Un Tipo de Interés por Carmelo Guillén Acosta
En realidad, un tipo de interés es Pepe Cenizo, el autor de estos relatos, que se suceden ininterumpidamente, y que no dan siquiera ocasión al reposo. El librolo constata pues, tras el título Tipos de interés, no sólo se suceden historias sino una biografía imaginativa, aparentemente estrafalaria, abierta a distintas orientaciones literarias, cargada de presencias diversas, continuas. Nada que ver, por tanto, el título con un lenguaje economicista o comercial. Detrás de esos tipos hay que leer: individuos, personajes, o algo así, que al autor le han parecido singulares, únicos, como lo es él. Paradójicamente, el relato de su propio ejercicio vital es el que falta en esta colección de textos, porque él también resulta, o me resulta, tan peculiar como esas personas de las que habla. En su caso, por bondadoso. El mío también falta, probablemente. Depende hacia dónde dirija el autor el zum de la mirada, y con qué intención.
Vuelvo al libro. Anuncio: estos Tipos…me atraen mucho; se leen muy bien; hacen lectores. Creo que Pepe ha acertado en la extensión de los textos, en el ritmo de la prosa y en el lenguaje, más próximo a la cotidianidad, y a veces a la lírica, que a la lengua culta. A ese juego imaginativo hay que sumar vulgarismos, humor, ironía, irrealidad, y un modo de construir con frecuencia repetido: lanza una primera idea en una frase generalmente breve y, luego, la desarrolla: «Había sido condenado a muerte», «Llevo varias horas muerto», etc. Por otra, parte, muchos relatos tienen contenidos que conciernen al momento de la muerte, o de la trasmuerte, o de la invisibilidad, o de la identidad, o el de la perdurabilidad, o del mal. Y entre todos los temas, mi preferencia va por uno, tal vez, que surge de la frontera entre la bondad y la crueldad, en la línea de lo que escribía Flannery O´Connor, tan proclive a mostrar comportamientos humanos cargados de inclemencia. En ese terreno, el texto más exquisito y recomendable del libro es «El caballo de Juan el Jorobao». Para mí, el más desgarrador, el más poderoso, el que me hubiera gustado escribir sin duda. Vale la pena volver sobre él, porque es la obrita maestra de esta colección de relatos. En la misma órbita, aunque no tiene la intensidad, frescura y espontaneidad del anterior,está «El cielo analfabeto», donde se contrapone la amarga y desazonadora realidad a la bondad de un joven personaje universitario. De otra índole son otros relatos, con valores distintos y resultados menos fecundos; por ejemplo, entre esos, me interesan menos «El hombre que no tenía ombligo», de orientación kafkiana, y otro del mismo jaez ―cuyo nombre no recuerdo― en el que, tras los delirios de los protagonistas, se resuelve el cuento con la acostumbrada idea final de «se despertó de aquel sueño».
Sinceramente, insisto, esta batería de textos es muy digna, ¡Muy digna!, ¡de magnífica calidad! No así, en cambio, la edición: nada cuidada. No entiendo, tal y como se editan hoy libros, que no le llegan ni en interés ni en calidad a este de ahora, que Pepe Cenizo se haya decantado por esta editorial ¡Si no fuera por el peso del trabajo de su autor! Para empezar, el editor, para ahorrárselo, se ha comido el colofón; ha escrito guiones cortos (-) cuando procedían largos (―); además, ha redactado una contracubierta con faltas de ortografía y una indigna solapa, también con faltas de signos de puntuación. ¡Lástima! El lector, pese a estos sinsabores de la publicación, salva la lectura del libro imbuyéndose en sus agilísimos contenidos, en su prosa literaria. Por cierto, el primer relato se abre: «Lucía amaba los trenes». ¿Lucía? ¡Tendría que ser María, no Lucía, ¿no? El personaje del relato es una tal María.
Con esta colección, entra Pepe, un tipo singular, en la nómina de los autores de relatos más valiosos de nuestra tierra. Sabe que lo digo convencido.Vaya desde aquí mi enhorabuena por tanta pasión hacia la escritura prosística hecha verdad impresa. Esperemos que no sea un punto y aparte en la actividad creativa. Todas las primeras partes, al menos, merecen como mínimo otras segundas. Seguro. Las espero de Pepe.
Un Tipo de Interés por Carmelo Guillén Acosta