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Sólo es real la niebla
Octavio Paz: Obra poética (1935-1998)
José de María Romero Barea
Octavio Paz (México 1914 – 1998) ocupa un lugar único en el mundo de habla hispana. Sin duda, uno de los intérpretes más autorizados del siglo XX, un pensador en la tradición de Unamuno, Ortega y Gasset, Borges y Alfonso Reyes. No en vano, es autor de ensayos tan importantes como El laberinto de la soledad (1950), Los hijos del limo (1974) o La llama doble (1993), que conjugan su labor como historiador de la cultura, ensayista político y antropólogo cultural. Y sin embargo, al leer su Obra poética (1935-1998) (Galaxia Gutenberg, 2014), se diría que la poesía es la fuente fundamental de sus ideas.
La colección comienza con Libertad bajo palabra, una extensa sección que incorpora la suma de su experiencia poética hasta 1957. Subdividido en los apartados “Bajo tu clara sombra”, “Calamidades y milagros”, “Semillas para un himno” “¿Águila o sol?” y “La estación violenta”, sus poemas ponen en evidencia la preocupación perenne de Paz por dotar de dimensión mítica a la experiencia personal. Uno de los largos poemas de la colección es “Piedra de sol”. De marcada influencia surrealista, su lenguaje es visionario: “Una mirada que sostiene en vilo/al mundo con sus mares y sus montes, /cuerpo de luz filtrada por un ágata/piernas de luz, vientre de luz, bahías/roca solar, cuerpo color de nube” (p. 225). A pesar de su naturaleza onírica, el poema constituye una búsqueda intencionada de inmortalidad que el tiempo niega por sistema al poeta: “sólo un instante mientras las ciudades, /los nombres, los sabores, lo vivido, /se desmoronan en mi frente ciega, /mientras la pesadumbre de la noche/mi pensamiento humilla y mi esqueleto” (p. 228). Los recuerdos y las atrocidades de la guerra se entrelazan con recuerdos de personas, lugares y eventos: “Madrid, 1937, / en la plaza del Ángel las mujeres/ cosían y cantaban con sus hijos, / después sonó la alarma y hubo gritos, / casas arrodilladas en el polvo,/torres hendidas, frentes escupidas/y el huracán de los motores, fijo”. (p. 232)
Durante este tiempo en México, también escribe una obra de teatro, recogida en este volumen, La hija de Rappaccini, adaptación del cuento homónimo de Nathaniel Hawthorne. Un joven estudiante italiano vaga por el hermoso jardín del Profesor Rappaccini. Un día decide espiar a la hermosa hija del profesor, Beatrice. Descubrirá, al mismo tiempo, la naturaleza tóxica de la belleza del jardín: “Corta una de las flores de nuestro árbol y dásela a tu enamorado. Puede tocarla sin temor. Y puede tocarte a ti. Gracias a mi ciencia – y la secreta simpatía de la sangre – sus opuestas naturalezas se han reconciliado. Los dos pueden ser ya uno. Enlazados atravesarán el mundo, temibles para todos, invencibles, semejantes a dioses.” (p.266).
La salvación por la historia a través del amor y la poesía parece ser una constante en el corazón romántico de la obra de Paz. Desde 1959, cuando regresa a vivir a París, la búsqueda de ser puro se extiende bajo la influencia de Mallarmé, de quien hereda su preocupación por la palabra poética y su esencia. El deseo de limpiar la palabra del limo del uso funcional conduce a los experimentos con resonancia fónica – constantes juegos de palabras, rima interna – y el diseño tipográfico: líneas espaciadas hacia fuera, estrofas suspendidas a mitad de la página, islotes de texto que actúan a modo de contrapunto, palabras exiliadas a un margen. Estos experimentos pueden ser revisados aquí en su más radical Topoemas (1968), un cruce entre de los caligramas de Apollinaire y los ideogramas orientales.
