Tzili, la historia de una vida, de Aharon Appelfeld: el sino de un pueblo

Tzili, la historia de una vida, de Aharon Appelfeld: el sino de un pueblo

Pedro Luis Ibañez Lerida

Tzili, la historia de una vida, de Aharon Appelfeld 

el sino de un pueblo 

 

Pedro Luis Ibáñez Lérida

                        A final de 2012, concretamente en el mes de noviembre, un libro colmó las expectativas que de él se esperaban por la agitación  que generó su publicación. Con ventas que excedieron el medio millón de ejemplares y amplia repercusión  – durante más de dos mese ocupó el primer lugar en la lista de superventas de Der Spiegel– en portadas de revistas y suplementos culturales. Ha vuelto es el título con el que el periodista Timur Vernes ha bautizado esta sátira sobre la figura de Adolf Hitler con relación a la sociedad alemana actual. El siniestro fundador del nacionalsocialismo resucita, tras un largo sueño de 66 años, el 30 de noviembre de 2011, a campo raso en el extrarradio berlinés. A partir de ese momento el Führer se convierte en un perspicaz observador de las herramientas sociales que el umbral del siglo XXI le ofrece. Y si bien la interpretación de la realidad la analiza en la clave histórica de 1940, hay un fondo con cierta vigencia en el que la habilidad de éste le procura el fulgurante camino a la dimensión mediática. El autor plantea al lector, sin ambages ni retóricas, que las aseveraciones del ideólogo del Holocausto en su inesperada vuelta, pueden ser asumidas nuevamente. Su nueva y gris actividad como vendedor de periódicos, da un giro de 180 grados cuando una productora de televisión lo descubre y encumbra a la inmediatez del éxito auspiciado por la audiencia y las redes sociales. Y es ahí donde saca el mayor partido para su causa. Comprueba con enorme satisfacción que se halla en el lugar idóneo, donde el pensamiento totalitario es inherente a lo que aquéllos, producen en su quehacer y virtud comunicativa. Y que no son otras que la acusación, el engaño y el control de las personas. El concepto de “Vergangenheitsbewältigung” –la superacióndel pasado a través de su revisión permanente- obliga a ese constante y habitual chequeo del ánima germana y el halo trágico y exterminador que la domeño hasta llegar a las consecuencias que todos conocemos.  Vermer no duda que, hoy por hoy, Hitler tendría una acogida nada fría, más bien tibia y complaciente, “Si tantos le ayudaron a cometer sus crímenes fue porque les gustaba. No se elige a un loco. Se elige a alguien que atrae o al que se encuentra admirable

                        Amos Oz, en el discurso pronunciado al recoger el Premio Kafka en 2013, señalaba  que “Israel es un campo de refugiados. Palestina es un campo de refugiados. El conflicto entre israelíes y palestinos es un choque trágico entre dos derechos, entre dos antiguas víctimas de Europa. Los árabes fueron vícitmas del imperialismo, del colonialismo, la opresión y la humillación. Los judíos fueron víctimas de la persecusión europea, de la discriminación, los pogromos y, al final, una matanza de dimensiones nunca vistas. Es una tragedia que esas dos antiguas víctimas de Europa tiendan a ver, cada una en la otra, la imagen de su pasada opresión

                        La Feria del Libro de Guadalajara -Méjico- en su última edición, acogió como país invitado a Israel. La remembranza dramática de su tránsito europeo, tras la Segunda guerra Mundial hasta su proclamación como estado, la guerra larvada que mantiene actualmente con Palestina y el permanente y caótico equilibrio regional, ha condicionado sus cánones literarios. En un apasionado afán por construir una identidad nacional, la literatura es, según afirma  David Grossman, “una consecuencia de una existencia extrema, el miedo por la posibilidad de tener o no un futuro. La intensidad de nuestra literatura proviene del miedo existencial que alguien definió hace algunos años  como la vida en el  filo de un abismo“.

