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“He pasado la noche mirándote la frente.
No creo en los milagros pero ha amanecido.”
(J.S. Menéndez)
Las prosas (que diría el Nobel de Moguer) poéticas de Javier Sánchez Menéndez nada tienen que envidiar a los a veces enripiados versos rimados con los que los ortodoxos de la métrica nos castigan un día sí y otro también.
A muchos les parecerá extraño lo que sigue, pero no importa. Hace tiempo que me permito el lujo de decir lo que pienso sin contar con las consecuencias. El único que ha de responder por mis actos y mis palabras es el que subscribe, y aquí estoy, a corazón abierto, como siempre.
Amo a Javier Sánchez Menéndez más allá de la carne y la distancia. Amo su ausencia siempre presente. Su estar siempre conmigo (y yo con él) estando lejos. Su siempre atenta omnipresencia.
Entre Javier y yo existe un prístino puente de luz, de entendimiento… una pasarela hecha de letras: únicas, altivas, excelsas y placenteras. Una escala de palabras que caminan desde sus manos a las mías, desde su inquebrantable transitar en pos del centro hasta la avidez nunca saciada de verbo que habita en mis adentros, en lo más recóndito de mi ser, en lo que sin querer “soy” sin serlo. Dice Javier en este texto:
“Es la palabra justa la que conduce al poeta por el camino de la esencia. Desde el centro del parque aprendemos a respirar. Un pájaro sonríe cuando no sabes dónde dirigir la mirada y, acaso, si agachas la cabeza todo es mediterráneo. En un banco de piedra las sombras de los árboles hablan siempre en silencio. Te susurran palabras que debes construir, se tienen que ordenar. Primero la semántica, después los signos y todas sus combinaciones.
En el centro del parque debes buscar un ritmo. Una fórmula mágica que agregue al ritmo el tono. La llaman armonía. Dicen que es un tratado. Me gusta que la noche interrumpa en silencio. Las sombras se confunden con el sentido extraño. Sentido inesperado que nos va suicidando…”
“Mediodía en Kensington Park” es un soliloquio pessoano al estilo del “Libro del desasosiego” donde no faltan áureos destellos, iridiscencias, en las que el lector avezado podrá vislumbrar influencias de Juan Ramón Jiménez y de Rilke, así como de algunos otros grandes que murieron encauzando el río de la palabra en pos de la siempre inalcanzable Belleza: única meta que puede dar sentido a lo escrito: que da bonhomía y a la vez fulgor al poeta.
“Mediodía en Kensington Park” es un texto necesario apartado de lo convencional, que reafirma a Javier Sánchez Menéndez como un poeta que va arando su camino sin escuchar cantos de sirena sino únicamente la melodía que nace de la observación, la lectura continuada de los grandes poetas y mucho, mucho dolor. Ese que nunca podrá ser expresado con palabras.
Paco Huelva
18 de marzo de 2015
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