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Sencilla Historia de dos Niños que Querían ser Escritores
(ENTREVISTA AL POETA JUAN PEÑA SOBRE SU TRAYECTORIA POÉTICA CON MOTIVO DE SU NUEVO LIBRO, YACIMIENTO)
JOSÉ CENIZO JIMÉNEZ
INTRODUCCIÓN
Si miro entre la niebla de los años, a la altura de estos sesenta que han llegado como un soplo, puedo ver a dos niños de Paradas (Sevilla) que empiezan a amar la lectura y a querer escribir alguna poesía. Van a la biblioteca y apuran todos los libros que pueden. Ya adolescentes, siguen en ese empeño con más soltura, más base. Y en la juventud estudian los dos Filología Hispánica en Sevilla. Luego dan clase de Lengua y Literatura en instituto, escriben y publican varios libros, les sigue uniendo la amistad y aquel sueño de niños enamorados de la palabra.
Palabra que les salvará muchas veces del tedio de la vida, del decaimiento. Ahora se unen en esta entrevista, esta conversación de dos niños de sesenta años que, en buena parte, cumplieron su deseo. Uno se llama Juan Peña Jiménez, el otro, el que entrevista, colaborador de Luz Cultural, José Cenizo Jiménez, Juan y Pepe, dos niños que veo con nitidez a través de la niebla de los años, dos niños que soñaban con ser escritores.
ENTREVISTA

José Cenizo: Juan, cuando éramos niños y adolescentes soñábamos con ser poetas, escritores. En mi caso, creo que se debe a la existencia de una biblioteca pública en nuestro pueblo, Paradas, inaugurada en los años sesenta, cuando éramos muy niños (nacimos en 1961, en esa época en un pueblo pequeño no era habitual que hubiera biblioteca), porque en casa había pocos libros, aunque los pocos que había los miraba con delectación, sobre todo la poesía. En tu caso, ¿de dónde crees que viene esa ilusión, a qué o a quién se debe?
Juan Peña: Alguna vez he escrito sobre la biblioteca de nuestro pueblo, sobre lo que significó también para mi vida y mi interés por la literatura. Mi enfermiza timidez de niño me llevaba a buscar la soledad, que poblaba con aquellos libros.
José Cenizo: Luego soñábamos con publicar, claro. En mi caso, me he dedicado más a la investigación por estar vinculado como profesor además a la Universidad (varios de literatura y de flamenco) que a la creación (tres libros), tú sólo a la creación (poesía). Los dos hemos publicado unos cuantos libros a lo largo de los años. ¿Estás satisfecho con haber publicado varios libros, trece, en colecciones y editoriales de prestigio además? ¿Creías hace treinta o cuarenta años que llegaría a ser así?
Juan Peña: Si me pongo en la piel de aquel adolescente, sí, se han cumplido las aspiraciones que tuvo, que nunca fueron aspiraciones de triunfar en nada, sino de publicar sus cosas en ediciones cuidadas. Más que editoriales prestigiosas, buscaba que me publicaran con elegancia (con sobriedad y sencillez), sin filigranas ni colorines.
LA EDAD DIFÍCIL, VALENCIA, PRETEXTOS, 1989, PRIMER LIBRO DE JUAN PEÑA
José Cenizo: Tu primer libro es La edad difícil, editado por la editorial valenciana Pretextos, en 1989. Lo publicas en una colección de poesía de prestigio en España. ¿Cómo fue esto y qué sentiste al empezar a publicar en colección tan respetada?
Juan Peña: Fue pura chamba. Mandé ese primer libro a varias editoriales, y Pre-textos fue la única que se ofreció a publicarlo.
José Cenizo: ¿A qué responde el título, a la adolescencia y primera juventud y sus dificultades quizá?
Juan Peña: Por aquel tiempo recuerdo haber leído “La vida fácil”, de Andrés Trapiello, y quise copiárselo, pero a la contra. Los poemas de ese primer libro mío hablan de un tiempo en que tenía que ayudar a mi padre en las faenas del campo y en su oficio de carbonero. Y estudiar para huir de eso. No, la mía no era una vida fácil.
José Cenizo: En el libro, para estar escrito y publicado con menos de treinta años, se observan algunos poemas como con enfoque de persona de más edad, quiero decir, con las reflexiones de cierto desengaño de la vida. ¿Es así como pose, algo común a la generación de los ochenta, o realmente un apunte muy biográfico y personal?
Juan Peña: Sí, en gran medida el tono de esos poemas era el tono propio de la poesía de aquellos años. No tuve, eso sí, que impostar demasiado la voz. Aquel tono, por otro lado, se avenía bien al fastidio que por aquel entonces, como ya te dije, entre el campo, la timidez y los estudios, era mi vida.
José Cenizo: En algún poema, como en “Melancolía” (p. 41) percibo alguna posible influencia de Eloy Sánchez Rosillo, el gran poeta al que tú me diste a conocer y que tanto significa para los dos y para tanta gente. ¿Conocías ya entonces su obra?
Juan Peña: No recuerdo el poema, pero sí, ya conocía lo que había publicado Eloy, y es evidente que en ese libro resonará la voz de los que podríamos llamar mis maestros. Resonará, y mucho, la voz de Javier (Salvago). En el caso de Javier la maestría no se limitaba a mi deuda con su poesía, sino a una maestría literal, pues Javier me aconsejó, me instruyó, me corrigió; su generosidad fue absoluta conmigo. No pude tener más suerte al contar con ese magisterio, ese aprendizaje de quien es ya para siempre una de las cumbres de la poesía española.
José Cenizo: ¿Con qué poema de este primer libro te quedarías? Particularmente, yo con “Llueve” (p. 40): “Tras el cristal mojado / mira en silencio el niño / la calle con sus charcos. // La lluvia es aquel tiempo / que suena en los tejados”.
Juan Peña: Quedémonos con ese, que es una manera de acompañarnos de otro maestro, Borges, y su lluvia que sucede en el pasado.
José Cenizo: ¿Qué repercusión de lectores y de crítica tuvo el libro?
Juan Peña: La que siguen teniendo todos mis libros: ninguna.
José Cenizo: Hombre, incluso has sido incluido en algunas antologías. Desde los poemas iniciales de este libro, como harás en otros, dejas claro lo que sería tu poética, tu visión de la poesía. ¿Cómo la definirías o describirías? Y dinos si crees que has sido fiel a ella en los demás libros de tu trayectoria?
