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Mercier y Camier de Samuel Beckett
-Anímate -dijo Camier-, estamos llegando a la estación de los condenados, ya se ve la torre.
-Alabado sea Dios -dijo Mercier-. Por fin podremos descansar.
(Beckett)
Quienes alguna vez hollaron el universo literario de Beckett quedaron fascinados o lo desecharon de por vida.
Beckett se vio obligado a modular un sello propio para no verse arrastrado por el ascendiente de otro monstruo de la literatura como fue James Joyce. Incluso renunció a su idioma y comenzó a escribir en francés para “perder hasta el estilo, para empezar de cero”, según manifiesta el introductor y traductor de “Mercier y Camier” José Francisco Fernández, en este texto publicado por Confluencias Editorial.
En la Irlanda de Beckett escribir nunca ha sido ni será fácil dado que hay más literatos por metro cuadrado que en cualquier otro lugar del mundo. Basta con pisar el cementerio de escritores ilustres de la capital irlandesa para quedarse boquiabierto o patizambo, como deseen.
No hace mucho realicé una reseña sobre “Sueño con mujeres que ni fu ni fa”, la primera novela de Beckett que, sin embargo, estuvo inédita en español hasta el año 2012 en que la pusiera en circulación Tusquets editores.
Con “Mercier y Camier” ocurre algo por el estilo. La novela se escribió en 1946 y fue la primera que Beckett escribió en francés. Ningún editor se interesó por la misma jamás, por lo que durmió el sueño del olvido hasta 1969, fecha en que al autor irlandés le fue concedido el Nobel y sus editores quisieron publicarle hasta los garabatos que hizo de infante.
En España apareció en 1971 en una versión de Félix Azúa.
El propio Beckett transcribió este libro del francés al inglés en un proceso que finalizó según Fernández en 1974, y es de esa traducción de la que bebe la editada en Confluencias en su Colección de Excéntricos y Heterodoxos.
En la novela Beckett convierte a Mercier y Camier en arquetipos de personas que, si no afinamos mucho, podrían incluirnos a todos. Porque el tiempo pasa y las personas fenecemos al igual que las costumbres, las modas o las leyes, pero no los comportamientos del ser humano, que parecen radicar en un trasgo que nos hace decir o hacer las mismas cosas en determinadas circunstancias.
Con los comportamientos no sirven vaniloquios, de ahí la importancia de la literatura y de la filosofía antes que de la psicología o la sociología, digan lo que digan los (in)expertos individuos que programan la formación en este país.
Antes de que Sigmund Freud o Carl Gustav Jum hablaran del psicoanálisis y de la psiquiatría como remedio para multitud de enfermedades mentales, éstas habían sido descritas y puestas en escena por Shakespeare; y antes de éste por infinidad de dramaturgos y poetas grecolatinos y orientales.
Lo que tiene de novedosa esta novela de Beckett, si somos capaces de contextualizarla en el tiempo en que fue escrita, es que aproxima, acerca, predice, al gran narrador, poeta, dramaturgo y crítico que luego nos daría la satisfacción de poder leer “Esperando a Godot”, “Final de partida”, “La última cinta”, “Los días felices”, “Mallone muere”, “Molloy”…; o “Watt”, “El innombrable” y “Murphy” que, curiosamente, para regusto del lector avezado en su obra, el propio Beckett cita e incluye como personajes en los dos últimos capítulos de “Mercier y Camier”.
Paco Huelva
Julio de 2014