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Morir en primavera, de Ralf Rothmann, con traducción de Carles Andreu
Esta novela ha sido aclamada y reconocida como de la más importantes obras de la narrativa contemporánea alemana. Donde la inocencia juvenil de los personajes plantea si ha podido existir en ellos el sentido de la culpa, cuando su tétrico destino ha sido impuesto por las fuerzas enfebrecidas y demenciales.
Los valores, que son muchos empezando por el estilo narrativo, brillantez de mitigada luminosidad, son el fruto del contar las vidas de los seres sencillos. Su transcurrir diario en circunstancias tan dramáticas como angustiosas de la cruenta Segunda Guerra Mundial en sus estertores finales sin exageración alguna. Rico bagaje que convierte Morir en primavera en la gran novela de tan sangriento y trágico drama denunciando el antibelicismo de imagen universal. El autor de esta perturbadora obra que justifica con creces lo que su elaboración literaria ejemplar sirva igualmente a otras geografías.
El autor, nacido en 1953 en Schleswing. Crecimiento en la famosa cuenca del Ruhr de Alemania. No vivió tan trágicos hechos y circunstancias en las que se vieron obligados implícitamente a participar los jóvenes alemanes en el vivir diario de la guerra, quedando marcados para no hablar de lo sucedido. Y que el autor asume como algo necesario de mostrar al desnudo. Decirle no al silencio “El silencio, el rechazo absoluto a hablar, especialmente sobre los muertos, es un vacío que tarde o temprano la vida termina llenando por su cuenta con la verdad”. Y es que tender un dudoso y oscuro velo sobre el reciente pasado es imposible, aunque intereses contrapuestos intenten ocultarlo. Se trata no solamente de un capítulo de la historia exclusivo del pueblo alemán. Fue una tragedia universal en todos los campos de la sociedad. “Los padres comieron las uvas agrias y a los hijos les dio dentera”.
Ralf Rothmann narra en su magistral novela el final de la segunda guerra mundial, en febrero de 1945, cuando el poderoso ejército alemán apenas es nada ante la ofensiva aliada. Los desastres de la guerra es un cuadro desolador en todo el país, cuando dos amigos de diecisiete años que trabajan en una granja, y, como tantos otros miles de jóvenes terminarán siendo
Esta novela ha sido aclamada y reconocida como una de la más importantes obras de la narrativa contemporánea alemana, donde la inocencia juvenil de los personajes plantea si ha podido existir en ellos el sentido de la culpa, cuando su tétrico destino ha sido impuesto por las fuerzas del mal enfebrecidas y demenciales. El planteamiento es todo un referente de una actualidad, vital como advertencia para el presente alarmante y amenazador de todo lo imposible y endemoniado por determinados poderes establecidos en las alturas donde se domina y gobierno al mundo. ¿Es que lo que viene sucediendo en Cataluña, por tomar un ejemplo, con ese separatismo racista no es un boceto de todo un proceso en el que se señala a los españoles “impuros”, “bestias con forma humana” “carroñeras víboras e hienas”? No es semejante al inicio de la barbaría como cuenta Ralf Rothmann.
El lector se sentirá apresado por una narración magistral manteniendo una ansiedad por el compás narrativo de una historia sorprendente, realista y tierna, denunciadora y exquisita. También del dolor, cuando lo acompaña la inocencia y esa amista que emana. Flujo subyugador que protagonizan los personajes de la historia. Son movilizados como las últimas fuerzas para la agonía de la locura de Hitler. Ambos jóvenes, Walter y Fiete de la cuenca del Rur, cuando a sus 17 años han encontrado trabajo en una granja. Walter tendrá suerte al ser destinado como conductor deconvoyes de abastecimiento; mientras su buen amigo Fiete no correrá esa suerte, pues es enviado al frente en Hungría, donde, cae herido gravemente, en su intento de escapar es apresado por la SS. Dicho percance propicia un triste reencuentro para ambos. A Fiete lo condenan a muerte por intento de deserción y Walter, aunque por todos los medios intenta conseguir el perdón para su fiel amigo, no solamente no lo logra, sino que es obligado a formar parte del pelotón de fusilamiento.
Francisco Vélez Nieto