Juan Peña: Me gustaría que fueran ciertas estas palabras que sobre mi poesía escribió un amigo del alma, Pedro Bohórquez: “Si hay algo que podemos destacar como esencial e inalterable a lo largo de toda la poesía de Juan Peña, es su lección de serenidad, de gozosa plenitud y jubiloso asombro, a sabiendas de cuanto de despiadado y doloroso ya nos dio y habrá de darnos la vida. Algo que igualmente ha permanecido invariable a lo largo de todos sus libros es el tono asordinado, entrañado y cordial (no exento de misterio y de sacralidad), que ha alejado siempre su poesía de esos otros tonos recamados, grandilocuentes, ululantes e ininteligibles”.
José Cenizo: En el libro hay una sextina, estrofa complicada a la que yo dediqué un libro de investigación, y donde aparece, claro, la tuya (y la de nuestro paisano Javier Salvago). ¿Por qué te decidiste a escribir una sextina?
Juan Peña: La sextina es técnicamente la composición estrófica más complicada y laboriosa de nuestra tradición literaria. Escribirla fue algo así como un ejercicio de dedos, una forma de comprobar si yo era capaz de hacer esas virguerías. Después creo que llegué a escribir una segunda sextina. Pero no incluí ninguna en mi antología. La verdadera poesía (la emoción) queda en esa estrofa muy supeditada ante tanto alarde técnico y conceptual.
SEGUNDO LIBRO: VIVIENDO CON LO PUESTO, VALENCIA, PRETEXTOS, 1995

José Cenizo: Viviendo con lo puesto, de 1995, también editado por Pretextos, es tu segundo libro. Un título coloquial, por cierto, pero que dice mucho de la intención de la obra y de su filosofía. Prosigues en él la mezcla de planteamientos elegíacos (el recuerdo de la infancia) y metapoéticos (poemas para definir tu concepción del acto creativo). ¿Qué quisiste expresar básicamente con este libro?
Juan Peña: Ese título remite al abandono de aquellas adolescentes aspiraciones un tanto románticas, esa búsqueda de mundos ideales, vagarosos e infinitos. El título era una forma de decirme: quieto y parao.
José Cenizo: En él hay un poema dedicado a mí, titulado “La Universidad” (p. 39), lo que te agradezco. Estuvimos, como dices ahí, viviendo varios años, durante la carrera, de Filología los dos, junto a otros tres compañeros, en diversos pisos alquilados en Sevilla. Al ser de un pueblo, Paradas, al menos entonces, allá por los inicios de los años ochenta del siglo pasado -cómo suena esto, caramba-, con escasas comunicaciones -no había autovía…-, teníamos que alquilar piso en la capital. Estudiamos mucho, qué remedio, pero también había tiempo, juventud, divino tesoro, para la fiesta y la alegría, claro. El poema es el siguiente:
LA UNIVERSIDAD
A José Cenizo
Los naranjos del barrio;
el piso donde vive
con otros compañeros;
el alcohol compartido,
sentados en un banco;
a los cines de ensayo los fines de semana;
las fiestas con muchachas, con poca luz o a oscuras
(y al fin siempre os quedabais a dos velas).
Recuerda aquellos años
y no siente nostalgia por un tiempo
en que no fue feliz ni desgraciado,
un tiempo que hoy se enciende
con la luz antipática de un flexo
sobre el libro aburrido en el que estudia.
¿Qué te motivó para escribir este poema?
Juan Peña: Frente a lo que de festivo hayan podido vivir otros compañeros en su tiempo de universidad, yo no lo viví así. Me agobiaba mucho tener que sacar buenas notas para mantener la beca. Y luego aquel carácter apocado y tímido. Me hubiera gustado ser más alegre y golfete.
José Cenizo: Te confieso que los poemas que más me gustan son, en general, los que rememoran la infancia, la primera juventud, cuando hablas del pueblo (Paradas, nuestro pueblo), tal vez porque como aquello de lo que hablas lo he conocido tan bien, éramos vecinos de calle, nuestras casas estaban una enfrente de la otra, he conocido a tu familia, he visto cómo el tiempo ha ido dejando las dos casas ya totalmente vacías, en fin…¿Es la infancia la verdadera patria del hombre, y por tanto del poeta, como dijo Rilke? ¿Está ya todo ahí y hay que hurgar, que volver ahí siempre?
Juan Peña: Creo que hay una infancia, esa que transcurre hasta los 7 u 8 años, una infancia que salvo destellos hemos olvidado, pero en la que experimentamos el asombro y la fascinación de la vida, del mundo, de los sabores, del tacto, de las tormentas, de las palabras. En esa infancia, que apenas recordamos, creo que se constituye gran parte de lo que somos. Después de ese tiempo ya empezamos con las obligaciones, las exigencias. Hablo de mi tiempo, claro. Yo me recuerdo de muy pequeño, supongo que con apenas 11 años, yendo a trabajar al campo, en unas horribles mañanas de frío en las que apenas, con los dedos agarrotados, podía abrirme o cerrarme la portañuela. Yo diría que mi verdadera patria es la jubilación. Ahora me siento el rey de esa patria del hombre. Antes siempre me he sentido un siervo. Ahora que lo pienso, tenía que haber nacido ya jubilado (risas).
José Cenizo: ¿Qué poema destacarías de Viviendo con lo puesto y por qué?
Juan Peña: Hay un poema que evoca una escena familiar que era para aquel niño, acaso excesivamente responsable, una forma del paraíso:
DÍAS SIN ESCUELA
Recuerdo que de niño era feliz
guardando cama por la gripe.
Todos se desvivían,
compasivos y tiernos,
para cumplir sumisos mis caprichos.
Yo exageraba entonces un tono lastimoso,
y en la penumbra de mi cuarto
se creaba una atmósfera mimada y desvalida.
Hoy vuelvo a aquellos días de la infancia.
El tiempo es muy espeso, apenas veo:
entre las vagas sombras de aquel cuarto,
sobre una desconchada y ya vieja mesilla de noche,
deja mi madre un vaso con zumo de naranja.
TERCER LIBRO: LETRAS FLAMENCAS, GRANADA, COL. LA VELETA, 1995

José Cenizo: El tercer libro es Letras flamencas, ahora en la colección La Veleta, que dirige nada más y nada menos que Andrés Trapiello, autor al que sé que le tienes devoción como lector. Sorprende que lograras publicar un libro de este tipo en una colección de poesía y además tan prestigiosa. No lo digo porque le falte calidad, claro, sino porque hay, y desde luego había en esos años, un recelo hacia lo que tú llamas letras flamencas, coplas flamencas en definitiva. Sé que le llamas así para distinguir las que están destinadas al cante, que se llaman coplas pero también letras flamencas, y letristas a los que las hacen, y las composiciones que hace un autor, como es tu caso, que usa la métrica y algunos recursos de las coplas flamencas, pero sin ser un entendido, ni mucho menos, del flamenco, del cante, y, por tanto, las haces más bien para ser leídas como cualquier otro poema. De todas formas, al final sabemos que ya algunas de ellas se han grabado. ¿Por qué letras flamencas y cómo fue lo de publicar en La Veleta de Granada?
