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¿Por qué derramas soledades?
Llegó en barco por el río Magdalena y luego en un tren novelesco. Se instaló para estudiar el Bachillerato en Zipaquirá, cerca de Bogotá. Se quejaba de que hacía mucho frío y de que la gente del interior era demasiado seria. Y sin embargo ese frío y esa circunspección le hicieron volcarse sobre sí mismo, descubrir la soledad y lo que llevaba dentro. Aparte de que soltó sus vitalidades y sus locuras juveniles.
Y a partir del interior de su país, de la zona fría y más callada, derramó sus soledades por el mundo entero. Sus obras iniciales en el tono de Faulkner hablan de personas y de pueblos solitarios. Y después, a partir de su obra más famosa, lanzó torrentes de soledades, “Cien años de soledad” y cien personajes solos. Derramó sus soledades como quien derrama silencios y melancolías, interiores y nostalgias llenos de vida. Su pueblo, Macondo, era un pueblo solitario, lleno de evocaciones solitarias. Sus obras más famosas, tan torrenciales y derramadas, están llenas de soledades y libertades intimas. Incluso los dos amantes de “El amor en los tiempos del cólera” se quedan para siempre solos y libres en el agua sin bajar nunca más del barco en el río Magdalena. Y los patriarcas están tremendamente solos y los generales vagan en sus laberintos. Pero eso solo pudo hacerlo porque se volcó hacia su interior en el frío de Zipaquirá.
Allí está su casa museo, allí vibran muebles que lo conocieron, y la máquina de escribir que tocaron sus dedos solitarios en las horas más densas. Esas máquinas todavía estaban hechas a escala humana, todavía temblaban en nuestros dedos. ¿Imaginan que Gabo derramaría todas esas soledades tan vivas en nuestro mundo donde todo es mecánico y automático, donde los generales ya no esperan tocar cartas porque todo está programado y no se toca?
ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR FOTO: CONSUELO DE ARCO