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No me gusta la palabra tolerancia, pero no encuentro otra mejor. El amor empuja a tener, hacia la fe de los demás, el mismo respeto que se tiene por la propia. Mahatma Gandhi
ME PERDÍ LA BELLEZA DE LA VIDA, De Mª LORETO SUTIL JIMÉNEZ (III parte)
Isabel se va a la cama llorando y esa noche Juan Antonio, borracho como una cuba, desvencijado, con las uñas sucias del trajín de la parranda, inmóvil y soplando fuego como un dragón duerme en el sofá.
– ¡Anoche te portaste mal, cara huevo, tu obligación era llevarme a la cama y desnudarme y cuidarme, no estás cumpliendo como buena esposa! – le espeta Juan Antonio de mala forma, ese ha sido el desayuno que ha tenido su mujercita de azúcar en esa mañana rojiza. Mientras tanto los niños contemplaban la escena asustados, unas criaturitas que se están criando en el miedo, en la mentira y en el mal ejemplo.
– Juan Antonio, déjame, por favor déjame, me prometiste que no ibas a beber más.
– Y lo voy a dejar, ya te he dicho que lo voy a dejar… de fumar no puedo, no soy capaz, pero dejar de beber puedo dejarlo cuando quiera- continúa gritando el energúmeno y mintiendo.
– Pues entonces, ¿cuándo lo vas a dejar?
– ¿Cuándo quieres que lo deje, mañana?
– ¡Sí!
– ¡Pues a partir de mañana lo dejaré! A partir de mañana todo lo que tome será sin alcohol: cerveza sin alcohol, vino sin alcohol… preguntaré todo lo que tengan sin alcohol- le dice lisonjero, dando por zanjada la conversación.
Pero la rubita enamorada ya había dejado de creerle ya no tenía la fe ciega que tenía en Juan Antonio cuando lo conoció, ya le había hecho muchas veces esa promesa y a los pocos días había aparecido en la casa dando zapatazos como si fuese un autómata. Ahora las peleas son frecuentes y por más que lo desea no hay buen ambiente en la casa.
El dinero alguna vez escasea, beber a todas horas es caro, además cuando se envalentona invita a todo el que está cerca de él.
Isabel le ha dado un ultimátum: tiene que dejar la vida descontrolada que lleva, sus hermanos también se están cansando de su irregularidad en el trabajo; lo han encontrado en varias ocasiones tirado en la calle como un vagabundo, con el rostro enjuto, pálido, rodeado de moscas, con una gran borrachera. Isabel, la bella de oro, le ha propuesto buscar ayuda, si considera que no puede solucionarlo él solo, sigue empecinado en su planteamiento:
-Amorcito querido, terrón de azúcar, pastorcita mía… yo puedo, me puedo quitar de la bebida cuando quiera, de fumar no, pero de la bebida me puedo quitar cuando quiera. Ya te lo he dicho en muchas ocasiones.
– ¡Pues más vale que sea cierto en esta ocasión, amor de mi corazón, porque de no serlo te voy a abandonar, ya no puedo continuar con esta situación! – le aseguro Isabel con todo el dolor de su alma, pero contundente para que no le cupiese la menor duda. Cuando está sobrio Juan Antonio es un amor, pero cuando está borracho, que es la mayoría de los días, no puede sobrellevarlo.
No fue cierto, hubo unos días en los que daba la sensación de estar más sereno, pero a la semana siguiente volvía a ser el mismo… Las discusiones arreciaron, con una chispa saltaba un desquiciamiento de voces y disparates, que hacía que los niños asustados corrieran a sus dormitorios e Isabel pasara la noche sin dormir. Al mismo tiempo que las discusiones aumentaban, también crecían los empujones y volaban por el aire los objetos que Juan Antonio tenía más cerca. Alguno había alcanzado a la dulzura de miel y limón que tenía por esposa y la había herido, herida que ella había ocultado.
La situación se hizo insostenible, Isabel triste y silenciosa decidió separarse de Juan Antonio. (Continuará)
Se puede disfrutar de la lectura mientras degustamos un té rosa mosqueta, suave como pétalo de flor. Sus atractivos ingredientes: rosa mosqueta, hibisco, rooibos, pulpa de manzana, trozos de fresa. Al no tener excitantes podemos tomarlo en cualquier momento. Se puede encontrar en el Corte Inglés.
Desnuda soy, desnuda digo: soñadora.
Mª Loreto Sutil Jiménez