Juan Peña: Cómo se puede ser autor de letras flamencas y no ser aficionado al cante. Parece contradictorio, pero en mi caso es todo lo contrario: en mi caso es absolutamente lógico. Pues fue, curiosamente, mi afición por las letras flamencas lo que me llevó a apartarme del cante. Yo descubro las letras leyendo un libro de Antonio Machado y Álvarez, Demófilo, el padre de los poetas Manuel y Antonio Machado, las descubro leyéndolas, y cuando me dispongo a escuchar flamenco para conocer nuevas letras, descubro que los preludios de la guitarra me impacientan porque lo que yo quería era escuchar la letra, y cuando llega la voz del cantaor compruebo que la voz oscura, desgarrada, esa especie de volutas que dibujan los melismas de la voz, todo eso me velaba la letra, me la oscurecía. Todo eso que es prodigioso y es la maravilla del cante, pero que a mí me ralentizaba la letra o me la ocultaba. Y al final siempre volvía a los libros de letras flamencas para leerlas.
El libro lo envié a Andrés Trapiello porque yo ya conocía la estima que Andrés tenía por lo que él mismo llama “poesía del campo”.
José Cenizo: Naturalmente, hay todo tipo de temas en estas letras flamencas. Yo sé de memoria y comento mucho a la gente dos de ellas, una sentenciosa, y otra de humor, ambas muy logradas: “Porque otros me adelanten / yo no soy un fracasado, / lo soy porque no llegué / adonde pude haber llegado” y “Mira si eres agarrao / que por no dar ni la sombra / te estás poniendo delgado”. Y otra más, de ducas o penas: “No te pongas a mi vera, / que esta penita que tengo / es penita que se pega”. ¿Con cuáles, dos o tres, te quedarías tú, o le tienes especial aprecio?
Juan Peña: “Para viajar me basta / recorrer con un dedo / el mapa de tu espalda”.
“No quiere irse a la cama / la luna. Y se pasea/ con unas braguitas blancas”.
“Si miro al cielo / ya soy el infinito / de lo que veo”.
José Cenizo: Usas estrofas de tres (soleá) y de cuatro versos (cuarteta asonantada o cantar), típicas de cantes como la soleá en el flamenco. ¿Por qué éstas y no, por ejemplo, la quintilla, típica de los fandangos y cantes derivados?
Juan Peña: Cuando escribo letras flamencas busco la mayor brevedad posible. Casi siempre, pues, escribo coplas de tres versos. Sólo cuando fracaso en mi intención de decirlo en tres, acabo escribiendo cuatro.
José Cenizo: En la dedicatoria que me dedicas haces otra letra: “De las cosas del flamenco / cuando usted quiera saber, / pregunte a José Cenizo / que él le sabrá responder”. Lo dices porque ya entonces escribía reseñas de libros y discos de flamenco, así como artículos y había publicado algunas coplas flamencas en un libro que coordiné y donde también estás tú, entre otros, Antología de coplas flamencas De la tierra al aire Fundación Machado-Gallo de Vidrio, Sevilla, 1992. Más tarde he publicado varios libros sobre temas flamencos: Antonio Mairena, didáctica del flamenco, la alboréa y la petenera, etc. Agradecido. Ya sabes que para mí desde poco antes de los veinte años, a partir de ver en directo al cantaor Miguel Vargas -luego le dedicaría un libro- en nuestro pueblo, es un “dulce veneno”, una pasión para toda la vida, pero para ti, ¿qué es el flamenco y qué experiencia tienes sobre él?
Juan Peña: Hoy sigo sin ser aficionado al cante pero sí que lo disfruto cuando lo escucho sin exigirle que tenga que entender la letra, de la misma manera que puedo disfrutar de una canción en inglés y no sé inglés.
Por otro lado me he hecho a la idea de que la voluntad del mismo cante acaso sea acallar la letra. Por qué, me digo, tantas veces no entendemos la letra cuando escuchamos un cante. Mi explicación es un tanto disparatada pero me gusta creérmela, me gusta creer que a veces la letra se rebela, y se oscurece y se enmaraña en la voz del cantaor, porque lo que quiere la letra es callarse y dejar de ser letra y dejar de ser palabra para ser un puro sonido de emoción.
CUARTO LIBRO: DÍAS CANSADOS, VALENCIA , PRETEXTOS, 1997

José Cenizo: Vamos con el cuarto libro, de 1997, Días cansados. De nuevo vuelves a Pretextos, editorial que se ve que te aprecia sobremanera, de lo que nos alegramos. ¿Has notado y de qué forma que ser un poeta con varios libros en Pretextos haya tenido un eco crítico más amplio?
Juan Peña: Ya te dije que ninguno de mis libros ha tenido ningún eco crítico, salvo las generosas reseñas que me dedican algunos amigos como tú. Claro que me hubiera encantado que se hubieran publicado mil críticas entusiastas de cada uno de mis libros, faltaría más. Pero que no sea así no me apesadumbra en absoluto. Mi vanidad y mi ambición se contentan con que mi libro se publique con sobriedad y limpieza. Y en eso he sido un privilegiado.
José Cenizo: En esta ocasión te estrenas como ganador de un premio de poesía, la XXIII edición del “San Lesmes Abad” del Ayuntamiento de Burgos. ¿Qué significó esto para ti?
Juan Peña: Esas cosas alegran siempre. Pero después de la alegría inicial me preocupó que el libro, publicándose fuera de una editorial de mi confianza, acabara siendo un libro feo. Al final pedí a los del Ayuntamiento que si lo podía editar Pre-textos, y aceptaron. Todos salimos ganando.
José Cenizo: De este libro, como de prácticamente todos los tuyos, hice reseña, que titulé “Desencanto y sencillez”. Ahí decía lo siguiente: “Con otros poetas coetáneos, coincide en el sabor elegíaco, el motivo del desencanto o la ironía distanciadora, así como la sencillez expresiva no exenta de cuidado métrico y formal”. ¿Estás de acuerdo?
Juan Peña: Totalmente de acuerdo, no porque hayas visto lo que yo ya sabía que estaba en el libro, sino porque gracias a tus reseñas yo aprendo a ver cosas de las que escribo sin premeditación, sin verlas yo mismo, pero que a ti no se te escapan. Gracias a lo que amigos como tú escriben sobre mi poesía, yo aprendo de mi poesía lo que no aprendería de otra manera.
