Memorias, apariencias y demasías, de José Manuel Corredoira Viñuela
A mí me gusta leer a Corredoira porque me remueve el acratismo intelectual, enterrado por la normativa académica. Sí, ya sé que hay que ser una Valle-Inclán o una minicorredoira para traspasar los límites de la corrección universitaria, saltarse las normas Harvard de la cita, ordenar la bibliografía al gusto, colocar las notas al pie como glosa (¡ah, aquellas glosas de los manuscritos!) y jugar con las kursivas y negritas como si la página fuera un tablero y las palabras sus fichas. Así de estimulante es este libro, denso e intenso, por el que, al tiempo, transito despacio por las corredoiras de sus capítulos, porque en Galicia –parte de mis orígenes– unas corredoiras son caminos por los que pasan los carros y a su ritmo de marcha.
Mi alma, que quiere ser sabia, ha retozado con los sugerentes temas y propuestas que componen estas Memorias, apariencias y demasías, pero al llegar a la página final no ha alcanzado todavía ese vuelo valleinclanesco capaz de emular el multiorgasmo (tendré que esperar al próximo y esperado título de José Manuel).
Siempre me he preguntado cómo decides el orden de tus capítulos (te digo tú porque sé que como buen autor me estás leyendo esta crítica). Y me conecto contigo a través de la palabra, casualidades de la vida, cuando leo tu capítulo sobre la voz onomatopéyica “Taratántara”, de la que precisamente se ocupa un doctorando con el que trabajo, que ha encontrado esta palabra en una traducción del Pluto de Aristófanes al latín en el siglo XV y que tenemos conservada en el manuscrito 4697 de la Biblioteca Nacional de España.
De las cartas autógrafas de Valle-Inclán a los textos que conforman el sustrato inspirador de El nacimiento de Venus de Botticelli, y, de ahí, al buscaproblemas de un Ulises polýtropos para entender de qué va la creatividad artística. Todo cabe y nada sobra.
Un interés reseñable son las citas que iluminan el libro y sus capítulos. Como un sinosí, despiertan la curiosidad y sorprenden por su erudición, desde cantares de viejo hasta J. Joyce.
La anécdota –que a veces es etimológica o semántica– se vuelve tópico literario y con ella los amigos de Corredoira que le escriben, al igual que el autor mismo, devienen en personas reales y en personajes ficticios. Los seres humanos, dicen, necesitamos la ficción para el constructo de la realidad, pero buena parte de este libro ha hecho verídica la ficción y ficcionado la realidad, porque se va pasando de lo físico (un molino, por ejemplo) a lo metafísico (las aspas que mueven el pensamiento).
Para mí este libro habla de creatividad, la del literato y la del ensayista crotólogo; la del músico profesional y la del folclore popular; la del pintor, la del poeta, la del filósofo, la del lingüista, la del intelectual, la del músico, la de cualquiera de la calle, porque el mundo nos une gracias a los sonidos juntaletras y juntamelodías que transmiten lo que creamos para dejar en el mundo. Así la finitud alcanza otras fronteras. La creatividad y sus derroteros cohesionan la miscelánea que compone el libro, donde el autor ha dado protagonismo a un sinfín de escritores, artistas, críticos, pensadores de todas las épocas, lenguas y aficiones, que se convierten a la vez en personajes y motivos de esta obra.
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Carmen González Vázquez
Universidad Autónoma de Madrid
Nota: José Manuel Corredoira Viñuela. Memorias, apariencias y demasías. Prólogo de Jean Canavaggio. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2021. ISBN: 978-84-17231-31-6
Memorias, apariencias y demasías, de José Manuel Corredoira Viñuela