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Significación de Ángaro
(Cincuenta años de una colección poética Sevillana: 1969-2019)
José Cenizo Jiménez
La historia de Ángaro empieza oficialmente en marzo de 1969 (no 1968 como erróneamente se dice en algunos estudios), fecha en que aparece el primer número de la colección, un modesto cuadernillo de apenas dieciséis páginas con portada en cartulina azul-celeste, cuyo contenido era el poemario Del corazón acelerado, de Manuel Fernández Calvo. En la segunda página de este número se lee: “Fundaron: Antonio Luis Baena, Manuel Barrios Masero, Concepción Fernández Ballesteros, Manuel Fernández Calvo, Tertulino Fernández Calvo y Mariló Naval”. Seis son, pues, según esta nota, los fundadores del grupo y de la colección.
Dieron el nombre de Ángaro a la colección, que quiere decir, en árabe, “hoguera en la atalaya”, que los poetas entienden en este caso como “señal de vida de un grupo de poetas que defiende su puesto”.
En febrero de 1970, coincidiendo con el número 7 de la colección (Animal de recuerdos, de José Molero Cruz), se incorporan al anterior grupo fundacional cuatro poetas más, como se lee en la correspondiente nota: “Se unieron: Mª. de los Reyes Fuentes, Rafael Laffón, José Mª. Requena, José Luis Tejada”. Se trata de cuatro importantes poetas andaluces, con lo que es indudable el enriquecimiento y el prestigio obtenido por el grupo con estas incorporaciones.
Un año después, en 1971, en tanto se publica el número 16 (Por la imposible senda de tu boca, de Juan Delgado López), a estos diez poetas se les añaden nada menos que siete más: Sebastián Blanch, Demetrio Castro Villacañas, José Molero Cruz, Arcadio Ortega Muñoz, Pedro Rodríguez Pacheco, Rafael de la Serna y Juan de Dios Ruiz-Copete. El grupo se compone, en este momento, pues, de diecisiete miembros. Se realza la firmeza de la colección con la novedad de una lista de suscriptores bibliófilos.
En 1972 fallece Manuel Barrios Masero, pero el grupo gana dos nuevos apoyos: Jesús Delgado Valhondo y José Luis Núñez. Dieciocho miembros quedan, en este año, en Ángaro.
Precisamente en 1972 Roberto Padrón propone a José L. Núñez y a Arcadio Ortega Muñoz fundar una colección aparte, “Aldebarán”. Esto implica que los dos poetas citados abandonan Ángaro. Como consecuencia, se reestructura éste: en el número 29, de junio de 1972, correspondiente a Aún no ha llegado ayer, de Francisco Mena Cantero, se lee tras el colofón: “Dirige: Manuel Fernández Calvo. Administra: Francisco Mena Cantero. En Secretaría: Inés Vizcaíno”. Desaparece el extenso grupo asesor, si bien continúa la relación de suscriptores bibliófilos, cada vez más numerosa y de mayor prestigio.
En febrero de 1973 se edita el número 32 (Desventurada vida y muerte de María Sánchez, de Julio Alfredo Egea), donde podemos leer: “Al cuidado de Manuel Fernández Calvo con Francisco Mena Cantero, Joaquín Márquez, Inés Vizcaíno y el grupo Ángaro”. En este último se entiende que están incluidos, aparte de los cuatro anteriores, los siguientes (hasta diecinueve nombres): Antonio L. Baena, Sebastián Blanch, Demetrio Castro Villacañas, Jesús Delgado Valhondo, Concepción Fernández Ballesteros, Manuel F. Calvo, Tertulino F. Calvo, María de los Reyes Fuentes, Rafael Laffón, Juan Sebastián López Sánchez, Joaquín Márquez Ruiz, Francisco Mena Cantero, Juan Mena Coello, José Molero Cruz, Mariló Naval, José L. Núñez, Arcadio Ortega Muñoz, Juan Antonio Sánchez Anes y Rafael de la Serna.
En 1974, algunos de estos poetas de Ángaro, encabezados por Joaquín Márquez, fundan la revista poética Cal. Márquez abandona Ángaro para centrarse en la revista, que cuenta entre sus fundadores, entre otros, a Antonio L. Baena, Manuel Fernández Calvo o Francisco Mena Cantero; es decir, gran parte de los dirigentes e impulsores de Ángaro.
En 1976 se une a la dirección de Ángaro el poeta uruguayo afincado en Sevilla Hugo Emilio Pedemonte. A partir del número 58 (Contra ceniza, de Luis Vargas Saavedra), la dirección del grupo está formada por Fernández Calvo, Mena Cantero y Pedemonte, e Inés Vizcaíno en la secretaría. Pedemonte se retira de su labor en 1978 (núm. 95). Así, desde entonces, la dirección de Ángaro, queda establecida de la siguiente manera: Manuel Fernández Calvo y Francisco Mena Cantero como directores e Inés Vizcaíno como secretaria. En el año 2000 se incorpora a la dirección de Ángaro el poeta y profesor Víctor Jiménez, que venía colaborando con ellos desde 1991. Más adelante, en 2007, el también poeta y profesor Enrique Barrero, coincidiendo con el fallecimiento de Manuel Fernández Calvo ese mismo año. Víctor Jiménez, Enrique Barrero y Paco Mena Cantero son los que han llevado adelante la colección hasta la fecha.
