“Otra humanidad es posible”

“Otra humanidad es posible”

Jose Sarria
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Otra humanidad es posible

José Olivero Palomeque

Editorial Alhulia, Granada, 2012.

No voy a ser, en absoluto, nada original si afirmo que estamos inmersos en un proceso de cambio derivado de la colosal crisis económica que se inició en el año 2007 y cuyas consecuencias aún perduran en nuestros días. Hay quien ha señalado que no se trata, simplemente, de una crisis económica, sino de una transición; pero, una transición hacia la INCERTIDUMBRE.

En el año 2006, un grupo amplio y multidiscilplinar de investigadores, encabezado por Paul Raskin, publicaba, de la mano de la CEPAL un otrahumanidadambicioso análisis sociológico, económico y medioambiental que trataba de estudiar lo que estaba ocurriendo con el fin de proyectar determinados escenarios posibles a los que se podría enfrentar la humanidad. El título del informe presentado a Naciones Unidas es el de “La Gran Transición: la promesa y la atracción del futuro”.

En este estudio se advierten varias e interesantes conclusiones entre las que quisiera destacar la siguiente: cuatro agentes globales de cambio, actuando sinérgicamente, podrían impulsar un nuevo paradigma de sostenibilidad. Tres de ellos son actores globales: las organizaciones intergubernamentales, las corporaciones transnacionales y la sociedad civil actuando a través de organizaciones no gubernamentales. El cuarto, es el elemento subyacente crítico: la CONCIENCIA DE CAMBIO del público en general sobre la necesidad del cambio, y la difusión de valores que den primacía a la calidad de vida, LA SOLIDARIDAD HUMANA y la sostenibilidad del medio ambiente. Se necesitan (concluye este informe de Naciones Unidas) con urgencia nuevas formas de PENSAR, de ACTUAR y de SER.

No obstante, en este punto, quisiera traer las palabras de René Passet, profesor emérito de La Sorbonne y uno de los pocos economistas que alertó sobre la actual crisis económica y que ya advirtió de las devastaciones que traería el capitalismo, en materia medioambiental y de biosfera. Él habla de “mutación” y de que estamos inmersos en esa nueva mutación. A pesar de cuanto estamos viviendo y de la situación actual, Passet mantiene la esperanza. Él las expresa de esta manera: “A menudo la Historia es así: muchas veces ocurre lo improbable. Mire, cuando en 1967 llegué a vivir al extrarradio de París, había cientos de especies de pájaros distintas. Poco a poco, fueron desapareciendo. Pero ayer mismo, mi amigo el petirrojo volvió a mi jardín”.

Y con ese rayo de esperanza que supone la llegada del petirrojo a un jardín al que ya no se le esperaba desde hacía décadas, como símbolo de la ilusión que nunca debemos de perder, ha llegado hasta mis manos un petirrojo llamado “Otra humanidad es posible”, de José Olivero.

El libro es una bandera plena de reflexiones, un estandarte, un baluarte contra la insolidaridad, un bastión esperanzado en la capacidad del hombre para hacer posible el milagro de la solidaridad y de la fraternidad. El libro ha sido tallado con una intensa carga lírica para ofrecernos una serie de recreaciones narrativas, a modo de crónica ensayística desde un lenguaje denotativo, asequible, y comunicativo. Con un verbo fácilmente identificable, incandescente y lúdico, hallaremos todos los componentes sustanciales de un compendio de experiencias, de reflexiones personales, de miradas, que conforman un tratado antológico de la esperanza con el que dar respuesta a la pregunta que abre, a modo de frontispicio, el capítulo titulado “El sentido de la vida” (pág. 79) y que recorre, de manera transversal, todo el texto: “¿Cuál puede ser el sentido profundo de la vida en un ser humano?”. José Olivero ha venido a construir un altar sobre el que ha depositado su propuesta, la del hombre humanista, la reivindicación de que no todo está perdido y que por ello otra humanidad es posible.

