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Umbrales de otoño
Por Francisco Vélez Nieto
Mariluz Escribano Pueo
Umbrales de otoño
Poesía Iperión
Sumergirse en la ternura, belleza y armonía poética, bajo Umbrales de otoño-primavera de Mariluz Escribano Poue guiado por el lúcido, rico y didáctico estudio preliminar de Remedios Sánchez García profesora del Departamento de Didáctica de la Literatura de la Universidad de Granada, estimula desde el primer poema a la lectura promovido por el valor extraído de la hondura de los versos que componen Umbrales de Otoño. Lograda suavidad lírica que emana emoción e interioridades, aquellas que se han mantenido vivas en la memoria y cuya andadura discurre por senderos poseídos de un intimismo de temblorosa lírica.
Todo un paisaje otoñal que semeja una sonata de otoño. tierno temblor en desnudos endecasílabos delicadeza que muestra la docilidad de sus versos invitando a discurrir por los recuerdos tallados en lo más recogido dolor, solidario y emotivamente humano: “Como un a luz extraña que inundara / la casa de alegría / mi madre trabajaba entre papeles, / libros, / lapiceros / y bordados / El tiempo, escondidos en los relojes, / daba su son pausado” Son los primeros tonos de este otoño entre umbrales que desde su tronco familiar extiende hacia las alturas dos suaves y elevadas ramas meciéndose lastimadas de dolencia luctuosa, tierna palpitación, imagina al padre ausente que ella no pudo conocer por la violencia del terror enfebrecido de la miseria humana plagada de odio y envidia.

“Los ojos de mi padre, / los ojos de mi padre, / mirándome en la patria cereal de los trigos, en un tiempo de cunas / mecidas por el viento de la guerra, / mirándome en la patria cereal de los trigos, / en un tiempo de cunas / mecidas por el viento de la guerra” No exige el poeta venganza, pero si vivencia por lo acontecido en la tela de araña del dolor y el recuerdo: “Las manos de mi padre / tocan mi cuerpo y cantan, / y yo se que me acunan / con nanas de caballos / con la salmodia triste del judío”
Secuencias que se van sucediendo engarzadas de las ramas que esparcen luz de memoria, historia existida: “En las luces inquietas de la tarde, / al borde de la noche / vamos pisando hierbas, territorios” Y el padre le nombra a las palomas con “El calor confortable de su sangre”. Sangre cruelmente derramada que su madre le ha ido sin ira desgranando como si fuera un cuento de hadas que le acompañará toda su existencia. Y canta su poema: “ha venido el otoño, ¿lo recuerdas? Madre, ¿te acuerdas del otoño / ultimas rosas de la Huerta, / los álamos dorados, aquel prado”, sabores que parecen resucitar a Federico García Lorca, otra injusta muerte, dado que: “En la luna buscamos sus huellas, / en el piano la flor de sus canciones, / en los búcaros las hojas del otoño, / en esa luz desvaída que reside en el sueño” Es el monólogo de la íntima soledad lo desnudando sus poemas “Con esa claridad del frío / con que algunas palabras envejecen, / dejando los espacios del silencio / en relojes de arena / las soledades llegan y se instalan / en las conversaciones” Por que todo este caudal armónico del sentir, recordar pasaje de dolor y espera del amor necesitado de compañía “En una ciudad con nombre de granada” amada y dolida.
Camina la andadura sigilosa que observa con su mundo y esqueleto, en un costado sus vivencias, la mujer poeta de silenciosa y dulce arquitectura, apenas una queja que su voz denuncie furia, envolviendo el dolor y la nostalgia del amor bajo el manto de desnuda belleza solitaria acariciando toda contemplación sentida y deseada. “Bajo el sol y la lluvia / de este otoño imprevisto / , camino por las calles de Granada, indocumentada y triste, / sin huellas digitales, / sin un papel que diga / mi nombre y mi estatura / , con los escaparates ciegos / y una nostalgia azul en la mochila” Maternidad de los sentidos, cuánto dolor dado a la luz por su medida van deshojando sus versos calle tras calle, esquinas, jardín y arrayanes, campo abierto, alta mirada hasta subir a las copas de los árbol que es la vida su dolor y amor desangrado a medio camino: “ A sal saben mis labios cuando digo tu nombre, / a campo abierto, a tierra / a surco campesino, / a trigo edificado con lluvias invernales, / a fresca hierba azul adumbrada en los campos”