Ofrecemos una lista de todos los miembros del grupo Ángaro o animadores de la colección, aunque hayan estado en esa labor poco tiempo. Hacen un total de veintiséis poetas y los ofrecemos por orden aproximado de llegada o adhesión al grupo: Antonio Luis Baena, Manuel Barrios Masero, Concepción Fernández Ballesteros, Manuel Fernández Calvo, Tertulino Fernández Calvo, Mariló Naval, María de los Reyes Fuentes, Rafael Laffón, José María Requena, José L. Tejada, Sebastián Blanch, Demetrio Castro Villacañas, José Molero Cruz, Arcadio Ortega Muñoz, Pedro Rodríguez Pacheco, Rafael de la Serna, Juan de Dios Ruiz-Copete, Jesús Delgado Valhondo, José Luis Núñez, Francisco Mena Cantero, Inés Vizcaíno (en secretaría), Joaquín Márquez Ruiz, Juan Sebastián López Sánchez, Juan Mena Coello, Juan Antonio Sánchez Anes, Hugo Emilio Pedemonte , y, los últimos años, Víctor Jiménez y Enrique Barrero.
Si bien al hablar de Ángaro pensamos sobre todo en la colección de libros, también es imprescindible referirse al grupo Ángaro, pues, en realidad, el conjunto de poetas que impulsan, desde la dirección o desde el consejo asesor, a esa colección, actúa a efectos prácticos como un verdadero grupo, convocando actividades paralelas (presentaciones de libros, premios literarios, recitales varios…) y compartiendo, por encima de la necesaria individualidad enriquecedora, las líneas generales de la estética y la temática de los libros publicados por Ángaro y a las que nos referiremos más adelante. Así lo reconoce Miguel Cruz (1994:31), usando el término “grupo” constantemente, aun partiendo de la base “de que se trata de un conjunto bastante disperso de poetas, integrado por personas muy heterogéneas y con significación muy desigual, pues junto a nombres de resonancia nacional se encuentran otros que apenas han tenido repercusión”.
También estuvo detrás de los premios Tabladilla y “Nabí” (`profeta’, en árabe) para autores noveles, inéditos, patrocinado por María Paz Lancha de Sánchez Carrera. Pasó luego a llamarse “Ricardo Sánchez Carrera”, en honor de este hombre, marido de la patrocinadora, fallecido poco tiempo antes. En 1976 lo obtuvo Javier Salvago, que publicó así en Ángaro su primer libro (Canciones del amor amargo y otros poemas, núm. 59) de su prometedora entonces y hoy asentada carrera como poeta.
Fruto de la amistad con los poetas de Barro, ha surgido la colección Brevior a partir de 1990. Los responsables de esta coedición son Fernández Calvo y Mena Cantero (desde el año 2000 también Víctor Jiménez), por Ángaro, y Onofre Rojano y Enrique Soria, por Barro. Se han publicado tres números: 1.- Huellas, de Manuel Fernández Calvo, en 1990; 2.- La singladura, de Víctor Jiménez, con ilustraciones de Amalio, en 1994; 3. La herencia, de Manuel Fernández Calvo, en 2000.
En 1979, en colaboración con el poeta uruguayo Jorge Meretta, Ángaro crea la colección Cuadernos Perfiles de Poesía. Nudo sur en Montevideo (Uruguay), como Ediciones Hispanoamericanas de Ángaro. Se editan los libros Poemas de amor y otros dolores, de Walter González Penelas; Mar sin orillas, de Manuel Fernández Calvo; Alusiones, de Jorge Meretta.
Por último, la colección “Gurami azul”, de breve recorrido, con los títulos Espinela de las ocho provincias (1997), de Manuel Fernández Calvo, y, del mismo autor, Divertimento poético para una Navidad en el último cuarto de siglo (2000).
Aparte de los actos con motivo de la entrega del Premio Ángaro, el grupo ha organizado otros, entre los que destacamos el homenaje de los poetas sevillanos a Rafael Laffón, promovido por los poetas relacionados con Ángaro y Cal.
Ángaro ha tenido en general buena acogida crítica. Le han dedicado reseñas críticas o artículos, incluso libros o parte de ellos, críticos, profesores y estudiosos como José María Requena, Javier Sánchez Menéndez, Ramón Reig, Juan de Dios Ruiz Copete, Miguel Cruz Giráldez o José Cenizo Jiménez.
En cuanto a la poética, se identifica a Ángaro, con razón, con una línea temática variada, pero siempre “pero con una tendencia a la forma clásica, en cuanto a la medida, expresión…”, como señalaba el fundador Fernández Calvo.
