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Por Francisco Vélez Nieto
Roberto Wong
Paris D. F.
Galaxia Gutenberg
Había terminado de leer El castillo de Kafka en una nueva edición de Sexto piso con unas conmovedoras ilustraciones de Luis Scafati propias para el contenido, tanto, que dan ganas de cortarlas y meterlas en un marco de color negro, Más a continuación decido volver a leer El proceso de Kafka lo que por cuenta propia, sin pretenderlo, me lleva a enjaretarme esta crónica entre el laberinto kafkiano y la llegada de Paris D. F. del autor mexicano Roberto Wong que tiene bajo el brazo triunfal su novel ópera prima, joven afortunado que ha surgido en los medios como un rayo literario explosivo.
Abro el libro entre mis manos, lo ojeo y me digo “¡Leñe!, este es un mundo en cierta medida, guardando las distancias del tiempo transcurrido, de semejanzas paralelas. De manera que decido partiendo de Kafka y su Proceso, a modo de comparación, confrontar la lectura de ese mundo de leyes, juicios y trápalas y forajidos que es el universo kafkiano del siglo XXI y esta trama de Paris D. F. de este nuevo novelista que se ha ganado con pulso entre más de mil aspirantes el I Premio Dos Passos a la Primera Novela creado por Galaxia Gutenberg (Glorioso como justo nombre de tan enorme novelista autor de Manhattan), por calidad propia limpia de toda mosca cojonera del aluvión de narrativa moderna que asfixia y agobia, algo que posiblemente a llevado a los miembros del jurado a destacar “que se trata de una voz nueva y audaz con un brillante lenguaje coloquial, imágenes poderosas y un interesante tratamiento de la violencia y el sexo. Una novela sobre la melancolía, los deseos no cumplidos y el riesgo del hastío”
Resultando que tras la lectura de uno y la relectura de otro sostengo sobre sus cabezas la frase de Italo Calvino “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene” Bien conocido y reconocido que el autor de La metamorfosis tiene ganada la justa fama de ser aceptado como un gran clásico de los tiempos y el joven Roberto Wong disfruta con su crujiente narración explosiva, desafío y respaldado por una parte importante de medios de comunicación de comunicación, en unos tiempos modernos en los todos los pedestales tienen una base no lo suficiente firme para poder resistir las inclemencias del tiempo. Veremos pues, sin “Por lo tanto”.
Y aquí nos encontramos una historia narrada con estilo vivaz y muy directo en la que el protagonista es conciente de donde se encuentra “Se muchas cosas sobre lo que es esta ciudad. La que vivo cada noche, desde la misma esquina en la que me paro. Las personas son el de la ciudad, su parásito. Se alimenta de las distintas realidades que la conforman. Muestran su monigatería”,
Juicios atrevidos para quien lleno de sensatez como puede ser este joven atormentado por los acontecimientos en los que ha participado involuntariamente para poder afirmar convencido que vivimos bajo “un Dios aburrido repite en nosotros el tedio del universo” luego nada normal e inquietante la del protagonista soñador que no debe sorprendernos en los tiempos que corren: Flota con pasión y juega a visitar Paris, mientras, en la espera de hacer el sueño realidad se gana la vida de mancebo de una farmacia sosteniendo ese transitar de sueños por la deseada metrópoli europea, jugando con los planos superpuestos de las dos grandes ciudades, flotando suspendido de delirios y promesas, para artistas que el mancebo poeta llega a transitar mentalmente por las calles de México D. F..
Y el sorprendente azar le lleva en su propio trabajo a ser testigo directo de un impactante suceso, cuando en la farmacia donde está empleado entra un delincuente armado con una pistola, que cuando se encuentra en plena operación atraco llega la policía y lo tumba de un disparo a los mismos pies de nuestro protagonista soñador. Una bala que podría igualmente haber chocado con su cuerpo. Un suceso que le conduce a cambiar su vida, siendo lo que nos cuenta con una habilidad narrativa sorprendente. Lectura agradable con sorpresas y desgarros a las que un servidor cronista literario estaba leyendo en mi amigo Kafka, por lo que he encontrado curiosas comparaciones. Una de ellas, que nuestras sociedades siguen igual de insalubres o peor, en este mundo cada día más asquerosos y alienante y con demasiados políticos corrompidos que apestan.