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Tres Meditaciones Irónicas
- ADORADORES DE LOS CUCHILLOS
Las máquinas son como los cuchillos. Los cuchillos son útiles, no cabe duda. Cortan la carne. Separan papeles, cortan el queso. Te abren lo que está demasiado junto. Te cortan la salchicha, los torreznos. Cuántas veces nos han servido los cuchillos.
Pero entonces todos se ponen a fabricar cuchillos. Fabrican un modelo de cuchillo cada media hora, hay que comprarlos enseguida. Inventan cuchillos con todo tipo de aplicaciones, algunos sirven de espejos, otros te rascan la nariz, otros te sirven para acariciar los testículos. Y te pasas todo el día mirando tus cuchillos. Solo te dedicas a ellos. Vas por la calle mirando el último cuchillo y no ves a tu tía. Ni escuchas la banda de música ni te enteras de que ha pasado la primavera. Ni siquiera te enteras del sabor del vino. Toda tu vida es el cuchillo.
De la mañana a la noche estás mirando cuchillos. Los comentas con otros, lees revistas sobre cuchillos, acuden a ferias de cuchillos. Llega un momento en que crees que el cuchillo es la solución para todo, todo lo que no resuelve un cuchillo no existe. Los fabricantes te inundan de cuchillos y tú ni siquiera te extrañas. Si a veces se te ocurre preguntar algo no sabes a quien hacerlo y las máquinas te mandan a Preguntas Frecuentes. Si consigues marcar el teléfono de una fábrica, te dice monocorde: opción 1, opción 2, ha llamado a la Fabrica Cuchillómetro, opción 1, opción 2.
Los expertos publican trabajos sesudos, Influencia de la cuchillología en la sociedad contemporánea, Epistemología de los Cuchillos, Qué hacer con los apocalípticos que plantean otra vida al margen de los Cuchillos. La Cuchillología emula al Cuchillismo como Salvación. Tipos con cara de listos te abruman con sus declaraciones: fuera de los Cuchillos todo es una pérdida de tiempo. La Santa Tecnología Divina, como la Cuchillología, lo arregla todo. Y tú tan inocente intentas leer a Proust.
- AHOGARSE EN CURSILERÍA
La cursilería siempre fue la deformación de la sensibilidad. Lo pringoso, lo vulgar, lo grasiento. Lo que empalaga y da ganas de vomitar. La falsa sensibilidad de pacotilla. Cuando se mira solo exterior, la fórmula. La letra que mata y no el espíritu que da vida. Estamos con la ostentación de no ofender de nadie, pero de manera ridícula, hinchada y falsa. Se ceban con el presidente de Canadá porque una vez se vistió de negro. Cuánta gente se vistió de asturiano, de gallego o de hawaiano. Pero no es que nos importe de verdad no ofender, es que queremos seguir la moda feroz, el calvinismo de cuchilla, la imposición hasta lo vomitivo. Cualquier cosa puede ofender a alguien, hacerle ronchas a alguien. Pero se nota lo falso e hinchado por todas partes. Como cuando estamos hasta las narices de alguien pero afectamos respetarlo y quererlo y lo atendemos de una forma paternalista y pesada. Se nos nota a la legua que esa persona nos importa un pimiento, pero lanzaríamos a la guillotina a cualquiera que nos pareciera ofenderla.
Y así creamos un comportamiento ortopédico y relamido, unos gestos de chafarrinón indigesto, un lenguaje de chismorrería infinita que lo recorta todo por peligroso. Hablamos como putas que simulan ser monjas. Todas nuestras palabras están satinadas, relamidas, rebuscadas. En los cuentos infantiles no podemos hablar del ogro, pobrecitos niños, no podemos nombrar a un gallego por si se siente ofendido. Tenemos que instaurar en todo lo artificial y lo exangüe. Y creemos que estamos progresando. Sobamos como putas obligadas a todas las razas y todos los pueblos y nos premiamos a nosotros mismos por lo puritanos que somos. Nos ahogamos en cursilería. Pero en una cursilería feroz y despiadada, que puede acabar con tu prestigio, con tu carrera, incluso con tu vida. Funcionamos como autómatas a los que han metido el programa de lo políticamente correcto. Y somos tan correctos como una cagada de plástico.
- EL PROGRESO CONSISTE EN ACUMULAR ARAÑAS
El progreso consistía en acumular arañas. Las empresas las fabricaban sin fin, la gente las consumía sin fin. Cada vez había arañas más sofisticadas, la gente no era nada si no tenía el último modelo de araña. Y generalmente duraban dos meses, luego había que sustituirlas por otras. Eso al principio, luego se cambiaban cada semana, cada dos días. Y la gente estaba todo el día inspeccionando sus arañas, no hacía caso de nada. Iban por la calle con sus arañas de mano y no miraban ni si pasaban los coches. Olvidaban a su abuela y al niño que llevaban en la espalda. Ah perdón, eran las máquinas.
Si cuestionabas un poco eso, eras un carca, un friki, un reaccionario. Daba miedo hacer alguna observación. ¿Y si miráramos el cielo de vez en cuando en lugar de las arañas? ¿Y si invitáramos a vermuth a nuestra tía? Ja, ja, ja, ya solo plantear eso era patético. Eras un individuo que estabas en contra del progreso, de la evolución de la Humanidad, de la carretera hacia el futuro. Tú decías: pero el futuro será lo que queramos, no tiene por qué consistir en acumular arañas, pero la gente decía: ja, ja. Y te miraba con conmiseración, pobre abuelo. Ah perdón, el futuro era acumular máquinas. Igual de kafkiano.
Comprabas arañas y arañas y ya no tenías donde meterlas. Ni tenías tiempo para hacer caso de nadie. Tu vida entera desaparecía para atender a las arañas. Cada media hora aparecía un nuevo modelo de araña y tenías que comprarlo o eras un anticuado. Ibas sin aliento de aquí para allá en busca de los últimos modelos de arañas y ni siquiera tenías tiempo de saludar a tu madre. Mi madre murió mientras yo hacía cola para comprar la araña 3zxblu en la tienda El Pernil Danés. Comprabas la revista Arácnida y dabas gracias porque al menos tenías las arañas de la última semana. Ah perdón, eran las máquinas. La gente se volvía sublime y devota de las arañas (perdón, las máquinas). A veces te entraba melancolía, querías releer a Proust, pero te decías: no quiero ser un reaccionario.
ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR
Georg Grosz : Autómatas
Tres Meditaciones Irónicas