José Cenizo: También escribía: “Juan Peña mezcla el hastío, lo decadente, lo irónico y el desencanto en poemas como el inicial y espléndido “Malos tiempos para la épica”, que termina “Ya nunca seréis nada. / Ignoráis la fuerza / de la heroicidad. / Y el más alto destino / que os reservan los tiempos / será arrastrar la vida / con cansancio y desgana” y
“Hay una ética e incluso estética de la infelicidad, no exenta de sutiles guiños irónicos: “(…) Tú sé valiente y sufre. / Desdeña la dulzura y los placeres, / esos lazos y trampas con que atrapa a los débiles / la vida” (p. 12). Habla en otro momento de “ese raro prestigio de estar tristes” (p. 15). El brevísimo y conseguido poema “La luz” dice mucho sobre el pensamiento del poeta: “Brillan las hojas del naranjo, / ajenas y olvidadas / del destino ruidoso y lamentable de los hombres” (p. 17). ¿Coincide con lo que quisiste expresar?
Juan Peña: Es curioso que esos versos de “La luz”, que hablan de la naturaleza y la humanidad, apuntan a una doble actitud que hoy me reconozco ante el mundo. Ante el mundo como naturaleza vivo encantado (disfrutando de mis sentidos, de la sensualidad), con un encanto que tiene algo de sagrado, de panteísmo; incluso, cultural y emocionalmente, de cristiano. Me duele, por ejemplo, que las instituciones municipales acaben derribando cruces, o me entristece que en las plazas de muchos pueblos los ayuntamientos hayan dejado de poner Portales de Belén en Navidad, cuando un Portal de Belén forma una parte tan emotiva de nuestra memoria y tradición, y representa los valores universales, más allá de la doctrina cristiana, de la justicia social, la bondad y la inocencia.
Ante el mundo como humanidad vivo un tanto desencantado: pienso en el rodar de los siglos, en los cientos de universidades que se han levantado, en las miles de librerías y bibliotecas que se han creado, en los millones de libros editados, para al final haber llegado aquí, a hablar con el todos, todas, todes. Savater lo ha visto muy bien cuando habla de un siglo XXI en el que las construcciones ideológicas de la política han arrasado con las construcciones racionales y el pensamiento crítico, cuando las consignas ideológicas y políticas acaban aniquilando a la idea, a la razón. Y pone el ejemplo de la consigna que nos lleva a usar la arroba (@) como síntesis del masculino y femenino. Esa arroba no sólo es una falta de ortografía sino un disparate gramatical, pero se trata de una consigna que acabamos aceptando con boba mansedumbre. Y si no acabas aceptando esas consignas acabas convertido en poco menos que un energúmeno. Habrá que aceptar, como dijo Stephan Zweig, que el motor más poderoso de la Humanidad es la estupidez.
José Cenizo: Al final de la reseña, digo que Peña es un poeta a tener en cuenta, inscrito en la corriente de la poesía figurativa o de la experiencia. ¿Te consideras de esa tendencia, tan apreciada por unos y tan denostada a la vez por otros, y que trajo controversia en los años ochenta y noventa?
Juan Peña: Esas etiquetas de poesía de la experiencia o poesía del silencio dejaron de usarse ya a finales de los noventa, cuando los miembros de esos grupos empezaron a romper los esquemas iniciales. Cuando se trataba de incluirme en alguno de esos grupos siempre me incluían en ese de la poesía de la experiencia. Era obvio que mi poesía se ajustaba en mayor o menor medida a esa corriente.
José Cenizo: ¿En qué crees que consiste tu originalidad, tu personalidad como poeta?
Juan Peña: Todos acabamos hablando siempre de lo mismo y con las mismas palabras. La originalidad acaba consistiendo en hablar de lo mismo con matices singulares. Pero ya te dije que mejor que yo, quien ha ido descubriendo las peculiaridades de mi poesía sois vosotros, mis amigos críticos.
José Cenizo: ¿Con qué poema de Días cansados te quedas para ofrecerlo a nuestro lectores?
Juan Peña: Hay un poema que me gustaría que fuera el que recondujera el rumbo tantas veces torcido de mi vida, pero lo olvido con demasiada frecuencia. Es este:
RECUERDO ESCOLAR
Mirando la fotografía
de ese niño que fui con cinco años
(sentado a la mesa del maestro,
el flequillo peinado y repeinado,
las manos sobre un libro,
detrás la España de cartón
y una pequeña Virgen de escayola, rezando)
me digo que debiera ser feliz,
que tú no te mereces
que yo ensucie y destroce
la inocencia y el brillo de tus ojos.
QUINTO LIBRO: NUEVAS LETRAS FLAMENCAS, VALENCIA, PRETEXTOS, 2000.

José Cenizo: “Con breves poemas de tres o cuatro versos (soleares, coplas), consigue el milagro del relámpago, chispazos de una carga lírica generalmente de alta poesía, bien rozando lo leve, lo ligero, bien entrañándose en lo filosófico, reflexivo o existencial. Ligereza y gravedad, como en Manuel Machado, se dan aquí la mano”, decíamos en una reseña de tu quinto libro, Nuevas letras flamencas, de nuevo editado en Pretextos, Valencia, 2000. Y terminábamos con estas palabras: “Otra poética, la del desengaño, sustenta su mejor poesía: “Nada queda, nada importa, / sólo me hace compañía / el dolor de la memoria”. No es, por tanto, en el gracejo o en el tono irónico (“Dicen que ojo por ojo. / Si te molestó mi beso / moléstame tú con otro”), no es en la ligereza, con ser notable, donde hemos de buscar al poeta intenso y acertado, sino en la gravedad, en el tono del desconsuelo y el desencanto”. ¿Estás de acuerdo en esta interpretación, hay una mezcla de lo irónico, incluso humorístico, y lo serio y sentencioso en tus letras flamencas?
Juan Peña: La copla flamenca, como tú bien dices, admite todos los registros. Desde la hondura trágica al puro chiste. Y esa es una de las razones de su riqueza. Cuando escribo letras flamencas no aspiro a ser escritor, a ser poeta, a tener yo un nombre de escritor como autor de letras flamencas, porque en ese momento yo no pretendo hacer literatura, porque si algo quiso ser la letra flamenca es no ser literatura, no ser retórica. De la misma manera que, por ejemplo, el haiku tampoco quiere ser literatura. La copla y el haiku lo que quieren ser es silencio, y en su brevedad han conseguido al menos estar lo más cerca posible del silencio. El haiku quiso ser puro asombro, ser dos ojos abiertos como platos y callarse, y la letra quiso ser latido, escalofrío, gemido, o pura guasa.
