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Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio. Mahatma Gandhi
ME PERDÍ LA BELLEZA DE LA VIDA, De Mª LORETO SUTIL JIMÉNEZ (II Parte)
Empezó a trabajar de albañil, poco a poco, formó una empresa familiar de construcción con sus hermanos. Culpó a su trabajo de la cantidad de alcohol que ingería: los tratos se hacían en el bar, los proyectos se hacían en el bar, las nuevas posibilidades surgían en el bar… sesiones interminables, vasos pegajosos, mezclas y mezclas, Jerez, coñac, anís…
Llegó un momento en el que no podía coger un ladrillo, ni un papel, sin haber ingerido antes alguna bebida. Trabajaba y sabía la cantidad que necesitaba de alcohol en la sangre para mantener un estado de ánimo adecuado.
Después de la jornada laboral empezaba y continuaba otra vida en el bar, en el pub o en el casino.
Juan Antonio se puso novio con Isabel, toda ella dorada y gris azulada, una ricura. Los padres de Isabel la advirtieron del problema, pero ella insistía en que no era cierto, que su novio no era alcohólico. Isabel siempre ha estado enamorada de Juan Antonio. Se casaron. Ella nunca ceno en su casa, comía en la casa de sus padres. Su esposo pasaba las veladas fuera de la casa alternando… sus encuentros eran fugaces y romanticones. Cuando su padre y su madre le reprochaban la conducta de su esposo, recordándole también el gasto de dinero que traía consigo, ella seguía defendiéndole. De noche, al llegar a su casa le decía.
-Juan Antonio, amor bello, ¿tú crees que eres alcohólico?
-No, bomboncito de licor, si solo me he tomado una copilla, si lo más que he hecho ha sido hablar y también tomar refrescos.
– ¿Entonces dónde se va el dinero, tampoco dinero ganas en el negocio? – continuaba el querubín preguntándole de forma afectuosa.
-Es que tú no entiendes, corazoncito, pero los negocios tienen muchos gastos.
Persistía mintiendo, pero los sentimientos, que no te dejan ver, hacía que Isabel, su hermosa mujercita de oro y con aroma a grosella, siguiera ausente de la realidad.
Tuvieron un hijo y una hija: Antoñito y Catalina. Ñito, como lo llamaba la familia, es larguirucho, tiene las piernas torcidas y anda con botas ortopédicas. Se cansa mucho al andar y se tiene que sentar con frecuencia. Su padre lo acostumbró desde pequeño a acompañarlo a los bares y ahora lo puedes encontrar a cualquier hora sentado en un banco con una botella, tomando no se sabe qué. Pese a todo siempre lo hallas con buen humor y es muy sociable… no sabemos su futura evolución, aunque se puede prever. Catalina es la niña más simpática y más mimosa del mundo, está continuamente riendo y cuando se acerca a ti te habla continuamente. A través de su piel transparente se ve el recorrido azulado de sus venas. Le gusta mucho leer y estudiar.
Isabel se siente agotada, las borracheras de Juan Antonio van en aumento, llega a la casa con el cuerpo acartonado y perdiendo el equilibrio:
– ¡Cómo puedes venir así, no pareces una persona no quiero verte, vete de aquí! – le dice la rubita, ajada y desesperada cuando lo ve aparecer de esa guisa una y otra vez.
– Amor mío, tú tienes que cuidarme, ya lo dijo el cura cuando nos casamos, que teníamos que estar en lo bueno y en lo malo; así que tú obligación es cuidarme cuando venga como venga, nenita querida- le repite Juan Antonio que se ha dejado caer en el sofá. (Continuará)
Se puede disfrutar de la lectura mientras gozamos de un delicioso té rooibos con especias: canela, cardamomo, jengibre… al no tener excitantes podemos tomarlo en cualquier momento. Lo puedes encontrar, de la marca Hornimans, en el Corte Inglés.
Desnuda soy, desnuda digo: soñadora
Mª Loreto Sutil Jiménez