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La lectura sueña a la literatura. Desde ese propósito los autores vencen el escepticismo de su creación y los lectores abundan en el onírico paisaje al que éstos les invitan.
Correcciones para un destino nada solícito. Así, las galeradas de Cien años de soledad se mantienen en el estado que su poderoso título presagiaba. Apenas cumplido un año del fallecimiento de su autor, tras la salvaguarda del documento manuscrito por el exiliado director de cine Luis Alcoriza y su esposa, la actriz austriaca Janet Riesenfeld en el año 1967 y dos subastas frustradas, continúa en la búsqueda de un reposo definitivo. “Para Luis y Janet, una dedicatoria repetida, pero que es la única verdadera: del amigo que más los quiere en este mundo”. Gabriel García Márquez lo convirtió en una ofrenda de amistad refrendada en el año 1985 con otra anotación, “Confirmado”. Héctor Delgado, la persona que cuidó a la pareja cinematográfica en el final de sus días y heredero, se expresa con la incertidumbre de quién se sabe a sus 74 años el último garante. “Prefiero que estén en una biblioteca o un museo que conmigo”. El vestigio de la arquitectura que ubicara a Macondo en el imaginario narrativo, nos revela el trabajo exhaustivo del escritor colombiano. Stefan Zweig reclama ese auténtico e inescrutable sentir y pensar ante la realidad creativa, “De todos los misterios del universo ninguno más profundo que el de la creación. Nuestro espíritu humano es capaz de comprender cualquier desarrollo o transformación de la materia. Pero cada vez que surge algo que antes no había existido –cuando nace un niño o, de la noche a la mañana, germina una plantita entre grumos de tierra-, nos vence la sensación de que ha acontecido algo sobrenatural, de que ha estado obrando una fuerza sobrehumana, divina. A veces nos es dado asistir a ese milagro, y nos es dado en una esfera sola: en la del arte”
Abolir el pasado no nos libera del futuro. El acto creativo se superpone a la realidad y logra hender las tinieblas que rodean su
travesía hasta encontrar el acontecer verdadero, que no es otro que el de los lectores que abundan en las obras. “El hecho es que cada escritor crea sus precursores. Su labor modifica nuestro labor del pasado como ha de modificar el futuro”. En la lectura todos los escritores son contemporáneos, todos humedecen los labios en otros labios. El eco de la narración resuena en tantas otras que serán, que fueron, que se olvidaron, que retornaron… La identidad absoluta en la literatura no existe. Cada voz personal se disemina en otras tantas. “Es todopoderosa la idea de un sujeto único”, señala Jorge Luis Borges, porque la unicidad no prevalece, se crea para contemplar exclusivamente su fenecimiento. La literatura ejerce el principio del porvenir. Es decir, de lo que está por llegar, del deseo por recomenzar lo que ya sucedió, lo que no dejará de ser: la doblez del tiempo en cada página leída o pendiente de leer.
Quizás todo se halle en los sueños. Con ellos la apropiación de la realidad es firme y propensa a trocarse en fuga. La obra no permanece. Vive en quienes la ilustran
–la sueñan- con su propio legado: los lectores. La génesis de la creación literaria
–diminuta e inexacta- es, sin embargo, un vasto campo de ceniza. Terreno abonado por el mejor nutriente. “Las obras sucesivas de un escritor son como las ciudades sobre las ruinas de las anteriores, aunque nuevas, prolongan cierta inmortalidad, asegurada por leyendas antiguas, por hombres de la misma raza, por las mismas puestas de sol, por pasiones semejantes, por ojos y rastros que retornan”. Vestigios descritos por Ernesto Sábato. Así y todo siempre queda la nostalgia de lo vivido como un sueño. Tal como le sucedió a José Bergamín. “¿Me va a usted a soñar?” le inquirió una bella muchacha durante su exilio mexicano, tras experimentar el poeta la ensoñación a su paso. Soñemos, entonces, esa nueva obra, ya escrita, solícita a nuestro requerimiento de aventurarnos en la lectura, recrear su existencia y aliviar, si así fuera, otros Cien años de soledad en la mejor compañía: los libros.
Pedro Luis Ibáñez Lérida
Pedro es un verdadero placer el leer tus artículos. Enhorabuena por saber emocionar y hacernos soñar. Un Abrazo Poeta.