Se daría la paradoja de que la mayor soberbia que pueda tener un autor de coplas como escritor debe coincidir con la mayor humildad: la humildad de no ser nadie, de ser un autor anónimo. Esto ya lo dijo impecablemente Manuel Machado: “Hasta que el pueblo las canta / las coplas, coplas no son, / y cuando las canta el pueblo, / ya nadie sabe el autor”.
José Cenizo: En una reseña del libro en El Mundo, 15-1-2001, se decía en el titular “Juan Peña reivindica la poesía culta del cante en un libro”. Y en otra, Alfredo Valenzuela, en Diario de Sevilla, 15-1-2001, escribía que es “una colección de poemas breves que se ajustan a la métrica de los cantes flamencos pero cuyos temas, lenguaje e imágenes no son sino poesía culta”. ¿Es así?
Juan Peña: En un principio escribí letras flamencas buscando que pareciesen coplas populares, con el léxico y el tono de la copla popular. Más adelante probé a escribir sin esa intencionalidad popular, adoptando el esquema métrico de la letra flamenca, pero dando entrada a temas y a tonos no propiamente populares.
José Cenizo: Manolo Bohórquez, en El Correo de Andalucía, 13-1-2001, tras calificar de “buen y exquisito racimo de coplas” el libro y algunos ejemplos más serios, acababa de esta guisa su comentario: “Luego hay otras que te producen cierto sonrojo, como ésta: “La rajita de tu culo / cuando te tiendes de lao / es la sonrisa del mundo”. Para enmarcarla y leerla cada vez que te levantes de la cama y veas lo serio que es el mundo”. ¿De dónde surge tu necesidad de letras de este estilo y otras similares con un gran toque de humor?
Juan Peña: Una de las mayores lecciones de la letra flamenca es que, pese a la pesadumbre y lo trágico que guarda la vida, lo único que nos queda es sobreponernos a ese desastre, y ese sobreponernos se llama alegría, guasa, chiste. Por eso muchas de mis coplas no olvidan hablar de la vida como celebración, como disfrute y sonrisa.
SEXTO LIBRO: LOS PLACERES MELANCÓLICOS, MÁLAGA, DIPUTACIÓN DE MÁLAGA, 2006.

José Cenizo: En tu sexto libro, Los placeres melancólicos, Col. Puerta del Mar, Diputación de Málaga, 2006, nos dices que en la vida hay momentos de melancolía, de desgarro, pero que siempre es posible expresarlos, conjurarlos en el verso, como haces tú aquí. Pero la vida, también lo constatas, a pesar de todo, es a la vez celebración, triunfo, don, luz: “La tristeza, el dolor / por todo cuanto pierdes / un día en un segundo. // La delicia, el prodigio / de todo lo que da / la vida en un segundo” (p. 35). ¿Es la vida ese juego entre ligereza y gravedad, ilusión y desengaño, como parece reflejar no sólo este libro sino gran parte de tu trayectoria si no toda?
Juan Peña: A cierta edad, salvo locura o santidad, es imposible vivir incluso los placeres sin un punto de tristeza. Quiero decir que la felicidad, cuando pasa, cuando ocurre, está al mismo tiempo pasando, dejando de ser. A mis alumnos siempre les he explicado que la poesía forma parte de nuestra vida diaria, que no sólo es literatura. Y como ejemplo de esa poesía encarnada, no literaria, les pongo el ejemplo del abrazo de un padre a su hijo pequeño. En ese abrazo cabe la mayor alegría, pero también la tristeza de saber de la fragilidad y soledad y desvalimiento de esa vida, de que ese niño, en el mejor de los casos, dejará de ser niño. Y en esa mezcla de alegría y tristeza, sin que podamos ni sepamos separar una de otra, está la poesía de la vida.
José Cenizo: Hay un poema que se titula como la obra, “Los placeres melancólicos” (p. 21):
Acariciar tu cuerpo con ternura.
Llegar hasta mi hijo, que ya duerme
cansado de sus juegos.
No hallar dificultad para estar solo,
con música, con libros, con películas.
Pasear inútilmente.
Ese es mi paraíso y mi tristeza.
¿Cuánto hay de autobiográfico en esto que dices? ¿Y en qué medida necesitas a menudo que sea así en tu poesía?
Juan Peña: Ese poema habla de lo que acabo de decirte: no es posible un paraíso humano sin tristeza. Pero no es que necesite que eso se dé en mi poesía, es algo que se da en mi vida y en la vida de todos.
José Cenizo: En algunos poemas de este libro y de otros aparece el pueblo, nuestro Paradas (Sevilla), con poemas relativos a recuerdos, a los familiares que ya no están… ¿Qué huella ha dejado todo esto en tu poesía, es una forma de aliviar el dolor por la pérdida?
Juan Peña: Soy hijo de campesino y carbonero, y desde mi infancia hasta mi primera juventud yo he sido eso, agricultor y carbonero cuando no estaba en la escuela, así que no sólo el pueblo es fundamental en mi poesía, sino también el paisaje del campo, las tareas del campo. Soy en esencia un poeta rural. Eso ya lo vio uno de los escritores más inteligentes y espabilados que conozco, Enrique García-Máiquez, que escribió esto: “Pedro Sevilla pertenece, junto a José Julio Cabanillas, Rafael Adolfo Téllez y Juan Peña, al último grupo quizá de poetas auténticamente rurales. Ojalá me equivoque, pero pienso que a partir de ellos, seremos poetas urbanos incluso los de pueblo. La Aldea Global acabará por empadronarnos a todos en la Megalópolis. Esto añade a su obra un valor más, viejo y nuevo, romántico y melancólico.”
Como ves, lo rural acaso sea una de las razones de esa melancolía que muchos ven en mi poesía.
SÉPTIMO LIBRO: TESELAS, JEREZ DE LA FRONTERA (CÁDIZ), COL. RAPSODA, ED. AE, 2008
José Cenizo: Teselas es tu séptimo libro, editado en 2008. Libro de poemas de cuatro versos (seguidillas y, sobre todo, cuartetas asonantadas). La lectura es distinta a la de tus letras flamencas. Aquí la poética es explícita, estos fragmentos quieren que compongan un bello aunque a veces amargo conjunto: “Que estas teselas sean / como un pequeño nudo, / que se abre y diluye, / hecho de vida y humo”.
¿Qué has querido expresar en esta obra y cuáles serían los símbolos principales para hacerlo, como el humo en ese ejemplo citado?
