Pere Portabella: “El Vaticano dijo que ‘Viridiana’ era un excremento, un insulto a los españoles”
Por Javier Zurro
l cine español no sería el mismo sin Pere Portabella. Quizás la historia de nuestro país tampoco lo sería. El productor y director catalán fue quien produjo tres de las obras maestras que marcaron nuestro cine: Los golfos (1960), El cochecito (1960) y Viridiana (1961). La película de Luis Buñuel es la única obra española que ha ganado la Palma de Oro, y su concepción fue un plan diseñado para atacar al franquismo a través del cine. La censura dio luz verde a que la película fuera a Cannes, y fue allí donde el Vaticano puso el grito en el cielo calificándola como una blasfemia.
La operación había sido un éxito. Esa unión artística y política define a la perfección el cine de Portabella, en donde ambos elementos son indisociables. De hecho, él fue actor esencial en el proceso constitucional y en el regreso de Tarradellas a Cataluña. También fue quien le tomó el pulso a la sociedad de los últimos años del franquismo y de los primeros compases de la Transición. Lo hizo en dos obras maestras de su trabajo como director.
En El sopar (1974) reunió a varios presos políticos para hablar de qué significaba ese término. El mismo día de aquella reunión Salvador Puig Antich moría por garrote vil. En Informe general sobre unas cuestiones de interés para una proyección pública (1977), juntaba a políticos para que explicaran cómo el Estado español podía pasar de una dictadura a una democracia. Obra radical, moderna y viva que ahora se recupera en un ciclo en la Filmoteca de Madrid que el productor y director, de 95 años, ha presentado en persona.
Este ciclo tenía que haberse hecho en 2020, se hace un poco más tarde, ¿qué supone para usted esta retrospectiva, es la confirmación de que su obra sigue siendo actual y moderna?
Los hechos demuestran que la propuesta que yo hice se sostiene y me sostiene a mí.
¿Le gusta que sigan pensando en usted?
No es un problema de gusto. Es una estrategia planteada siempre con la idea del carácter que tiene la cultura desde el primer momento que se constituyó cuando nacimos como especie. La cultura es el lugar donde nos podemos reconocer a nosotros mismos y reconocer a los otros. Y en este espacio es donde hay responsabilidades de convivencia en la medida en que seas capaz de crear un relato. Yo nunca he separado la política de actividades de otro nivel, como el cine o el teatro.
Esa es una de las claves de su cine, que lo autoral y lo político van de la mano, ¿qué opina cuando ve a cineastas actuales que dicen que su cine no es político, eso es posible?
No es que piense, es que desde el principio de los Estados, la política ha entendido que los Estados tienen un carácter ideológico de hacernos ser dependientes de ellos. Y ahí la política se traslada a los poderes, porque a los ciudadanos se les ofrecen alternativas, pero siempre mientras los Estados tengan el control ideológico y económico. Y en esto estamos igual.
Siempre se menciona la frase que se atribuye a Godard de la cuestión moral de un travelling, en su cine lo ético y lo estético van de la mano.
El grupo de Godard, y yo mismo, planteamos desde la entrada una mirada en la medida que permita que el ciudadano sea protagonista de su propio viaje, que es un concepto democrático absoluto. Y en conocimiento de esto, hay todo un proceso en el que te abres, pero siempre a partir de lo que significan los principios de igualdad. Yo he vivido un periodo de transgresión en el que estaban esas corrientes. Mis propuestas afectan a la política de arriba a abajo. Yo he sido senador, he estado en el proceso constitucional y al mismo tiempo he estado en la cárcel. Todo eso forma parte fundamental de mi punto de vista.
Te voy a contar una anécdota. Hace años, en la televisión había una entrevista en la que estaba el Partido Comunista, estaba don José Prats, estaba yo… y estábamos dialogando sobre una propuesta. En un momento dado, cuando me toca a mí, hago una intervención. Santiago Carrillo, que me tenía mucho afecto, toma la palabra y dice: “Una vez más Portabella ha hecho una intervención magnífica, pero ha cometido un error, que es que como ustedes saben, nosotros tenemos unos acuerdos previos que objetivamente tienen un sentido fundamental, y esto está fuera de esos acuerdos e invalida su argumento”. Pide la palabra entonces don José Prats y dice: “Mire, don Santiago, Portabella ha hecho una reflexión magnífica, pero respecto a lo que usted dice que ha faltado a la objetividad de los acuerdos, él ha hecho una cosa, no ha renunciado a la subjetividad. Eso es ejemplar. Esto que parece nada, ¿qué quiere decir? Pues que desde el punto de vista de un partido estás en un sitio o en otro y hay unas normas que aceptas, mientras que la subjetividad es que siempre, por encima de todo, puedes llegar a acuerdos sin renunciar a la subjetividad, y eso es lo que es democrático ante todo”.
Esa defensa de la subjetividad es lo contrario a lo que nos venden.
Todo lo contrario, siempre te dicen: “Vente aquí” y te dicen lo que tienes que hacer.