Y José construye su alternativa desde los postulados de claridad y levedad literaria de Ezra Pound quien decía que un escritor no puede joseoliveroescribir algo que no sea capaz de decir en una conversación. Así es la prosa de José Olivero, en quien claridad o utilidad significan quitar peso al texto, el mayor posible, para pronunciar verdaderamente lo sublime, en donde por una ley de lo inversamente proporcional: cuanto más ligero es el tono, tanto más alto es el efecto. Pero esta asequibilidad de su prosa no viene a significar menoscabo de un intenso proceso reflexivo, ya que su propuesta revela “muchas horas gastadas en meditar sobre los enigmas del hombre y del mundo”, al decir machadiano. En efecto, el libro puede entenderse como un conjunto cubista de imágenes y experiencias, en el sentido de lugar común en el que el autor engarza sus vivencias en numerosos planos sucesivos, donde confluyen y se encastran pasado y presente, insertos en la misma realidad objetiva, con el fin de analizar y reflexionar acerca de la condición humana. José Olivero ha decidido trabajar por “humanizar los sentimientos”. Desde la certeza existencial de quien ha alcanzado las terrazas de la edad madura, José hace acopio de vivencias y de experiencias, y con un tono cercano e intimista nos ofrece un rosario de propuestas estéticas hilvanadas desde el basamento de la más brillante de sus divisas: “amar y respetar la vida”.

Esta posición reflexiva se enmarca en la línea que el poeta Antonio Gamoneda marcó en el discurso que pronunció con motivo del Encuentro-Homenaje a los Premio Cervantes. Decía Gamoneda: “El sufrimiento de causa social es nuestro sufrimiento y penetra nuestra conciencia, que creación literaria que no lleve consigo conciencia no es creación. Incruentos como Don Quijote, numantinamente resistentes, pacíficamente revolucionarios, queridos escritores cervantinos todos: “hay que luchar contra los molinos de viento”.

A lo largo del libro encontraremos a Jacinto, que ya cumplió los cien años, a Andariego, a la querida René, a Anselmo o a Salvador y a Juan, todos ellos personajes reales, hombres y mujeres anónimos, que sin haber sido personas de “prestigio” literario, científico o musical, son protagonistas de las historias que Olivero relata porque su heroicidad estriba en que han sido capaces de “dejar huellas en el corazón humano, de alegría, de felicidad, de emociones positivas que animan a vivir la vida y a dar sentido a lo que somos cada uno” (pág.51). El libro se encuentra jalonado de momentos mágicos y especialmente emotivos como la despedida de la madre, la “Andaluza María” de la pág. 69, en el instante final de la existencia o el texto “¿Qué son los años?” de la pág.72, que representa uno de los textos más líricos del libro.

José Olivero ha tomado la decidida opción de hacer de su literatura una herramienta útil, reivindicación del compromiso, en la línea de lo manifestado por Francisco Morales Lomas, presidente de Humanismo Solidario: “La humanidad del hombre no viene dada, no está constituida, sino que debe verse como una conquista, como un compromiso y una responsabilidad, como un deber”. Compromiso con la palabra y con la vida, que debe incluir siempre a los otros y que no significa instrumentalización ni militancia, sino vinculación y resistencia.

En “Otra humanidad es posible” los relatos o microrelatos van mucho más allá del inmediato concepto o de la mera crónica cotidiana; los personajes y su contexto han dejado de ser lo que representan para reunirse en el espacio que delimitan los extramuros del escritor y experimentar en ese espacio la trascendencia de la palabra. José ha entendido con el poeta libanés Khalil Gibran que “La Tierra es mi patria. La humanidad mi familia” y a esa tarea rehumanizante entrega y dedica su obra.

Descubrir “Otra humanidad es posible” es allanarse, a través de unas narraciones asequibles para el lector y con una prosa bien cincelada, a la profunda vocación humanística de quien ha emprendido una aventura: la de la búsqueda humana, bajo la intimista recreación visionaria que proporciona la hermosa iconografía que se sustenta en la cosmogonía de los lugares, de los personajes y de las experiencias que se esconden tras sus vidas y que sirven como testera de un conjunto de narraciones que nos revelarán (posiblemente de forma cuasi autobiográfica) el sendero del dolor o de la existencia, de las esperanzas, de los fracasos que existen en cada proyecto personal, para hacer de todo ello testimonio vivificante de un escritor que ha decidido no permanecer ajeno o indiferente ante este trayecto hacia la incertidumbre en el que se ha embarcado la humanidad, sino que ha decidido elevar un estandarte de esperanza y de ilusión: “Yo quiero creer que existe otro mundo posible, otro tipo de convivencia que encauce la conducta humana hacia el bien …/… Un lugar para la vida donde podamos sonreír y abrir nuestro corazón a la esperanza …/… Yo creo que este mundo es posible, es más, yo creo que está entre nosotros …/… (pág.25-26) …/… Dependerá de cómo se encuentre mi mundo interior para que despierte o siga dormido a este amanecer cierto …/… Por estas razones, he decidido ser un hombre feliz” (pág.19).

José Sarria

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