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Rafaela Hames Castillo. Córdoba, 1962.
Colaboradora en diversos proyectos como Cátedra Juan Rejano, Diputación de Córdoba, artículos de pensamiento en Diario Córdoba o Cosmopoética. Su obra aparece en numerosas publicaciones y antologías locales, nacionales e internacionales; promotora de eventos para el desarrollo del ser humano: Las artes impulsoras de la Paz en 2010 o los ciclos Poesía de Género frente a Violencia de Género en Área Participación Ciudadana del Ayuntamiento en 2012, Cátedra de Estudios de la Mujer (UCO) 2013 y Biblioteca Viva al-Andalus 2014.
Textos publicados: Funámbulos. 1994; Desde la Aurora, (Accésit Certamen Acordes de Poesía. Espiel, 1995), Ser Agua (Cuadernos de Sandua, 1998), El Tránsito (Premio Juan Bernier de Poesía, Ateneo de Córdoba 2000), Algo más que Luz donde se halla el poema La visita postergada, Accésit del VIII Certamen de Poesía Puente de Encuentro, 2010 (Ediciones Depapel. Córdoba 2012) y Barakah (Detorres Editores, 2015).
Quizá ya permitiste que marchara
hasta llegar al sol aquella tarde
que tenías atrapada en una jaula
y libre se deslice, entre sus alas,
el tiempo soslayándose a sí mismo,
queriendo y no queriendo convertirse
en algún que otro surco de tus manos.
Es así, ya no existen cerraduras
y son libres las puertas de tu casa,
el tiempo se te va por las ventanas
y tú, medio dormida, le saludas
con ganas de encargarle algún recado
pero esquiva, como él, a compromisos
que puedan absorberte demasiado.
De Ser Agua. Cuadernos de Sandua. 1998
Déjala columpiarse en los cántaros de la noche,
cae mansa como agua en el regazo de la Tierra.
Tocarla humildemente, enjugar en ella las manos
es como acariciar, tomando una gota de tiempo
que te lleve a su lado, la dulzura en plenitud
que diluye su néctar perfilando el rostro amado.
Es bueno dejar que con sus hilos teja la red
insondable que avanza abriendo surcos y senderos
para dejar así, trazado, el mapa de tu piel
con todos sus destinos cruzándose infinitos.
Es la caída desde el océano del Universo
del manto de la Luna que te cubre todo el cuerpo.
A través de sus poros respirarás el origen,
la palabra primera que nombró todas las cosas;
ella te llamará también por tu auténtico nombre,
ese que tú conoces repetido en los ecos
que saltan rebasando precipicios y cavernas
más acá de los sueños, más allá del pensamiento.
De El Tránsito. Premio Juan Bernier. Ateneo de Córdoba. 2000
Mansedumbre
Duelen hondo las almas cuando lloran
y es su llanto el de una azucena
que yace derramando su existencia
cortada por el filo de la noche.
No acalla su lamento
el gesto de los niños,
ni el vuelo de los pájaros,
ni el aire sobre el trigo.
Duele algo muy hondo
cuando las almas lloran
y está rompiendo el mundo,
con sus gritos y tumultos,
el templo que las guarda.
Cuando lloran las almas,
caminamos ajenos,
sin saber que en sus lágrimas
nos vertemos nosotros.
De Algo más que Luz. Ediciones Depapel. 2012.
Diluvio
Se desploma el glaciar.
Hace tiempo que el sol le va engullendo
y el calor exacerbado del planeta
expele los icebergs de la Antártida
que se disipan abducidos por las alturas:
Quedan sin suelo los leones marinos,
los osos, las morsas, los pingüinos…
El glaciar es ahora una nube
ominosa e interminable
que se cierne en temporales
sobre los continentes e inunda
pueblos y ciudades.
Magia negra y no progreso
que fuerza el hielo en agua
y el agua a la tierra en cieno.
Maldición que revierte
sobre aquéllos ignorantes
que juegan a ser dioses.
La Tierra se da la vuelta
en su existir imperturbable,
sólo cambia de postura,
se desprende para siempre
de aquello que la incomoda.
De Barakah. Detorres Editores. 2015.
Tú en la lluvia
De repente llueve, llueve y bendigo cada esfera
de luz líquida mientras densas huestes nebulosas
descienden las vertientes de la sierra cercana.
Llueve nuevamente, la lluvia me sorprende y siento
bajo los pies el roto silencio de la tierra y el crepitar
de una enorme, interminable alfombra de hojas secas.
Llueve, me detengo y vuelvo el rostro y las palmas
de las manos al cielo y dejo que se derrame sobre mí
la melodía limpia del Agua mientas te pienso,
mientras no dejo de pensarte, sentirte, recordarte
en los mejores momentos que pudimos vivir juntas.
Así, sin claro alguno entre las nubes, regalo virtuoso
que nos ofrecen estos primeros días del año, pienso
que en las horas de Sol te elevas junto con miríadas
de partículas de sal, de espuma, de agua, de yodo,
de recuerdos profundos de caracolas, de sirenas,
de caballitos de mar, de olas, de tu medalla de oro
y la alianza que llevaba mi nombre perdidas
en las corrientes marinas, de algas, de susurros
de estrellas caídas en la abisal arena,
de velos de luna, de atardeceres púrpura…
Pienso que te elevas, te elevas sobre los confines
de este mundo y que luego caes con la lluvia,
desciendes suavemente, como un amplio y tierno
abrazo de madre maga y de mujer libre
sobre la tierra callada y agradecida,
sobre sus criaturas mansas, sobre las ramas desnudas,
sobre mis manos abiertas, sobre mi rostro, mis ojos,
mis labios ¡Sobre mí toda!
Y es aquí donde te beso, te abrazo, te lloro,
te celebro, te añoro.
Inédito. 2016. Primeros días de ausencia de mi madre.