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Reseña del libro “Los corazones recios” de Antonio Daganzo
Ediciones Vitruvio, 2019.
Por María Ángeles Lonardi
Cuando comienzas a leer un libro de poemas y los versos te llevan a encontrar la esencia de la palabra y cada uno de esos poemas es capaz de emocionarte, estamos ante una poesía de gran calidad y todo es un disfrute desde la primera página. Eso me sucede cuando leo los libros de Antonio Daganzo y este no es la excepción.
Este libro es diverso, con ciertas particularidades, por ejemplo, la observancia del arte, de la música especialmente –dada la afinidad del autor con esta disciplina artística- , la añoranza de las raíces, la importancia del amor y de la vida misma, con su lado claro y su lado oscuro, sus blancas y sus negras, sus tonos y sus silencios. El autor sabe de la magnífica relación que mantiene la lírica con la música, a pesar de los tiempos de consumismo que hoy nos consumen, pero eso no le amilana, no se mide ni se reserva nada y eso se agradece.
Quiero destacar que el título, “los corazones recios” es muy significativo. No son corazones cualesquiera, son recios, resistentes, duros, fuertes, difíciles de doblegar. Esos corazones necesarios que evidencian el paso del tiempo y su inevitable aumento de la experiencia, son los que suman valor a la vida y la existencia. No en vano titula el primer poema “De recios corazones la vida se enardece”, iluminándonos. Nos dice claramente que son corazones necesarios para afrontar las vicisitudes de la vida con vitalidad y determinación a pesar de “sabernos efímeros”.
Luego nos lleva de la mano en el poema “Alborada” por aquellos lugares de la infancia, nuestra pequeña Patria de la que hablaba Rilke. Nos lleva a pasear con el solitario que camina por “Madrid, calle Mayor” sentido homenaje ¡sin dudas! Y a navegar por el lago de los cisnes que recuerda y destaca por su pasión musical con el poema “Todavía Chaicovsky”.
Estas características evidencian el tándem de Antonio Daganzo con la música. Dos partes que forman un todo. Y la música y la poesía van de la mano, sin lugar a dudas. No existe la una sin la otra y Daganzo se recrea en ello. Al mismo tiempo, logra una función pedagógica trascendente y muy beneficiosa para cualquier lector, cuando a través de poemas nos acerca a un compositor burgalés muerto por envidia y olvidado por la historia, o cuando evoca con su poema “Suite ingenua” a un músico fusilado en la guerra civil española. También destaca a Isaac Albéniz (músico) y a Camille Claudel (escultora)…
Vamos caminando, recorriendo este periplo entre funciones de títeres o cuadros de danzas contemplando el arte, permitiéndonos tocar con la mirada la belleza y su ardor como dice en el poema “Panorama del ardor”.
El autor nos habla de los corazones de todos y cada uno de nosotros y también los idílicos o platónicos, los corazones que se muestran tal cual son, sin dobleces, sin tapujos, para descubrirlos en movimientos simples, desprovistos de fuerza, suaves, sólo dueños de la música y es entonces un festival de acordes y bailes que embrujan los sentidos. Esos corazones reflejos de la Sainte Chapelle de París o de la verde selva de Chile, tierra que recuerda con cariño y buen sabor, son también corazones agradecidos a los poetas que fueron importantes, imperecederos, que dejaron huella y nunca se olvidan.
La sangre sabia bombea en esos corazones recios que han aprendido a levantarse con cada fracaso y que se han fortalecido a causa de las pruebas de la vida. Corazones que no aceptan la derrota como punto final, sino como parte de la lucha en busca de otra salida para llegar a buen puerto, para sobreponerse a pesar de todo. Y qué bien que nos viene saber de este valor añadido de estos corazones en estos tiempos de encierro y clausura.
Entonces el autor, echándose sobre sus espaldas todos esos corazones que ha conocido en el camino recorrido, enarbola la bandera del compromiso y la entrega, a pesar de todo, para seguir en la lucha por amor al arte y su belleza, a la música, al encantamiento de su latido; convencido de que la fortaleza que ha hecho esos corazones recios le dará también la templanza de su palabra y su canto.
No puedo más que agradecer por este libro a Antonio Daganzo, sobre todo, por los versos finales que son una promesa, un soplo de aliento: “mi recio corazón canta por todos”. Celebramos que el poeta conozca y valore tanto el arte y la belleza toda y que generoso cante por nosotros. Será que la música es la única que puede ablandar “Los corazones recios”…
Antonio Daganzo (Madrid, 1976) es poeta, narrador, periodista y divulgador cultural y musical. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, ha publicado los poemarios Siendo en ti aire y oscuro (2004); Que en limpidez se encuentre (2007); Mientras viva el doliente (2010; 2ª ed., 2014; 3ª ed., 2015; reedición en Ecuador, 2014), Libro recomendado por la Asociación de Editores de Poesía, además de Finalista del Premio de dicha entidad en 2010; Llamarse por encima de la noche (2012), editado en Chile, Mención de Honor “Luis de Góngora y Argote”; y Juventud todavía (2015), Premio de la Crítica de Madrid correspondiente a ese año.
Ha sido incluido en antologías como Agua: Símbolo y memoria (2006) o 12+1: una antología de poetas madrileños actuales (2012). Versos y relatos de su autoría han aparecido en revistas españolas y americanas, y ha brindado recitales en destacados foros. Como narrador, su cuento ¿Qué tal Mozart? fue traducido al alemán, en Salzburgo, Austria, en el marco de las celebraciones de 2006 por el 250º aniversario del nacimiento de Mozart. En 2014 apareció su primer ensayo, Clásicos a contratiempo, dedicado a la divulgación de la música clásica.