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Mario Meléndez (Linares, Chile, 1971). Estudió Periodismo y Comunicación Social. Entre sus libros figuran: Apuntes para una leyenda, Vuelo subterráneo, El circo de papel, La muerte tiene los días contados, Esperando a Perec y El mago de la soledad. Parte de su obra se encuentra traducida a diversos idiomas. Durante varios años vivió en Ciudad de México, donde dirigió la serie Poetas Latinoamericanos en Laberinto ediciones y realizó antologías sobre la poesía chilena y latinoamericana. A comienzos del 2012 fija su residencia en Italia. En 2013 recibe la medalla del Presidente de la República Italiana, concedida por la Fundación Internacional don Luigi di Liegro. Durante el periodo 2014-2016 dirige dos colecciones de poesía latinoamericana para Raffaelli editore, de Rímini. Una selección de su obra apareció en la prestigiosa revista Poesia de Nicola Crocetti. Al inicio de 2015 es incluido en la antología El canon abierto. Última poesía en español (Visor, España). En 2017 algunos de sus poemas aparecen traducidos al inglés en la mítica revista Poetry Magazine de Chicago. En 2018 regresa a Chile para asumir como editor general de la Fundación Vicente Huidobro.
De La muerte tiene los días contados
La muerte pidió que la cremaran
y esparcieran sus cenizas
sobre todos los vivos
Tres kilos pesó la muerte

Cuando nació la muerte
nadie quiso tomarla en brazos
era tan fea como las gordas de Botero
No durará mucho
dijo la madre al salir del parto
tan resignada y ausente
como una piedra en medio del temporal
Pero la muerte traía en los ojos
una luz endiablada
un dulce escalofrío de eternidad
Se equivocaron los médicos
y la matrona
y aquél que pasó la noche
llamando a la funeraria
Ahora es un bebé robusto
comentan las enfermeras
y a veces hasta Dios le cambia de pañales
Criaturas
Tus muñecas tienen las manos heladas
parece que juegan con la muerte a la escondida
y no se cansan jamás
Quién peina a tus muñecas cuando te duermes
Tus muñecas se peinan solas
y cuentan hasta diez con los ojos cerrados
mientras la muerte envejece bajo tu cama
La muerte robó los zapatos de Dios
La muerte robó los zapatos de Dios
Le quedaban grandes y los usaba de todas formas
los lustraba ceremoniosamente antes de salir
y había dejado escrito en su diario de vida
Quiero morir con los zapatos puestos
Ni siquiera se los quitaba cuando dormía
Cuando se daba un baño de tina
esos zapatos burbujeaban como si hablaran
como si Dios enviara recados del otro mundo
entonces la muerte los acercaba a su oído
y las cosas que escuchaba la hacían llorar
La muerte perdió la razón
Dios se fue con otra
Dejó a la muerte llorando por los rincones
Guardó unas cuantas cosas:
su diario de vida, el retrato de Cristo
unas sábanas que eran de su madre
y salió con su maleta como si nada
La muerte entró en estado de shock
peinaba a sus muñecas durante horas
vagaba desnuda por los cementerios
sin conocer a nadie, perdida entre esas tumbas
que no dejaban de mirarla
entre esas fosas que añoraban abrazarla
como cuando era niña
y jugaba a la escondida con las arañas
o se enojaba con los gusanos
porque nunca la encontraban
Qué noches aquellas
Y ahora, tan sola
tan ausente en su propia oscuridad
incapaz de recordar detalles, rostros
sólo los labios de Dios cantándole al oído:
Te amaré aunque tenga final*
*Tema de Silvio Rodríguez.
La muerte quiso ser (o no ser)
para William, lógicamente
Agarró su propia cabeza
y comenzó a decir una serie de incoherencias
todas ellas referidas al más allá
sobre el alza en el precio de los ataúdes
que los gusanos se llevan la mejor parte
que Hamlet es un bueno para nada y esas cosas
Si Shakespeare estuviera en la platea
le diría sus cuantas verdades
pero eso a la muerte no le va ni le viene
Escribir, dirigir, actuar, son cosas que soñó desde niña
cuando su padre la llevaba al teatro de Sófocles
e imaginaba tener los pechos de Electra
o los labios de Casandra
Ahora prepara un gran monólogo
no apto para cardiacos ni enfermos terminales
Se llamará: La muerte no tiene rating
Para ello se levanta de amanecida a ensayar cada línea
es muy profesional en eso y detallista a rabiar
Se instala durante horas frente al espejo
pasando su cabeza de mano en mano
haciendo la eterna pregunta del ser o no ser
convencida que Dios la espía del otro lado
El último aquelarre*
De todas las brujas que vinieron a casa
el día de muertos
eras la única que no traía escoba
Tal vez esa manía de imitar a jovencitas
que lucen extraños tatuajes
o aquellas que salen en burdos comerciales
hace que pierdas el norte de tu vuelo
y encuentres horizontes más aptos
para evadir la realidad
Cuál pócima será la indicada
para que entres en razón
cuántos pelos de gato serán suficientes
cuántos huevos de araña bastarán
para sacarte de aquel sueño en el que habitas
con los muslos apretados
Será mejor que por tu bien recapacites
y vuelvas con los tuyos
hazlo por esa escoba que gime en las noches
mientras barre el polvo de la soledad
*Reunión de brujas en torno a la figura del Diablo, representado por un macho cabrío.
Image by Susanne Jutzeler, suju-foto from Pixabay