Si desaparece Madrid

Si desaparece Madrid

Antonio Costa Gómez
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Si desaparece Madrid

    Uno piensa qué extrañaremos de Madrid si un día desaparece como desapareció Castroforte en “La saga-fuga de J.B.” de Torrente Ballester. O como desapareció Macondo en mitad de la lluvia. O como aquella ciudad del oeste en “La leyenda de la ciudad sin nombre”. O como Sodoma en la Biblia. Si un día viene un virus extraño, o un ataque desmesurado de extremistas-simplistas, o una epidemia inusual de tontería de los políticos.  Si un sol arrebatado y mítico se lleva la ciudad para siempre.

   ¿Echaremos de menos esa pintura erótica griega en una vasija del Museo Arqueológico, con la mirada metida en una caja y los testículos como último testimonio de vida? ¿Echaremos solo de menos el estanque del Retiro y los patos de varios colores en medio del agua confusa de sus sueños asombrados?

¿Echaremos de menos instantes de arrebato, pasión y confidencia en cualquier parque, de intimidad silenciosa en el callejón del Gato?  ¿Extrañaremos el Paseo del Prado,  un tipo argentino que toca jazz con su perro sentado en un banco, el perro con la mirada perdida como un gentleman inglés que destilase los desconciertos de la vida?.

    ¿Extrañaremos tan solo la estatua del rey Felipe IV en la Plaza de Oriente con el caballo levantándose en el vacío y con su bastón de mando afirmándose sobre la nada y el resplandor? ¿Extrañaremos a ese niño en el Paseo del Prado abrazando con furia y desesperación a la caracola sobre el agua loca? ¿O solo recordaremos ese mono metafísico volviéndose con  mirada interrogante hacia lo alto en el patio del Mercado de la Cebada?

     ¿Extrañaremos el Palacio de Cibeles con su dulce locura, o los puestos de libros de la Cuesta de Moyano, como símbolo de una civilización donde se leía, y se palpaban los libros de carne y hueso, y se los amaba? ¿Extrañaremos ese ángulo de delirio Art Nouveau en el edificio de la Sociedad de Autores?  ¿O esas estatuas de próceres abandonadas en los parques, porque ya nadie sabe quiénes son, ya que no se enseña Historia en los centros, y solo cuenta lo técnico y lo pragmático? (Aunque ¿qué puede haber más práctico que sentir que se afiebra el corazón cuando Emilia Pardo Bazán cuenta en “Insolación” cómo se dilata una mujer madura con amores nuevos en la romería de San Isidro?).

     ¿Extrañaremos los reyes godos en la Plaza de Oriente de los que tanto se burlaba la gente, pero que habían tenido unas vidas tan intensas y apasionantes? (Sin embargo, yo en remotas madrugadas me exaltaba en una buhardilla de Lugo leyendo sus vidas hasta el amanecer). ¿Extrañaremos los bares intensos y pálidos de Huertas, como el Repórter hasta que lo asesinaron? ¿O el Jazz Bar lleno de músicas de humo, con sus refugios circulares, donde una vez un amigo infatuado del diseño moderno frío y pijo y sin vida dijo que le parecía horrible?  ¿Extrañaremos esos locales por las Vistillas donde se perpetra con dramatismo hondo el flamenco?

    ¿Qué extrañaremos de Madrid si un día se esfuma como una idea?  ¿Tal vez ese árbol entusiasmado en medio de las casas asombradas de mi calle bajo un cielo atónito? Si un día todo se vuelve azul ¿extrañaremos el Puente de Toledo con sus figuras barrocas-inquietas sobre un río infantil?  ¿Extrañaremos los árboles y las casas arrebatadas en un instante secreto, nuestro tiempo por las calles del barrio de los Austrias, el vibrar de los restaurantes de la calle la Cava cuando llega la noche?  ¿Extrañaremos el reloj que marca en la Plaza Mayor nuestro tiempo atormentado, el único tiempo que tenemos,  en el cual nos besamos y nos contagiamos  la vida?   Espero que sea eso y millones de matices más. ¿Extrañaremos la maleta de Úrculo en la estación de Atocha ese viajero que siempre se despide y siempre encuentra sin prejuicios a la gente? ¿O la maleta y los  zapatos de otra escultura de Úrculo en el El Corte Inglés que nos recuerda que somos  tan frágiles y tan intensos?  ¿Extañaremos al Demonio de Bellver en el Retiro con su manera romántica de enfrentarse a la altura que aplasta, con su rebeldía byroniana, como si lo esculpiera Wlliam Blake?  Espero que sea eso y millones de matices más en la atmósfera de los gatos de Madrid.

ANTONIO COSTA GÓMEZ

Foto: Consuelo de Arco

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