Portada de Tzili, la historia de una vida, de Aharon Appelfeld, Galaxia Gutenberg. Círculo de Lectores. Traducción de Raquel García Lozano                        Tzili, la historia de una vida –Galaxia Gutenberg. Círculo de Lectores. Traducción de Raquel García Lozano- contiene la proporción justa y equilibrada de una historia que trasmina ese olor persecutorio a amenaza mortal y que, sin embargo, logra sacudirlo desde la entereza que procura la fragilidad de una niña retrasada, como así la califica el propio autor. Calificación que culmina la definición del personaje marginada en su propio núcleo familiar, “Como era pequeña y flaca y no suponía un estorbo para nadie, se olvidaban de su existencia“. La percepción de Tzili ante el mundo que le rodea, le hace construir un mundo aparente al que se enfrenta con silenciosa abnegación,”A veces Tzili era olvidada, sin embargo en el colegio, en medio de todos aquellos niños cristianos, era humillada y ridiculizada. Qué extraño: ni lloraba ni pedía clemencia. Se dirigía cada día hacia su cámara de torturay recibía su ración de ofensas“. Es la hija menor de una familia judía que en el invierno de 1941 abandona su hogar ante el avance de las tropas nazis. Con un desdén incomprensible y despiadado sus familiares la abandonan a su suerte, “Cuando comenzaron las hostilidades, todos huyeron y dejaron a Tzili al cuidado de la casa. Pensaron que a una niña pequeña y débil no le ocurriría nada malo y que, hasta que pasase la tormenta, ella cuidaría de la propiedad“. A partir de este momento inicia un periplo incierto que le lleva a mendigar para subsistir y a suplantar el perfil de una de las hijas de la prostituta más famosa  de aquella comarca, La María, de la que “Jovenes y viejos, requerían sus servicios. Incluso los judíos que llegaban en la estación estival“. Conforme la narración avanza los detalles de la tragedía van adquiriendo ese rumor sordo y luctuoso que acompaña a la menuda protagonista, “Están matando a los judíos”, “Han expulsado a los judíos, y también los han asesinado“, “-¿ Y las casas? ¿Qué ha pasado con las casas? -Los campesinos las han saqueado -¿Qué dices? ¿podrías conseguirme allí un abrigo de invierno“. En su larga, cansina y dolorosa travesía fugitiva, recorrerá el bosque y solicitará ayuda a los campesinos, incluso trabajará para alguno de ellos. De los que recibirá indiferencia, maltrato, castigo, abuso, desprecio y discriminación. Conocerá la despiadada versión de la humanidad que no oculta su desesperanza y la evidencia con el trato más infame hacia el más débil. Vivirá por un tiempo en  la casa de una viejísima prostituta, Katerina, que espera la muerte en soledad. Es la imagen de la exclusión, “Era una casa pobre, tan pobre como el establo de al lado. Y en el patio: unas cuantas tablas de madera, una valla a punto de caerse y plantas descuidadas. Así eran las casas situadas fuera del pueblo donde vivían juntos los leprosos, los locos, los ladrones de caballos y las prostitutas“.

                        La luminosidad de la obra prende desde el mismo inicio. El guiño a los cuentos infantiles con un tono enigmático, ingenuo y sencillo, “La historia de Tzili Kraus tal vez no se deba contar. Su destino fue cruel y sin gloria y, si no hubiese ocurrido, seguramente no la habríamos contado. Pero como ocurrió, no podemos seguir ocultándola“, atrapa al lector en atención a la narración lineal que se ofrece solícita, pero que no adolece de un sentir de cuerpo vivo que nos estremece por la versatilidad que es capaz de registrar y describir. El lector encontrará en estas páginas una esmerada y laboriosa escritura al adoptar como estilo la amplitud desde la concreción. Una característica que deriva de la ascendencia sobre el autor de la tradición biblica hebrea.Rasgo que a diferencia de Chéjov no está condicionado por la economía de  subsistencia, ya que en el caso del autor ruso cobraba por línea escrita. El autor cuya lengua materna era la alemana y emigró con trece años a Israel, sólo pudo cursar el primer curso de enseñanza primaria, “el hebreo se convirtió en mi primera lengua escrita puesto que era demasiado pequeño para escribir alemán“. De ahí que recoja en su ideario literario este sentir, “En la Biblia hay frases muy cortas (…) yo sigo esa tradición. Soy minimalista por naturalezae intento decir lo máximo con frases breves“.

                        Antonio Muñoz Molina reflexiona sobre la capacidad de anotar la realidad en la fugacidad de un instante fotográfico, “Frente a la literatura, que imita el flujo vital y verbal de la memoria, la fotografía es la condensación o el paroxismo de la mirada, del arte cotidiano y dificilísimo de mirar las cosas con los ojos abiertos“. En esta obra rebosante de emoción y ternura pero asolada por una dureza hiriente como cristal de diamante,  las imágenes se superponen a su vida literaria y se erigen troqueladas. “La fotografía nunca ha podido o nunca ha querido renunciar a lo real“, reitera el novelista jiennse. Narrativas como esta no renuncian a la realidad, que transmiten con poderosa plasticidad en un duelo permanente por mostrarla con pasmosa sencillez.

