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Manosean brutalmente la rosa
Nada les vale tal como está. Los pijos diseñadores caprichosos tienen que remodelarlo todo y manosearlo todo. Ponerlo como lo ven en su mente. Nada vivo les interesa, solo buscan lo mecánico. Nada con vida les interesa, solo imponen lo diseñado. La naturaleza entera debe volverse de cartón y de plástico para complacerlos a ellos. Buscan hacerlo todo más productivo, más masivo, más cuantitativo, aunque en esa cantidad se pierdan un montón de cantidades. Sus robots son mejores que los seres vivos. Sus locales triangulares superan a los locales llenos de vida y cálidos.
Diseñan incluso las miradas, las montañas, los sentimientos. Sus fabricaciones son transgénicas, transcóñicas, transmodulares, transpendulares. Su cabeza es siempre la jefa, todo cuanto a ellos se le ocurra es mejor. Sus abedules de diseño superan a los abedules de los montes, sus sonrisas de diseño con destello metálico superan a las sonrisas de mi tía, sus máquinas expendedoras de coca cola superan a los camareros vivos cuando nos sirven el vino. Todo cuanto pasa por sus manos es mejor.
Deben magrearlo todo, manosearlo todo, y entonces se pone mejor. Los tecnólogos saben superar todo cuanto sale del planeta, y sus pastillas sintéticas son mejores que las setas pilladas en el bosque. Como dijo un cretino adolescente una vez delante de mí: Qué flor más bonita, parece artificial. Y una cajera imbécil: las máquinas nunca se equivocan. O ese redactor de una revista académica cuando dejaba que sus máquinas decidieran el valor de los artículos a publicar. Sí, sí, sí, todo hay que manosearlo, diseñarlo, controlarlo, reducirlo.
Juan Ramon dijo: No la toques ya más, así es la rosa. Pero nosotros jodemos y retorcemos a conciencia la rosa.
Antonio Costa Gómez Foto: Consuelo de Arco
Manosean brutalmente la rosa
No sé el precio que le calcularía una máquina, pero el artículo es muy bueno (“como no podría ser de otra forma” que diría Rajoy).
Un abrazo