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Miguel Florián
Nació el año 1953 en Ocaña (Toledo). Pasó la infancia y la juventud en Madrid. En esta ciudad inició estudios de Medicina que no completó, licenciándose finalmente en Filosofía. Ha trabajado como profesor de Filosofía. Compagina la crítica literaria con la labor poética, siendo colaborador habitual de revistas especializadas. Ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía “San Juan de la Cruz”, el Premio Internacional de Poesía “Claudio Rodríguez”, accésit del Premio Iberoamericano de Poesía “Juan Ramón Jiménez”, ‘‘Ciudad de Cáceres’, ‘Jaime Gil de Biedma’, ‘Ciudad de Salamanca’… y finalista en varias ediciones del Premio Nacional de Poesía y de la Crítica. Ha publicado los siguientes poemarios: Los mares, las memorias (Madrid, 1992), Anteo (Huelva, 1994), Lluvias (Ávila, 1995), Los días y los pájaros (Zamora, 1996), Memoria común (León, 1998), Mar último (Sevilla, 2000), Cuerpos (Sevilla, 2001), y Habitación 328 y otros poemas (Madrid, 2001. La antigua llama (Sevilla, 2004). Antología (Málaga, 2004), La luz abandonada (San Roque, 2004), Reparto de sombras (Madrid, 2005), PrObEMAS ( Sevilla, 2005), Cuerpo nombrado (Antología poética), (Sevilla, 2005), GILGAMESH (Jerez de la Frontera, 2006), Cuerpos (Madrid 2008), Eleusis (Madrid, 2012), Ángel incierto (Sevilla, 2014). También ha publicado obras de carácter pedagógico y filosófico como Historia de la Filosofía (Granada, 1995) en colaboración con otros autores, Este es mi cuerpo (Sevilla, 2006), Historia de la Filosofía (Sevilla, 2009) en colaboración con otros autores, Poesía y memoria (Úbeda, 2002), El poema es un faisán (Málaga, 2010), Los espejos del cuerpo (Cádiz, 2010), Incursiones en lo sagrado (Sevilla, 2012)…
Miniatura turca del siglo XVI, Estambul
Ese ángel que me ofrece la flor,
ese ángel azul que me ofrece una flor
lleva escrita en sus párpados la huella
de la arena, el signo blanco y tibio
del olvido. En cada pétalo un nombre,
en cada nombre el temblor helado
del invierno. Más allá del cristal
está lloviendo, llueve más acá
de la sangre. El agua arrastra el limo
de los sueños, hasta sellar los labios.
Y la flor, incesante, se me ofrenda
con su aroma de escarcha. El agua empapa
los cabellos, corre sobre los hombros,
sobre la boca azul, sobre los párpados.
Desde su eternidad de fuego y barro
me regala una flor. Mientras el agua
cae, mansa, insomne, sobre el mundo.
( Adermia )
A veces,
vagando por las calles,
he sabido que el gesto de ese hombre,
o el cuerpo de mujer,
fugaz, que se me escapa,
me estaban reservados.
(Con cuánta certitud
he llegado a saberlo).
Los he reconocido
como si su destino hubiera sido mío
en una edad confusa, muy lejana,
infranqueable, incierta.
He creído sentir
el flujo de su sangre,
sus sueños más secretos, la memoria
de una dicha escondida, el agua
de su lluvia caer sobre mi piel.
Cuerpo nombrado
Quiero nombrar tu cuerpo, tu oscuridad, tu lumbre,
el pecho que se inflama,
tu savia azul, el río de tus astros.
Quiero nombrar tu cuerpo, tus caminos,
el laberinto tibio, las girándulas,
el sexo umbrío, las vísceras ocultas,
esa linfa secreta que va trenzando el tiempo.
Quiero nombrar tu cuerpo, los murmullos,
los labios cuando besan o nombran otros cuerpos,
el fuego de la lengua, la humedad de la piel.
Tu saliva que es áspera y amarga.
Quiero narrar tu espalda añil que delimita
con un dios impreciso, inabarcable.
( Ciruelo )
El ciruelo de flores sonrosadas
muy poco me diría si no estuvieras tú,
si no hubieras tomado entre las tuyas
mis turbias manos, y me amaras.
Jamás, si no por ti, hubiera reparado
en sus ramas azules, en la luz
de sus hojas, en su perfume blanco.
He amado su rara perfección,
incierta y apacible, su armonía redonda.
Este árbol rotundo que extiende sus dos brazos
hasta ocupar mi cuerpo
( Naranjos )
Bajo qué otro aguacero volveremos a vernos,
caer a tu regazo, sentir tu voz más honda,
las ascuas del otoño (las piernas abrasadas
por la lumbre), tu aliento que me llevaba al sueño.
Igual que en esta lluvia en otra lluvia duermes.
Me pides otro beso que te ampare, te libre
de las piedras oscuras, de este agua que ha roto
en dos el tiempo y nos deja en orillas diferentes.
Cerrada sobre ti, transparente en tu muerte.
Ha oscurecido el mar, el cieno ocupa las besanas.
Y mientras duermes florecen los naranjos.
Acebuche
El gato asciende silencioso
por el tronco gris del acebuche.
Como la noche es negro.
Como tus ojos, negro.
Como la muerte.
Revolotean plumas.
El dolor del instante, la belleza.
Retrato
El pelo ensortijado
que cae sobre los hombros.
El cuello limpio, alto,
la boca enmudecida.
Se estremecen los álamos.
En ti crece el maizal,
en ti los astros giran
absortos en la noche.
Me lastimas, belleza.
Soy Miguel Florián. Agradezco mucho que poemas míos hayan aparecido el LUZ CULTURAL
Una pequeña observación: Los dos poemas finales están fundidos en uno. El título del segundo (‘Retrato) puede entenderse como parte del primero (‘Acebuche’).
Gracias