Como periodista siempre nos dicen que busquemos la objetividad, de hecho.
Ser objetivos, porque así, “o haces como yo te digo o te quedas fuera”. La subjetividad es lo primero que hay que recuperar en una situación política como la actual. La subjetividad.
Su cine tenía una urgencia política, eran películas que estaban en la calle. ¿Cómo ve el cine español de después, ha perdido esa urgencia?
Es que no me interesa… no porque sea mejor o peor. Hay directores estupendos, pero hacen productos.
La propia palabra “producto” es fea.
El producto es al final la película, que es el control ideológico por los Estados con las subvenciones y el retorno del capital para las multinacionales. Y aquí hasta los mejores actores invierten dinero en esto, y van a festivales…
¿Nunca le ha tentado la industria a hacer productos?
No, yo con Viridiana hice una impugnación. Cuando yo entré y decidí producir, planteé un acuerdo con Buñuel. Le dije “Vamos a hacer una película juntos, conmigo como productor, con la condición de que nosotros hagamos el guion que nos conviene y lo mandaremos para que pueda ir a Cannes, que tiene que pasar el control de censura. La mandaremos para que me den a mí lo que quieran censurar, y cuando tengamos esto, yo hago una carta firmada en la que digo que acepto sus requisitos”. Buñuel me decía: “Esta película va a ser una bomba”, y yo le decía: “De eso se trata, Luis, tenemos que hacer algo serio para salir de esta situación”. Se hundió todo, y es uno de los éxitos más grandes… a mí me cayeron dos años sin poder entrar en España, pero me apoyaron muchos cineastas.
¿Mereció la pena?
No te imaginas, es un éxito… Fantástico. Me arroparon.
Siempre me ha gustado esa anécdota, no sé si leyenda urbana, de que Silvia Pinal huyó con la copia de Viridiana para que no la quemara el franquismo.
Con el material, con todo el negativo ya montado, mandé la película a una multinacional que hacía el premontaje, y cuando tiramos para adelante y vino el escándalo, no estaba ya en manos mías ni de nadie, sino del que era el compañero de Silvia Pinal, y se salvó todo y se conserva por ellos. Se salvó la película, y dentro de España tardó un siglo en estrenarse y eso demuestra que acertamos. Tú piensa en lo importante que fue y en el resultado de lo que significó. Ese escándalo forma parte de algo que reivindica esa capacidad subjetiva de hacer un relato de la función de la libertad. El hacer proyectos sin necesidad de aceptar los cánones de producción.
Tengo curiosidad por saber qué decía el informe de censura sobre Viridiana.
Se quedaron sin habla. En el Vaticano, y tenían razón, se indignaron por la película, decían que de cara a la humanidad era un excremento, un insulto para los españoles. El Vaticano metió una embestida al franquismo con toda la razón.
¿Cuando vio la reacción del Vaticano fue cuando pensó: hemos triunfado?
Es que era exactamente eso. Porque era una impugnación. Todo estaba pensado para que pasara lo que pasó.
Ha producido las que creo que son tres de las grandes obras maestras del cine español, Los golfos, El cochecito y Viridiana, ¿hay algo que le haya quedado por producir?
He producido algunas, pero fundamentalmente como productor he ayudado a alguno a hacer sus películas, pero en este sentido mi trayectoria es un planteamiento de impugnación de los años 60, que es lo que me trae aquí.
Está también su propuesta como director.
Es que una cosa no está separada de la otra. Lo que he hecho es reordenar todo el sistema de funcionamiento desde el punto de vista cultural. Son películas asumidas subjetivamente para generar, en este caso, un proceso en el que siempre he mantenido esta actitud. Y son películas que todavía se habla de ellas.
Y que siguen hablando del presente. En 2018 realizó una actualización de El sopar que incluía una coda final hablando del procés. ¿Sus películas hablan del presente, de lo que pasa ahora?
Mis películas son muy coherentes. Lo que está pasando… ya lo ves. Estamos hablando ahora en una situación muy distinta, estamos en un desastre total. Estamos hablando así, mientras hay un hundimiento del planeta. No hay reservas para vivir ni sobrevivir ninguna de las especies y seguimos en una guerra en la que perdemos todos. Vivimos hoy una crisis al límite en estos momentos.
Ha tenido retrospectiva en el MoMa, en el Pompidou… sin embargo no le han dado un Goya de Honor ni un Premio Nacional de Cinematografía.
No, seguramente porque no les interesa, y me parece muy bien.
¿No le molesta?
No, lo respeto. Nunca me verás quejarme por eso.
¿Cree que fuera se ha entendido mejor su propuesta?
Si te cito la cantidad de reconocimientos que tengo yo… ¡tengo dos Honoris Causa yendo en contra del sistema! Cambridge me hizo un simposio. En EEUU mis películas están por todos los lados y siguen proyectándolas… La pregunta háztela tú, ¿cómo es posible que aquí no?
Pere Portabella: “El Vaticano dijo que ‘Viridiana’ era un excremento, un insulto a los españoles”