Después de su estancia en París, Paz es enviado a la India en 1962 como embajador de México. Allí completa otro de sus grandes poemarios, Ladera Este, donde se registran sus reacciones a un nuevo paisaje y una nueva realidad humana, una miscelánea que va desde las instantáneas de la naturaleza o bocetos irónicos de tipos sociales a largas meditaciones motivadas por los monumentos y lugares en los que, de manera sorprendente, como en “Felicidad en Herat”, el quietismo de la mística hindú es rechazada por una visión más dinámica de un mundo natural transfigurado en la “Perfección de lo Finito” (p. 375): “No bebí plenitud en el vacío/ni vi las treinta y dos señales/del bodisatva cuerpo de diamante./Vi un cielo azul y todos los azules, del blanco al verde (…) Vi al mundo reposar en sí mismo.”
En octubre de 1968, Paz renuncia al servicio diplomático mexicano en protesta por la masacre del gobierno mexicano de manifestantes estudiantiles en Ciudad de México durante los Juegos Olímpicos de verano. Busca refugio en París y no regresa a México hasta 1969. Una vez en México, funda la revista Plural (1970-1976) junto a un grupo de escritores liberales mexicanos y latinoamericanos. Más tarde, la revista es clausurada por el gobierno mexicano. De 1970 a 1974, es profesor en la Universidad de Harvard en los EE.UU., donde ocupa la cátedra Charles Eliot Norton. A su regreso a México, el gobierno mexicano cierra su revista, Plural, y Paz funda Vuelta, que continúa escribiendo y editando hasta su muerte.
Además de su poesía y ensayo, Paz también es traductor. Esta práctica acaba influyendo en una de las secciones incluidas en este volumen, los poemas colectivos “Renga”, “Festín Lunar”, “Poema de la amistad” e “Hijos del aire”, que Octavio Paz compone junto a Charles Tomlinson, Jacques Roubaud o Edoardo Sanguinetti, entre otros. Como él mismo explica en “Centro móvil”, prólogo a “Renga”, “Nuestro siglo es el siglo de las traducciones. No sólo de textos sino de costumbres, religiones, danzas, artes eróticas y culinarias, modas (…) la historia nos parece la traducción imperfecta – lagunas de la estupidez e interpolaciones de copistas perversos – de un texto perdido (…) La idea de la correspondencia universal regresa.” (p. 685).
Obtiene el Premio Nobel en 1990. Uno de los últimos apartados del libro, “Figuras y figuraciones [1991-1994]” contiene los poemas que Octavio Paz escribe a partir de las construcciones y cajas de su esposa Marie José, glosas a esos “objetos tridimensionales (…) conceptos visuales, enigmas mentales portadores, a veces de imágenes bizarras e inquietantes, otras, de percepciones irónicas.” (p. 633). “Aquí” es uno de los poemas más breves de ese libro, donde las palabras circulan en un espacio indeterminado entre el mundo material y todo lo que pueda estar más allá: “Mis pasos en esta calle/resuenan en otra calle/donde oigo mis pasos/ pasar en esta calle/donde sólo es real la niebla” (p. 656).
La ambiciosa selección que nos ocupa abarca toda su carrera. Esta reseña no aspira a tanto. Los lectores que se acerquen por vez primera al poeta mexicano podrán encontrar las principales características de su estilo: la autoconciencia sobre las palabras y sus significados; la pasión erótica; su dependencia de los nombres comunes; su sentido de autoridad. Los lectores familiarizados con la obra de Paz tienen una oportunidad única de disfrutar, en un solo tomo, de la variedad de las poéticas del mexicano: miniaturas haiku; vertiginosos poemas en prosa; odas abstractas; amplias descripciones de lugares en México, India, Afganistán, y Japón; respuestas florecientes a las artes visuales; largos y apasionados poemas. Galaxia Gutenberg ha revisado con mimo las distintas versiones para adaptarse a las revisiones de Paz, algunas a tres manos, y se suministran exhaustivas notas explicativas. Una rareza, en definitiva, un acontecimiento.
Sevilla 2014
Colección: Rústica
ISBN: 978-84-16072-10-1
845 pp. | 25 €
Fecha de publicación: 2014-03-26