Juan Peña: Este es el libro en el que las letras flamencas no buscan ser propiamente flamencas. Mantengo la estrofa de la soleá y la cuarteta, pero doy entrada a temas y tonos no propiamente populares, aunque muchas sigan teniendo un aire popular, que acaso sea lo mejor que tengan, ese aire.
José Cenizo: ¿Una tesela de tu preferencia?
Juan Peña:
La tibieza de la luz.
Estoy contigo y te quiero.
Todo está en paz. No es posible
vivir y no tener miedo.
José Cenizo: Ese mismo año en que sale Teselas haces la edición de Alumnos del IES “Julio Verne” de Sevilla, Canciones y greguerías, Sevilla, 2008, 73 págs. Aquí has ordenado y publicado una serie de canciones -en realidad coplas flamencas- y greguerías -el invento genial de Gómez de la Serna-, escritas por los propios alumnos, adolescentes que se inician así, con diferente acierto, en la creación. En las canciones o letras hallamos extraordinarios casos de acercamiento a la línea tradicional del flamenco: “La vida es como una vela / que se derrite y derrite / sin que apenas te des cuentas”; “Amores de un solo día. / Como esa mariposa / que muere a la luz del día”, etc. Las greguerías son igualmente variadas en calidad y en temática: “Con un libro podrías viajar sin riesgo de perder las maletas”, “El libro de matemáticas siempre anda agobiado con tantos problemas”, etc. ¿Cómo fue el proceso de creación con los alumnos y qué huella te ha dejado esta actividad como docente?
Juan Peña: Llevé a cabo esos talleres de letras flamencas con alumnos de 12 años. Quería aprovechar ese punto de ingenuidad, inocencia y espontaneidad que aún podrían mantener los alumnos de esa edad. Y el resultado fue en muchos casos gratamente sorprendente. Con lo mejor de todo aquello se editaron dos libritos.
José Cenizo: Dos años después vuelves a publicar trabajos de tus alumnos, Correspondencias, Sevilla, 2010. Decíamos en la reseña: “ Tiene la virtud de la simiente, decíamos entonces. Así es, una simiente que, como vemos, sigue dando frutos, y los mejores probablemente los dará cuando el profesor ya no tenga delante a sus alumnos, pasados los años. Más de un poeta lo es porque hubo un profesor que supo acercarlo, tal vez sin quererlo ni creerlo, a la poesía, a la literatura”. ¿Eres consciente de ello? ¿Algún alumno te ha comentado que gracias a este trabajo ha seguido creando poemas?
Juan Peña: Sé de una alumna de aquellos talleres que seguía escribiendo con rigor y acierto en bachillerato. La mayoría supongo que perdieron con la edad la frescura que les llevó a escribir aquellas coplitas.
José Cenizo: La poesía “bruta” la describes así en ese libro de los alumnos: “Hay alumnos a los que no les va la marcha de las breves y delicadas rimas. Son tipos algo toscos, con las hechuras rudas y malencaradas de aquellos pistoleros del salvaje Oeste. Querían hacer literatura, pero literatura dura, cañera, leñera”. Y pones un ejemplo, alguna letra como ésta contra el maltrato, “Malo”: “Tú, que pegas a una mujer, / Tú, que le fuiste infiel. / Cada vez que le pegas un moratón se le ve. / Cuando ella va a la compra / la gente dice “Eso qué es”, / y ella aparta la mirada de su vejez. / Ella llama al 091 / y entonces tú te das a la fuga / pero todo te sale de culo. / Ahora ella está en Texas / limpiándose la sangre de la ceja. / Ella está por fin feliz, / y tú estás entre rejas. / Ella ahora busca un sueño y ya pasa de ti”.
Por cierto, hiciste un vídeo titulado “El rap de Jesús”, cuyo enlace ofrecemos. siguiente. Nos emocionó mucho ver cómo ese chico, con parálisis cerebral, recibía el cariño de sus compañeros y de sus profesores. ¿Qué significó emocionalmente para ti y para Jesús y los compañeros este vídeo? Enlace: https://www.youtube.com/watch?v=IyXSo_kMeZU
Juan Peña: Con alumnos algo mayores, de 14 o 15 años, hice también algún que otro taller de rap. Fruto de esos talleres fue el vídeo del que hablas. El vídeo y todo lo que giró a su alrededor fue algo maravilloso, porque hizo de la literatura un ejercicio de alegría y generosidad y compañerismo que nos enriqueció a cuantos estuvimos involucrados en ese proyecto.
OCTAVO LIBRO: DURA SEDA, SEVILLA, LA ISLA DE SILTOLÁ, 2011
José Cenizo: Llegamos a tu octavo y novedoso libro, Dura seda, Sevilla, La Isla de Siltolá, 2011. Ya desde el título se recoge la paradoja, dura seda, que encierra el propio libro, una expresión de los perfiles agridulces que tiene la vida, siempre entre la melancolía ante el paso del tiempo, la desolación que deja la muerte de los seres queridos y la inquebrantable necesidad de disfrutar de las pequeñas cosas. Lo encuentro algo más “intelectualista”, hay un cambio de tono, aunque sigue con un apartado dedicado a la familia, el pueblo, los recuerdos de infancia y un lenguaje sencillo. ¿Realmente en este libro hay como digo un cierto cambio respecto a los anteriores?
Juan Peña: Uno va cumpliendo años y cambiando, y los libros que escribe van siguiendo ese mismo curso. No me propongo escribir un libro distinto a mis libros anteriores, como sí podría plantearse un novelista. Voy escribiendo los poemas al hilo de mi vida, no con una intencionalidad literaria. Yo no creo haber cambiado mucho de un libro a otro. Hay una voluntad de sencillez, de desnudez retórica, que hace que mi estilo se preste poco a cambios de registro.
José Cenizo: ¿Un poema del libro que quieras resaltar?
Juan Peña:
DURA SEDA
El alabastro, el jade, el cuarzo, el nácar,
sustancias, formas,
de la materia inerte,
la dura seda
en la que confluyeron
la suavidad, el aire,
la luz de una irisada transparencia,
la firme vocación de eternidad.
Apenas unas piedras,
y en ellas se contiene
el soplo de un espíritu.
NOVENO LIBRO: LA MISMA MONOTONÍA, SEVILLA, LA ISLA DE SILTOLÁ, 2013.
