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Por Francisco Vélez Nieto
Traducción de Rosa Pilar Blanco
Libros de Asteroide
Para ser tan listo como para quedarse con todo, uno tiene que ser tan tonto como para quererlo”
- K Chesterton.
Las carambolas de la vida suelen provocar tales sorpresas que si la curiosidad decide interrogarse a sí misma y a continuación tirar del hilo puede provocar grandes desconciertos que igualmente alcanzan el laberinto de serios acontecimientos. Y esto es lo que sucedió en un tren que corría por un túnel, cuando un pasajero, al parecer accidentalmente, cae del tren creando una preocupación seria entre los pasajeros, algunos de ellos colegas de trabajo que vuelven a sus casas tras la jornada laboral completando su ida y vuelta diaria de Basilea a sus domicilios del extrarradio. Entre la variedad de los pasajeros se encuentra el periodista de la televisión Jonas Brand con su cámara siempre dispuesto a sacarle partido a todas las circunstancias que se le presente, en el mismo vag0n que Paolo Contini, el feliz empleado de banca amante de su joven esposa y una niña encantadora, que ha sido la víctima de lo que en algunas mentes comienza a sospecharse como un suicidio sin razón alguna de poder justificar, así, de pronto.
Y es aquí donde se produce esa carambola de la que hablo, cuando dos meses después de este suceso que va resultando un tanto extraño, nuestro periodista que trabaja por libre, sin búscaselo, dos meses después, se encuentra entre sus manos con dos billetes de 100 francos suizos con idéntico número de serie, que si uno de los dos fuera falso, la cosa no pasaría a mayores. Sin embargo resulta que los dos son auténticos y junto al suicidio en el tren todo habría quedado en uno más al poco tiempo, pero esto de los dos billetes de 100 francos suizos con el mismo número de serie es cosa seria y delicada. Pero al ser auténticos, la el asunto toma un cariz que tiende a complicarse por resultar absolutamente improbable, no legal. ante el Tesoro. Con lo que la suma de dos coincidencias y posible suicidio del empleado de banca no la pintan en bastos. Efectivamente, el asunto se complica y podríamos exclamar. “Sancho, me parece que con la Iglesia hemos topado”
Y resulta que esta “Iglesia” es laica porque la Banca Nacional y todo su enorme y absoluto poder no pueden ser por un simple periodista. Claro que existen principios y voluntad ética propia dispuesta a implicarse hasta la altura del cuello donde se encuentra la yugular, Y esta es la actitud de nuestro protagonista Jonas Brand, periodista con alto sentido del oficio investigador que como agudo observador se implica en la acción con todas las consecuencias. Exponiéndose a la violencia de tan poderosos enemigos por actuar igual a un detective de novela negra. Exponiéndose a la violencia. Vulnerable e indefenso, lo asaltan en plena calle, le roban, lo chantajean profesionales a cargo del poder que lo puede todo, hasta el secuestro cuando cunde la extrema alarma en las alturas. Todo por esa carambola de dos billetes de 100 francos suizos con idéntica numeración. Pero nuestro hombre tiene buenos amigos como Max Gantmann, un reputado analista económico de la televisión, en otros tiempos pasados, hoy empedernido bebedor de cerveza, marginado y sumido en la autodestrucción de sí mismo al sufrir la pérdida de su amada esposa en un accidente de tráfico. Será su gran ayuda, el experto en ese complejo mundo de las altas finanzas, en aclarar un proceso que vertiginosamente ha ganado altura y volumen hasta el extremo que si se tiene liquidar todo posible impedimento aunque sea quitando de la circulación personas indiscretas y concretas por ser insobornables. Y uno de ellos será este viudo derrotado pero limpio de todo soborno pese a su estado físico y económico nada envidiable.
El excelente escritor suizo en lengua alemana Martin Suter (Zúrich, 1948), con Montecristo nos ofrece una historia llena de tensión y sucesos de altura que delatan los tenebrosos y laberínticos comportamientos de esos poderes de las altas lianazas en la que se encuentra implicado el propio Estado. La obligación buscando un final aceptable al fin de evitar una catástrofe de consecuencias estatales al filo del abismo de todo suicidio colectivo. Esa es la cuestión admirablemente planteado por Martín Suter con su protagonista antihéroe en favor de la verdad. En la que se impone la necesidad de silenciar la identidad de los culpables, dilema entre el deber de decir la verdad y la conveniencia de callar verdades improcedentes. Y aquí se plantea otra cuestión de ser o no ser.