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LUIS MIGUEL LEÓN BLANCO, nace en Sevilla en 1968. Diplomado en Ciencias Empresariales por la Universidad de Sevilla. Es responsable de la sección literaria de la Asociación Apoloybaco (www.apoloybaco.com), asociación sin ánimo de lucro dedicada al fomento de las aficiones al Jazz, los Vinos, la Literatura y la Gastronomía.
Es autor del poemario “Piedra, papel y agua” (Ediciones Guadalturia, 2012) y poemas suyos forman parte de diversas antologías poéticas, como “Poetas en bicicleta”, “Poéticos maullidos”, “Versos para derribar muros”, o el Homenaje a Platero y yo “Cien años de trotes soñadores”, así como de revistas literarias como “El siglo que viene”, o Ánfora Nova (Revista Internacional) en la antología internacional “Universo del Vino”. Es prologuista de diversas obras poéticas.
El último instante
el orden del ocaso, que no arranques la luna de su sitio y la enfrentes al sol hasta que se rinda. No digo que no enciendas la noche y vigiles su silencio.
es que dejes para mí el último instante.
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Águilas de piedra con libros en sus no estoy solo.
Y al escribir mi nombre, tímidamente caen trozos de tiza sobre mis pies, cristales de cal, lágrimas de trazo oscuro.
No estoy solo, porque el pulso rompe la piel a diario y remueve las líquidas vértebras de mis manos, que pasan las horas sin ningún final, en la bucólica noche de los ciegos.
me digo, en este urbano desierto que soy, aunque no haya agua, ni oasis, ni voces que te avisen del abismo.
Águilas de piedra me acompañan, con libros en las garras y en sus picos gotas de agua olvidada de otros versos que aún no ha llegado.
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desde la sombra esperas que hunda mi copa y beba.
y tu boca me da – ánfora de barro y carne de la tierra – el ansiado licor que dibuja secretos umbrales del paraíso.
recorre mi garganta tu calor hasta saciarla y una cascada de risa inunda el lugar donde escondo toda la ira y la nostalgia que, día a día, me agota.
y contigo saboreo mi leyenda y mi derrota: aislado fruto de mis adentros que nadie sabe, ni lo atisba, como savia que alimenta los versos aliados a las noches sin fondo.
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y rompa a cruzar mi mismo camino, y salte o despiece los cantos de barro que esperan volver a marcar mi destino; y beba el vino que jamás me ha saciado e inhale el aroma que ya no respiro, y encuentre las sombras que un día dejaron destellos de luz en mis ojos cansinos.
mi cuerpo cubierto de hiedra y racimos, y arranque aquel nombre que fue mi pasado, y apague la luz, y me deje tranquilo.
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