José Cenizo: Seguimos con La misma monotonía, de 2013, que reúne tu obra completa (excluidos los libros de coplas flamencas, que son de gran altura, por cierto, publicados en Pretextos y La Veleta) en la colección “Arrecifes” de la editorial sevillana La Isla de Siltolá, colección prestigiada por otros nombres como Antonio Colinas, Javier Salvago o Álvaro Valverde, y ahora, sin menoscabo también, por ti. Alcanzas así como poeta el lugar de reconocimiento que hasta ahora se te negaba y supone en tu carrera un punto y aparte. ¿Lo ves así?
Juan Peña: No, no supone ningún punto y aparte. Supuso, eso sí, una gran alegría para mí: ver recogidos en un libro la casi totalidad de los poemas que había escrito hasta entonces. Se editó ese libro gracias a la iniciativa de Javier Sánchez Menéndez, el editor de Siltolá, que me lo propuso en un gesto de absoluta generosidad por su parte. Si lo pienso, he tenido mucha suerte con mis maestros y editores.
DÉCIMO LIBRO: DESTILACIONES, VALENCIA, PRETEXTOS, 2016
José Cenizo: Destilaciones, editado por Pretextos en 2016, es tu décimo libro. Ochenta y ocho poemas de ahondamiento en tus temas y estilo, en plena madurez expresiva. Se abre con un poema que da título a la obra, “Destilaciones” (p. 9), una declaración de poética, basada aquí en la escritura como alambique, transformación, esencialidad: “(…) Y eres puro y sucio. / Y el vaso florentino en el que caes / lo vuelves, cuando escribes, alambique / que destile de ti / lo mejor que no eres”. ¿Qué has pretendido con esta obra, aporta novedades?
Juan Peña: Puestos a ver alguna evolución en mis libros, tal vez sea esa que va de lo abstracto a lo concreto, de las ideas más o menos abstractas a mi relación concreta con las cosas, con un instrumento musical, con las piedras, con los aceites esenciales, con los alimentos. Pero son objetos en los que encuentro siempre, no sé cómo decirlo, algo sagrado, algo que las trasciende. Es como si mi debilitada fe en el hombre se compensase con una mayor fe en los objetos, en las cosas mejores que hace el hombre, y en las cosas preciosas y suculentas que me ofrece la naturaleza. La comida, por ejemplo, se me ha convertido en algo más que alimento para el cuerpo, no sé, como una forma de religión, de comunión diaria con lo más inocente del mundo, una dádiva de la naturaleza, sí, un regalo porque el precio de una naranja, de un aceite de oliva o un queso es insignificante si pienso en su valor.
José Cenizo: ¿Un poema de este libro?
Juan Peña:
A D V I T A M , A D M O R T E M
Todo fue y será presente,
y nada termina. Dura
para siempre lo que muere.
UNDÉCIMO LIBRO: PALO CORTADO, JEREZ -CÁDIZ-, LIBROS CANTO Y CUENTO, 2018
José Cenizo: Entramos en el undécimo, Palo cortado, de 2018. Una antología de las letras flamencas. José Mateos selecciona para este libro-antología un buen número de composiciones, algunas inéditas, como las siguientes, que pueden leerse como coplas flamencas por su estructura métrica pero también como poesía en general dado su perfil expresivo y su planteamiento lírico:”Qué cansada esta carne / de querer ser la luz, / el ala, el vuelo, el aire”, “Amor que del tiempo escapa, / cuando yo te amaré ayer, /y tú me amaste mañana”. ¿Cómo surgió la posibilidad de hacer esta antología y qué significa en tu trayectoria?
Juan Peña: Fue una de esas bendiciones que rara vez te ofrece la vida, cuando un editor llama a tu puerta para que le ofrezcas un libro que te quiere publicar. Cuando ese editor es, además, uno de los poetas más puros y luminosos de la poesía española, la bendición se vuelve milagro. El librito, además, incluía dibujos originales de Pedro Serna, otra maravilla.
José Cenizo: Elige un par de composiciones…
Juan Peña: “Que en la vida no te falten, / y sé que te faltarán, / la alegría y el coraje”, “Un olor, un sabor. / Cierro los ojos, siento / que la vida entra en mí / y me viaja por dentro”.
DUODÉCIMO LIBRO: EL POEMA EXTRANJERO, SEVILLA, EDITORIAL SILTOLÁ, 2018
José Cenizo: Seguimos con El poema extranjero, de la editorial sevillana La Isla de Siltolá, también de 2018. “Varias lenguas, una sola patria poética” titulé mi reseña y presentación de tu libro en la Feria del libro de Sevilla para señalar la peculiaridad de este libro novedoso en tu creación. Es una colección de traducciones o versiones de autores extranjeros, de poemas escritos en lenguas diferentes a las de España. De ahí el título, acertado y conciso: El poema extranjero. Extranjero pero cercano al corazón, asimilado, acogido y gozado plenamente. Se compone de quince poemas, correspondientes a poetas muy conocidos: Hölderlin, Keats, Leopardi, Baudelaire, Yeats, Kipling, Rilke y Dylan Thomas. Los más beneficiados o traducidos son Keats y Yeats, con cuatro poemas cada uno. Se trata en general de poemas muy conocidos, especialmente, por ejemplo, “If” (Si…) de Kipling, “Al infinito” de Leopardi o “Y la muerte no tendrá dominio” de Dylan Thomas. Aclaras que no son traducciones filológicas, sino personales, vivas. Muchos de estos poemas, como se indica en la solapa, pueden oírse en internet, en Youtube, en unos extraordinarios vídeos con fotografías elegidas para maravillar, una música embriagadora y un recitado íntimo y preciso de Juan Peña. Vídeos que merecen verse en la intimidad de nuestros hogares y también en las aulas de todos los centros educativos. Se encuentran en la lista de reproducción Traducciones, www.youtube.com/user/juanpejim/playlists.
¿Por qué un libro así, consideras cierto atrevimiento traducir sin conocer, en algunos casos, la lengua original?

Juan Peña: De esos poemas que traduzco ya hay muy buenas traducciones. Antonio Rivero Taravillo, acaso nuestro mejor traductor actual de poesía inglesa, ya ha traducido algunos de esos poemas de manera impecable. Eloy Sánchez Rosillo también nos ha dado las mejores traducciones de Leopardi. Pero quería aprender de esos amados poetas extranjeros, ejercitar mi voz acompasándola a su voz, aprender de su música, crear mis propias variaciones musicales, hacer de su emoción mi emoción. Para eso me tomé ciertas libertades, pero buscando no traicionar nunca la emoción y el sentido original del poema, o lo que yo entendía por esa emoción y ese sentido.
