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McLuhan y la nueva “Aldea Global”
(El hecho de la religiosidad tecnológica)
Autor: Francisco José García Carbonell
En los años 60, McLuhan, el famoso teórico de los medios de comunicación, nos daba una visión extraordinaria para la época. A través de sus obras, muy en especial en La Galaxia Gutenberg, previó nuestra presente sociedad de la información, su futura «aldea global». Mucho antes que internet, ya reflexionaba y profetizaba sobre nuevas formas de relacionarnos a través de una globalización de los medios. En los años 60, McLuhan diagnosticaba, con su particular enfoque multidimensional, un futuro con una red de dependencias mutuas, una especie de red global en la cual dilucidaba, por ejemplo, su propia teoría del caos: «Un acontecimiento pequeño en determinada parte del mundo podía tener efectos a una escala global».
McLuhan fue el profeta de las transformaciones culturales y comunicativas de los años 60 al predecir los avances y las modificaciones de las infraestructuras en occidente. Él hablaba de «la evolución de unos medios que no son sino fuentes a través de las cuales recibimos información». Pero, y aquí lo que nos interesa, la concepción de McLuhan era que cualquier tecnología, los medios, es una extensión de nuestro cuerpo, mente o ser. Los medios tecnológicos son entendidos como herramientas que extienden las habilidades humanas, del mismo modo que una bicicleta o un automóvil son una extensión de nuestro sistema nervioso central.
Cuando McLuhan se refería a una «aldea global», no hablaba en términos de igualdad, no nos equivoquemos, él ya advertía de los peligros de la uniformidad a través de los medios. Internet, aunque no puede considerarse en sí dentro de lo que McLuhan entendía como una aldea global, se podría decir que a través de la censura del poder opera de la misma manera. Internet, por eso, es ya la primera herramienta global para dar el primer paso para la exclusión pragmática, en el sentido vulgar de la palabra, dentro de un sistema en crisis, seleccionando la palabra prohibida (al Otro). Pero lo que a nosotros nos interesa de esto, son las relaciones virtuales o la no presencia del cuerpo físico en nuestros modos de interactuar. Es importante que nos quedemos en que, para McLuhan, el medio es el mensaje. Este abraza al ser humano, haciendo que sus hábitos cambien al abrir nuevos espacios de encuentro. El medio, siguiendo con la concepción del filósofo, abarca otros medios, y estos otros medios, a la par, forman una cadena. Nos encontramos una nueva forma de espiritualización a través de la delegación de nuestra corporeidad a los medios tecnológicos y, sobrepasando a Foucault, de nuestra propia mente, en los tiempos actuales, al propio sistema de redes.
Lo que me impide pensar, esa reducción de la que hablaba Kant, me hace creer en lo trascendental de mi pensamiento; lo queme impide participar en la propia producción, aquello ineficaz y que me producía dolor como menciona Dussel, me hace creer que participo en la creación de un mundo mejor; aquello mismo que transfiere en mi discurso para que yo me explote a mímismo me libera de toda culpa anunciándome la paz. El hombre sin culpa no busca la expiación de los pecados,no entiende de la gracia liberadora en un mundo inhumano, no se rebela. El mundo que tocamos, en el cual vivimos, se vuelve intangible y conectado en una suerte de unión al programa tecnológico de lo divino.
McLuhan y la nueva “Aldea Global”
(El hecho de la religiosidad tecnológica)