Poemas de Mariluz Escribano

Poemas de Mariluz Escribano

Poemas de Mariluz Escribano (MÍNIMA SELECCIÓN)

Mariluz Escribano (Granada, 1935) es una narradora y poeta que ha ejercido como Catedrática de Didáctica de Lengua y Literatura en la Universidad de Granada.

Entre sus obras destacan los poemarios Sonetos del alba, (1991), Desde un mar de silencio (1993), Canciones de la tarde (1995), Cartas de Praga (1999), Sopas de ajo (2001, 2ª ed.), Memoria de azúcar (2002), Ventanas al jardín (2002), El ojo de cristal (2004), Sonetos del alba (2005, 2ª ed.), Jardines pájaros (2007), Los caballos ciegos (2008), Escuela en libertad (2009) y Umbrales de otoño (2013, ganadora del Premio Andalucía de la Crítica); en colaboración con Tadea Fuentes ha publicado, Diálogos en Granada (1995) y Papeles del diario de doña Isabel Muley (2º ed. 2008). Su última obra publicada es el poemario El corazón de la gacela (Valparaíso, 2015). Dirige y preside desde su fundación, en 2005, la prestigiosa publicación semestral EntreRíos. Revista de Arte y Letras. En 2015 se le concedió la Medalla al Mérito de la Ciudad de Granada.

 

LOS OJOS DE MI PADRE

Los ojos de mi padre,
los ojos de mi padre,
mirándome en la patria cereal de los trigos,
en un tiempo de cunas
mecidas por el viento de la guerra,
mirando cómo crezco
en los abecedarios
y conquisto sonidos primitivos
balbuceos, palabras necesarias,
porque él me empuja y vuelve,
desde su corazón y sus espigas,
su corazón de tierra y manantiales,
patria de tierra y gritos apagados.
Mi padre es un silencio
que mira como crezco.
Sus manos me conforman,
me miran la estatura,
la dimensión del cuerpo,
averiguan gozosas
que me elevo en trigal.
Las manos de mi padre
tocan mi cuerpo y cantan,
y yo sé que me acunan
con nanas de caballos,
con la salmodia triste del judío,
del converso que habita por su sangre.
Pero paseo con mi padre.
Abandono en sus manos
mis manos tan pequeñas,
y al calor de su sangre
mis pulsaciones tienen
una ambición de tiempos.

En las luces inquietas de la tarde,
al borde de la noche,
vamos pisando hierbas, territorios,
ríos como torrentes, manantiales,
horizontes donde la niebla habita,
paisajes metalúrgicos y bosques,
ciudades, vientos, cordilleras,
blancas constelaciones.
Camino con mi padre.
Me nombra a las palomas,
pájaros migratorios,
aguanieves que rozan las praderas,
alcaudones de viento,
golondrinas, gorriones, avefrías.
Y todo pasa y llega de su mano,
y a mi infancia regresa
el calor confortable de su sangre

Cuando llegan los días de septiembre,
láminas del otoño,
las madrugadas frías y estrelladas
detienen sus palabras.
Pero es sólo un instante
de sangre y de fusiles
porque mi padre vuelve del silencio
y pasea conmigo
el callado silencio de las calles,
y los campos sembrados
y las constelaciones,
y su voz de madera me acompaña, me mira cómo crezco.
Todo el mundo conoce
que heredé de mi padre una bandera.

(De Umbrales de otoño, 2014)

ESCRIBIRÉ UNA CARTA PARA CINCO

Cuando surja la luz de primavera,
y las rosas dibujen sonrisas de colores,
escribiré una carta para cinco muchachos,
contándoles lo mucho que gané con la vida.
Escribiré desde una nube blanca,
con una tinta azul que no la borre el tiempo,
porque no volveré a pisar las arcillas,
ni la dura tristeza del asfalto.
Contaré que mi vida
fue una historia muy larga,
con mapas y lecciones
en un palacio antiguo,
el fragor de los trenes
hacia el país del trigo,
la lluvia sobre el mar
y las arenas suaves.
El Cantábrico allí,
tan lejos de Granada.
Después vinieron ellos,
esos cinco muchachos,
y los días pasaron
con nanas y con besos,
con los ojos dormidos
en cuna almidonada.
Mi corazón estuvo
siempre en guardia con ellos
Y ahora que ya han crecido
y conocen los mundos de las hierbas
los nombres de los pájaros,
la música del mundo,
los placeres del libro,
creo que ya he cumplido
mi misión en la tierra.
Escribiré una carta para cinco
cuando la primavera arribe
y me inunde la casa de amarillos.

(De El corazón de la gacela, 2015)

TE REGALO MI NOMBRE

Te regalo mi nombre y apellidos,
la vida inquieta que dejó en mis manos
una historia que no fue infancia alegre,
sino aquello que no pude contar.

Te regalo la parte que fue buena,
la de los trigos y las amapolas,
los caballos, majuelos y los juegos
en las bodegas y en los palomares,
cuando alzaba gorriones en mi pecho
y veía volar a las perdices.

Te regalo mi vida, si la quieres,
no sólo mi apellido,
porque hay mundos de acero insobornable
que no se ven. Con voluntad se ignoran.

(Inédito)

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