Aharon Appelfeld, autor de Tzili, la historia de una vida
Aharon Appelfeld

                        Aharon Appelfeld -Zhadova, Rumania, actualmente Ucrania, 1932- afirma que “Mi literatura no es un testimonio del Holocausto. Sólo trato de comprender lo que me paso interiormente“. Superviviente del campo de exterminio de Transnistria, al que fue deportado junto con su padre, tras el asesinato de su madre del que fue testigo con 8 años, y de donde logró escapar, “Cuando alguien crece sin madre se convierte en alguien más alerta respecto a los demás. Tienes que escucharlos porque dependes de ellos. En mi infancia, como cuento en Historia de una vida, me adoptaron los criminales sin saber que era judío. Vivía con ladrones y prostitutas, gente de los márgenes. Estaba en sus manos y tenía que comportarme como ellos y estudiar su naturaleza. Ésa fue mi escuela y en ella aprendí el significado de la vida. Adoptaba a padres y a madres para no ser huérfano“. Durante tres años vivió en los bosquesde Ucrania, “En 1944, a la edad de doce años, los rusos liberaron el área donde vivía y me integre en el ejército ruso como ayudante de cocina. Fue una gran experiencia y se portaron bien conmigo. Tenía comida y la gente no quería matarme“. En 1946 emigra a Israel, no sin antes malvivir en distintos campos de refugiados en las costas de Italia y Yugoslavia, donde es profesor de Literatura hebrea en la Ben Gurion University, en Negev.

                        La memoria es algo solido y la imaginación te lleva a todos los lugares que existen y que no existen. Evidentemente la carga existencial del autor impregna esta obra de principio a fin. La mirada de Tzili concreta y sintetiza el terrible espectáculo de la degradación del ser humano, pero sobre todo sus debilidades que lo reducen a la mera demostración de la humanidad, tan esplendente como siniestra. La dualidad del alma se contiene en este proceso en el que la inocencia y la ingenuidad de la infancia y la discapacidad psíquica -que añade ese desprendimiento de lo mundano de la protagonista-, rila el objeto del deseo más fuerte que es la propia vida. Una vida apegada a la naturaleza sabia y recomponedora, “… sobre todo había aprendido las propiedades de los vientos y de las aguas. Conocía los vientos del norte y las aguas frescas del río“. El hilo de la esperanza bulle en su vientre fecundo. Mark, fugitivo de un campo de exterminio, convive con ella pasando por diferentes grados de locura transitoria. La culpa lo corroe, “Él había escapado y había dejado a su mujer y a sus dos hijos aún con vida. Intentó arrastrarlos por el estrecho pasadizo que había escavado con sus propias manos, pero tuvieron miedo“, el miedo lo consume, “El miedo destruye al hombre“. Finalmente se libera  al procurarse el alivio de la muerte, “La muerte no es tan terrible como parece“. Como significa George Steiner, “Los árboles tienen raíces, yo tengo piernas“, Tzili emprende el camino que le unirá al destino de todo un pueblo,”Los largos años de guerra y la humedad emanaban de sus cuerpos mohosos (…) Estaban tan delgados que, al trasluz, parecían casi transparentes“.

                        El destino es un sueño pero también un rompimiento, una quebradura. Así sentencia una mujer superviviente de los campos de concentración, que se niega a partir hacia Palestina, “La muerte nos perseguirá en todas partes. Nunca más tendremos descanso“. La escritora y poetisa  alemana, de ascendencia judía, Nelly Sachs -Berlín, 1891 – Estocolmo, 1970-, Premio Nobel de Literatura en 1996, desde un misticismo realista expresa “¡Hoy ruiseñores en todos los bosques de la tierra! / herencia alada del pueblo muerto, / indicadores de camino de los corazones rotos, que os llenáis durante el día con lágrimas, / sollozad, sollozad fuera de la garganta del silencio terrible ante la muerte“. Es la conciencia y belleza del verso uncida al dolor de la tragedia, pero también a la advertencia “Para que los perseguidos no se vuelvan perseguidores“. Appelfeld, autor de más de treinta novelas            y que ha incursionado en el ensayo y el relato, desprende de su oficio literario un deseo no siempre satisfecho, “Sólo trato de comprender al hombre“. 

Pedro Luis Ibáñez Lérida

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