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Por Paco Huelva
¡Por el culo te la hinco!
(A la memoria de Rafael de Cózar)
En una mañana húmeda como besos libidinosos, los amantes de la literatura y de la vida hemos despedido al profesor, pintor, poeta, narrador, ensayista y articulista Rafael de Cózar en el tanatorio de San Jerónimo de Sevilla.
Llena de agua por todos lados, España se vestía casi en su totalidad de gris marengo, con alertas meteorológicas de varios matices, mientras, Rafael, en la soledad de su caja, por siempre, seguro que andaba jurando contra ese maldito líquido que estropea el vino y el Whisky, y que por dar por saco, quería además estropearle el entierro, que ya es el colmo.
El oficiante del acto, el cura de Bormujos -lugar en que residió Rafael sus últimos años- recordó en el sepelio que Rafael de Cózar era “ateo por la gracia de Dios”. Que no es poco, tener ese don… como otros tantos que atesoraba y que el pueblo, no los literatos ni los pintores ni los docentes, que también, el pueblo, decía, le reconocía como individuo singular en el trato, amigable, indiferente a las pompas oficiales y a innecesarios por estériles boatos.
Hay veces que he pensado, no ahora, que ya no está con nosotros, no, antes de que feneciera, que Rafael de Cózar es/era de esas personas imprescindibles y necesarias para andar la vida y, sin las cuales, el tránsito de los que le conocimos, hubiera sido más difícil, más amargo y tedioso.
Llantos y risas. Risas y llantos. Y aplausos, muchos aplausos -sentidos y llenos de calor-. Eso ha sido tu entierro Rafael. El que te merecías. Un verdadero espectáculo de calor y de amor.
El cura de Bormujos dijo, desde el púlpito, refiriéndose al finado, que más de una vez le preguntó en su despacho lo siguiente:
-Padre ¿en el cielo habrá tabernas?
A lo que el párroco contestaba:
-¡Puede que las haya, Rafael!
-¿Y me podré tomar un vinito con San Pedro?
-No lo sé, pero si encuentras la taberna, pide algo para mí y espérame. -le indicaba el prelado.
Este hombre, este cura, este ser humano, hoy ha hecho justicia con su homilía a un hombre bueno. Este hombre, este cura… ha sabido estar a la altura de un genio, el de Rafael de Cózar. Ha sabido ser su hermano en la tierra y su amigo de taberna en el cielo -si es que existe-, que no es poco.
¡Tremendo, Rafael!
No deseo hablar hoy de la poética de Rafael ni de sus novelas, de sus ensayos ni de sus colaboraciones con los medios audiovisuales; no, no es el día.
Hoy es el tiempo, para todas aquellas personas que lo amábamos, de beber en su honor, de releerlo, de soñarlo. De brindar por un hombre que fundió persona y personaje en su ser y en su estar. Que supo siempre anteponer la amistad por encima de todas las cosas. De todas.
La silla sobre la que se sentó Rafael de Cózar toda su vida tenía sustentadas sus patas -hundidas como raíces frondosas y fuertes- en cuatro dioses: Amor, Belleza, Amistad y Baco. La síntesis de hombre fronterizo, mestizo y polimorfo: mediterráneo.
De perfil helénico habitado por tonalidades del Magreb, de Gadir, de Híspalis, de Al-Ándalus y sobre todo del lapislázuli del Mediterráneo.
El funeral lo cerró Arturo Pérez-Reverte:
-¿Qué edad tienes, Arturo? -le preguntó Rafael un día, como lo hizo con tantos.
-Cincuenta y cinco.
-¡Por el culo te la hinco! -le contestó Rafael al académico; que lo refirió en su despedida, en este día gris agridulce en que muchos vinimos a estar con él, sólo y exclusivamente, como siempre, a pasar un rato con Rafael, el amigo de tantos, el hermano de todos.
Paco Huelva
14 de Diciembre de 2014