Desde el punto de vista métrico, como señala el profesor Miguel Cruz Giráldez, es muy habitual que los poetas, en un mismo libro, mezclen las formas clásicas (sonetos, sobre todo, décimas, silvas…) con las populares o tradicionales (romance, sobre todo; nana, soleares…). Entre la formas clásicas más comúnmente usadas por los poetas de la colección, sobresale el soneto, clásico, endecasilábico, y muy rara vez alejandrino.
Este mismo estudioso de esta colección nos comenta que en el aspecto temático estamos ante una poesía en el ámbito de la poesía arraigada, semejante a la de la Generación de 1936, centrada, por tanto, en la poesía religiosa, el amor, la familia, los hijos, y, en fin, en la humanidad (amor, dolor, explicación del yo, solidaridad con los demás; en resumen, poesía como comunicación).
Por último, sobre el lenguaje poético, antirretoricismo, coloquialismo, sencillez trabajada, nos servirá para describir una buena parte de la estética reflejada en la colección, pero no se agotan aquí los registros. Ciertamente el culturalismo intenso y el experimentalismo provocativo tienen muy poca presencia en Ángaro.
Ángaro acumula en su haber muchos aspectos altamente positivos. No sólo fue “el primer aldabonazo en la conciencia adormecida de la ciudad”, como señalaba Ruiz-Copete, sino que su continuidad en el panorama poético sevillano hasta nuestros días, cumplidos ahora, en 2019 los cincuenta años de existencia desde 1969, es un milagro de empeño y de ilusión.
Ángaro ha publicado, hasta octubre de 2019, 165 números de su colección desde su fundación, correspondientes a casi la misma cantidad de libros. Los tres últimos, Página perdida, de Francisco Mena Cantero, en 2017, y Almenara de sueños, de Cecilia Álvarez, y Memorial de olvidos, de Raimundo Escribano, en 2019.
Estos libros, en su mayoría avalados por algún premio literario -entre ellos el mismo Ángaro de Poesía, subvencionado primero por El Monte y luego, tras unos años sin convocarse, por el Distrito Sur de Sevilla-, han sido escritos por nombres muy importantes de nuestra lírica andaluza o nacional: Manuel Fernández Calvo (fundador al que estudié a fondo en La palabra y la espera, núm 143 de la colección, 2007), María de los Reyes Fuentes, Francisco Mena Cantero, Alberto García Ulecia, José L. Núñez, Andrés Mirón, Joaquín Márquez, Manuel Jurado López, Javier Salvago, Rafael Laffón, Antonio Luis Baena, Julio Alfredo Egea, José Carlos Gallardo, Luis López Anglada, Concha Lagos, José García Nieto, Leopoldo de Luis, Antonio Murciano, Francisco Garfias, Joaquín Buxó Montesinos, Salvador Pérez Valiente, Ana María Romero Yebra, Juan Sebastián, Onofre Rojano, Ana María Fagundo, Manuel Gahete, José Luis Rodríguez Ojeda, Enrique Barrero, Pilar Paz Pasamar, entre otros. Hemos de destacar el libro de Miguel Cruz Giráldez, un estudio impecable de la trayectoria de la colección al cumplir 25 años, publicado en la misma en 1994 (núms. 116-117).
Poetas que gozan hoy de gran predicamento, como Mena Cantero, Joaquín Márquez, Manuel Jurado López o Javier Salvago, publicaron en Ángaro su primer libro. Asimismo, Manuel Barrios Masero y Rafael Laffón publicaron aquí el último de su vida.
El premio convocado desde 1970 por Ángaro se prestigia por la categoría de los componentes del jurado y por la talla de los galardonados -Julio Alfredo Egea, García Ulecia, García Nieto, Leopoldo de Luis, Antonio Murciano, Francisco Garfias, Manuel Jurado López, Manuel Gahete, Carlos Murciano, Joaquín Márquez, Luis López Anglada, Onofre Rojano, María del Valle Rubio Monge, Juan Sebastián, Jesús García Calderón, José M.ª Algaba, Jesús Tortajada, etc.-.
Aunque hay, como es natural, poemarios sin fuerza, la calidad media es muy alta, como corresponde a la categoría de los autores representados. Así, Ángaro ha sido y sigue siendo, como indica Miguel Cruz (1994:37) un buen lugar para “tomar el pulso a la poesía sevillana -y española- durante estos años, pues la colección se ha constituido en una plataforma para la difusión de la lírica en nuestra ciudad y en nuestro país”. Una buena prueba de la categoría de las publicaciones de Ángaro, y de su repercusión en el panorama nacional, es la concesión del Premio Nacional de Poesía a Igual que guantes grises, libro de Leopoldo de Luis premiado con el Ángaro 1979 y editado en la colección con el núm. 68.
A la altura de 2019 cumple cincuenta años, toda una hazaña para una colección de poesía sin grandes medios o respaldos mediáticos, y lo mejor, mira hacia el futuro con ilusión para acrecentar la colección y proporcionar nuevos logros a la poesía española apoyando a poetas que así lo merecen.
Me parece que se ha olvidado de señalar que Juan Mena fue el primer Premio de Poesía Ángaro en 1972 con Tierra escondida y que con su publicación se cerró el formato de cuaderno, para aparecer el de José Luis Núñez ya en libro.