Luis Miguel León

Luis Miguel León

Carlos J. Rascón

Foto LUIS MIGUEL LEONLUIS MIGUEL LEÓN BLANCO, nace en Sevilla en 1968. Diplomado en Ciencias Empresariales por la Universidad de Sevilla. Es responsable de la sección literaria de la Asociación Apoloybaco (www.apoloybaco.com), asociación sin ánimo de lucro dedicada al fomento de las aficiones al Jazz, los Vinos, la Literatura y la Gastronomía.
Es autor del poemario “Piedra, papel y agua” (Ediciones Guadalturia, 2012) y poemas suyos forman parte de diversas antologías poéticas, como “Poetas en bicicleta”, “Poéticos maullidos”, “Versos para derribar muros”, o el Homenaje a Platero y yo “Cien años de trotes soñadores”, así como de revistas literarias como “El siglo que viene”, o Ánfora Nova (Revista Internacional) en la antología internacional “Universo del Vino”. Es prologuista de diversas obras poéticas.

 

El último instante


No digo que no rompas

el orden del ocaso,

que no arranques la luna

de su sitio

y la enfrentes al sol

hasta que se rinda.

No digo que no enciendas

la noche

y vigiles su silencio.


Lo único que pido

es que dejes para mí

el último instante.


(Del poemario “Piedra, papel y agua”)

 


Águilas de piedra

 

Águilas de piedra

con libros en sus
garras leen mis versos:

no estoy solo.

 

Y al escribir mi nombre,

tímidamente caen

trozos de tiza

sobre mis pies,

cristales de cal,

lágrimas de trazo oscuro.

 

No estoy solo,

porque el pulso

rompe la piel a diario

y remueve

las líquidas vértebras

de mis manos,

que pasan las horas

sin ningún final,

en la bucólica noche

de los ciegos.


No estoy solo,

me digo,

en este urbano desierto que soy,

aunque no haya agua, ni oasis,

ni voces que te avisen

del abismo.

 

Águilas de piedra

me acompañan,

con libros en las garras

y en sus picos

gotas de agua olvidada

de otros versos

que aún no ha llegado.


(Del poemario “Piedra, papel y agua”)

 


Noches sin fondo


Amable piel cubierta de tinajas,

desde la sombra esperas

que hunda mi copa y beba.


Estoy sediento,

y tu boca me da

– ánfora de barro y carne de la tierra –

el ansiado licor que dibuja

secretos umbrales del paraíso.


Bebo,

recorre mi garganta tu calor hasta saciarla

y una cascada de risa

inunda el lugar donde escondo

toda la ira y la nostalgia

que, día a día, me agota.



¡Oh, vino amado!, brindo por ti,

y contigo saboreo

mi leyenda y mi derrota:

aislado fruto de mis adentros

que nadie sabe, ni lo atisba,

como savia que alimenta

los versos aliados a las noches sin fondo.

 


Quien quiera


Quien quiera, que tome mis viejos zapatos

y rompa a cruzar mi mismo camino,

y salte o despiece los cantos de barro

que esperan volver a marcar mi destino;

y beba el vino que jamás me ha saciado

e inhale el aroma que ya no respiro,

y encuentre las sombras que un día dejaron

destellos de luz en mis ojos cansinos.


Y llegue a mi tumba, y encuentre enterrado

mi cuerpo cubierto de hiedra y racimos,

y arranque aquel nombre que fue mi pasado,

y apague la luz, y me deje tranquilo.

 

 

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