Verónica Calvo
Madrid, febrero de 1966. Lectora, amante de las artes, en especial del cine y la música. Ha cursado estudios de arte dramático, análisis de texto, dramaturgia, técnica de guion para cine y televisión, técnicas de voz para el actor: dicción y foniatría.
Ha publicado el poemario «Las pequeñas esencias», una obra de cien poemas cortos. Reflexiones en verso sobre el amor, desamor, soledad, ausencia, como muestra de su actividad interior y compromiso con todo cuanto la rodea.
«Japonismo», su nueva publicación, es una toma de contacto con la poesía japonesa a través de varias de sus composiciones poéticas: tankas, haikus y senryus, así como los secretos de su temática y la sutilidad de sus mensajes.
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Soy
Soy
el rayo de luna
que platea los campos;
la brisa que mece las olas
vistiéndolas de espuma.
Siempre
la flor que se marchita
ante la sepultura;
el grito profundo
en el silencio de la noche.
Como
el misterio que aviva
la fragancia de primavera;
el frío de la escarcha
cuando tu alma arde.
Aquella
que vive entre los vivos
y muere entre los muertos;
eco de un pálpito,
vibración del canto.
Que
contener quisieras,
elemento de agua;
a quien buscas
cuando no hay calma.
Soy.
Siempre como aquella que soy.
Éxtasis
La sangre
se hizo espuma.
Un borbotón rojo
asoló el corazón.
Y se hizo playa,
arena blanca,
inmensidad azul.
Una gaviota
voló libre entre sus venas.
Adornó el olvido
con un caracol de nácar.
Y se entregó,
gozosa de su causa,
al viento mistral
que en sus cabellos jugaba.
La sangre –otra vez la sangre-,
se hizo océano…
¡Qué éxtasis lleva la plenitud
del último momento!
LXXIII
Fui ellas,
aquellas que beben rosas.
Todas ellas,
las que paren soles y viven en la sombra.
Fui ellas,
aquellas,
vosotras, nosotras.
Todas,
las que dejan entre libros
suspiros, camelias y amapolas.
Las que mueren por la tarde
y resucitan en la mañana.
Fui ellas, por todas nosotras.
-De “Las pequeñas esencias”-
El animal
Los hay que cada día
ensayan su muerte.
Tal vez rememoren
plácidos vaivenes
en el líquido amniótico.
Otros, sentados en erosionados
escalones de piedra,
conjuran contra los necios
y enarbolan palomas por bandera.
Hay quien tras un mal día,
destroza un bar
en una pésima borrachera.
Le miran y le rehúyen,
con temor a contagiarse.
Muchos, en la privacidad
de su coche,
gritan insultos hacia
las personas de su entorno.
A estos casi les sonreímos.
Quién no lo ha hecho.
Hay una raza casi extinguida.
Son especímenes que caminan
tranquilos, sonrientes.
Les miramos, no con envidia,
con desconfianza.
Porque nos recuerdan
demasiado a quienes fuimos,
cuando creíamos que el mundo
era seguro, y nosotros,
no éramos aun el animal
que llevamos dentro.
Poema a corazón abierto
Quedarán:
tus huellas,
indelebles en mi vida.
Cada palabra y caricia
en el aura de mi alma.
Cada mirada
tuya en la mía.
Quedarán:
Nuestras dos playas
-mediterránea y atlántica-.
Nuestras noches
íntimamente abrigadas.
Cada suspiro,
cada alegría y lágrima.
Para siempre,
tu recuerdo, reverberando en mi silencio.
Descansa ya, amor… Descansa.
(A Manel: en tu memoria)