima-, expresando todo con un lenguaje elegante y acendrado, nos lleva de la mano -de las palabras- a las primeras experiencias: el descubrimiento de la sexualidad en la pubertad, de la belleza, del juego, de las bromas, de los placeres de los sentidos, los miedos infantiles, también del dolor y de la muerte apenas presentida (esto último en el poema “La edad de la inocencia”, p. 29, con el niño aturdido ante un coche de difuntos con “un niño muy frío” dentro).
No falta el tono irónico, juguetón, incluso humorístico. Un buen ejemplo es el poema “Águilas”, pues el niño se extraña de que tantas mujeres se llamen Águila en ese pueblo (la patrona es la Virgen del Águila). Empieza el poema:
A todas, una por una,
que llevan por nombre Águila,
el niño mira las uñas
para ver si tienen garras.
Un libro que se lee con dulzura, con deleite, pues nos acerca al paraíso del poeta, que es el nuestro también, gracias a su capacidad de universalización y a su calidad literaria. Lectura recomendable, como decíamos, para todas las edades, un mérito sin duda de esta obra, pues, como dice el prologuista, “ha tomado escenas de su infancia, que, de un modo u otro, es la de todos, y las ha encendido con el oro de la memoria”.
Víctor Jiménez, Cuando eran una vida los veranos
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