Lo sorprendente es que después de haber traducido estos poemas, se me han quitado las ganas de aprender idiomas, porque he comprobado que el conocimiento académico que podría adquirir de una lengua me iba a servir de muy poco para traducir un poema. Decir esto puede parecer un disparate si lo digo yo, pero afortunadamente tropecé con unas palabras del poeta Philip Larkin que vienen a decir eso mismo que yo sentí. Él dice: “No veo que uno pueda llegar a dominar una lengua extranjera hasta el punto de que valga la pena leer poemas en ella”. Si Philip Larkin dice esto del lector, imagínate cuánto más insuficiente sería el aprendizaje académico de un idioma para un traductor de poesía. Digo insuficiente, no inútil. En las traducciones largas, las de las Odas de Keats, por ejemplo, podía emplear varias semanas, a unas cinco horas diarias: hacía uso de todo tipo de diccionarios, de traducciones anteriores, de los comentarios que se hubieran hecho de esos poemas en la lengua original del poema, comentarios milimétricos en los que se desmenuza cada verso del original. Fue un trabajo extenuante, como picar piedras, pero con la suerte de acabar casi siempre encontrando oro. Internet me fue indispensable para todo eso. Es curioso que traducir así me llevó a no cometer errores en los que sí habían caído otros traductores que sí conocían la lengua original.
José Cenizo: ¿Con qué traducción te quedas?
Juan Peña: Con la más breve, para no cansar.
WHAT WHAS LOST
LO QUE HE VIVIDO
Ye a t s
Celebro lo perdido, y por perdido doy cuanto gano,
y en la eterna batalla que es mi vida,
soy un rey vencido, y mis soldados soy caídos en combate.
Y aunque luché incansable desde el alba al ocaso,
mi reino no es mayor que esta pequeña piedra.
DECIMOTERCER LIBRO Y ÚLTIMO POR AHORA: YACIMIENTO, SEVILLA, LA ISLA DE SILTOLÁ, 2021
José Cenizo: … Y tu último libro, por ahora. También original, con aspectos que recapitulan lo visto en anteriores obras pero sin faltarle novedades: Yacimiento, Sevilla, La Isla de Siltolá, 2021. Libro que sorprende por la madurez expresiva, la categoría estética de su trabajada -sin que se note- elaboración en lucha siempre con la palabra exacta. Desde el mismo título es una invitación a la introspección, a la memoria, a la reflexión y, desde luego, al agradecimiento por lo que estando oculto, sin embargo, logramos sacar de nuevo a la vista, disfrutar con los sentidos y hacerlo objeto de nuestra inspiración para el poema. Así en el titulado precisamente “Yacimiento” (p. 17): “Esta tierra cocida / y este metal fundido / volvieron a la luz, / la misma luz que viera / esta tierra cocida / y este metal fundido”.
En “Los muertos” (p. 13) los cuatro primeros versos nos estremecieron de logrados y profundos (y nos consuelan):
Los muertos que quisimos,
y nos quieren,
sólo nos ven vivir
cuando somos felices.
Es como la búsqueda de un retorno, de una continuidad en las cosas, esas cosas de la vida a las que canta con optimismo y delectación el poeta: frutas y frutos como el higo o la cereza, objetos históricos (un vaso griego o una lucerna romana), alimentos como el queso o el huevo, o las sensaciones de la lluvia, la playa, los perfumes, la ducha o, por supuesto, en el plano humano, el amor al hijo o la memoria de los que ya no están. Pasado recuperado pero para vivirlo en el presente de nuevo, sin condolencia. Hay como una carnalidad mística, y todo con un lenguaje mágico de sencillo, carismático de hondo, seductor de breve y denso a la vez. ¿Qué has añadido con este libro de tu sentir y de tu faceta creativa a tu trayectoria?
Juan Peña: Este libro acentúa lo que ya te dije de Destilaciones. Es un libro donde escribo de los alimentos que me esperan en mi cocina, de las cosas que guardo en mis cajones. Es un libro acaso muy personal porque más que hablar de esas emociones o ideas que son de todos, hablo de los objetos que sólo son míos, que me han ido acompañando a lo largo de mi vida, hablo de la comida que me gusta, de la música que escucho o las películas que veo, de mis abluciones…
José Cenizo: Para despedirnos de tu poesía, puedes dejarnos un poema del libro Yacimiento…
CIVITAS
Mis griegos, mis romanos,
me ofrecisteis la vida
como alegre festín de los sentidos
y de la inteligencia;
y este cuerpo, y el ansia
que busca la quietud.
Mi Cristo, mi Señor,
me ofreciste la carne
y la herida, me diste la pasión,
el desvanecimiento
que es abrazar el cielo.
Me hicisteis diapasón
que temblaba en el miedo
y vibraba en el júbilo.
Levantasteis mi cuerpo,
este templo mortal de lo sagrado.
José Cenizo: En mi caso, me atrae la narración breve, el cuento, desde siempre. De ahí mi último libro de relatos breves, Tipos de interés, del que has hecho dos vídeos, uno anunciando su salida y otro con un texto del mismo, “El tren de los jueves”, lo que te agradezco. Me pregunto si nunca te ha atraído intentar escribir narrativa, como le ha ocurrido a otros poetas, como a Javier Salvago, nuestro paisano, sin ir más lejos.
Juan Peña: Soy un escritor perezoso y torpe. La prosa requiere una dedicación y una facilidad que yo no tengo. Tampoco se me ha impuesto la necesidad de escribir prosa, aunque lo haya hecho en ocasiones para menesteres que bordean la literatura (reseñas, textos de emotivas circunstancias). Si alguna vez he querido contar una historia la he contado en un poema. Mi poesía ya posee en ocasiones elementos narrativos y anecdóticos que la acercan al relato.
José Cenizo: Bien, gracias por tu obra, tu sencillez, tu amistad (de toda la vida en nuestro caso) y espero que nos entregues más muestras de tu creatividad sin tardar mucho. Abrazos, apreciado poeta, querido amigo.
Juan Peña: Gracias a ti, a tu amistad, que es oro, y a las reseñas tan generosas y luminosas que siempre haces de mis libros.
EPÍLOGO: Esta entrevista, más bien diálogo cordial hasta la médula, ha querido ser testimonio de un sueño, una mirada al mundo a través de las palabras a lo largo de dos vidas. Y gracias a esa vida, que nos dio la amistad para amar juntos las palabras.
Enlace para ver y oír algunos de los poemas de Juan Peña en el canal juanpejim de youtube:
https://www.youtube.com/user/juanpejim
FOTOS (Archivo de Juan Peña y José Cenizo)
Sencilla Historia de dos Niños que Querían ser Escritores
Extraordinario
Magnífica, reflexiva y casi exhaustiva entrevista; y las fotos, entrañables. Enhorabuena a ambos.
Gracias.