Los Hombres Libres de Jones: Newton Knight, el Confederado Abolicionista que Fundó el Primer Estado Comunista de Estados Unidos

Los Hombres Libres de Jones: Newton Knight, el Confederado Abolicionista que Fundó el Primer Estado Comunista de Estados Unidos

Salome Guadalupe Ingelmo
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Los Hombres Libres de Jones:

Newton Knight, el Confederado Abolicionista que Fundó el Primer Estado Comunista de Estados Unidos

Por Salomé Guadalupe Ingelmo

Newton Knight, granjero alistado en el ejército confederado, tras ver morir a su joven sobrino ‒personaje de ficción que no parece haber existido en la vida del Newton Knight histórico‒ en la sangrienta Batalla de Corinth en 1862, apenas llegado al frente, sin recibir siquiera ayuda médica, decide devolver el cuerpo del muchacho a su hermana y desertar definitivamente. Perseguido por defender a los pobres campesinos del saqueo perpetrado por las tropas sudistas y ayudado por algunos esclavos negros fugados, funda en los pantanos una comunidad de hombres que se declaran libres. A ellos se irán sumando nuevos desertores y fugitivos.

 Si bien el guión se concede alguna licencia histórica, no cabe ninguna duda sobre las motivaciones que impulsaron a su protagonista. En la vida real a Newton le fue concedido un permiso para que volviese a casa junto a su padre moribundo y, aunque luego se alistó de nuevo para cuidar de los heridos, una vez se enteró de que la caballería confederada se había llevado los caballos de la familia, efectivamente decidió desertar y regresar al hogar.

Inspirada en hechos reales, Los hombres libres de Jones llega en un momento tempestivo donde los haya. Cierto es que el conflicto racial nunca se ha resuelto del todo en los Estados Unidos; pero ahora, en pleno siglo XXI, esa incómoda realidad parece más manifiesta que nunca. Paradojas de la vida, bajo el segundo mandato de Obama, finalmente un presidente de color, resulta ya muy difícil acallar las justas reclamaciones de la población negra. Son demasiados los incidentes, insuficientemente esclarecidos, en los que el abuso de poder sobre los ciudadanos de color por parte de las fuerzas del orden público acaba ocasionando un triste balance de heridos o muertos. Demasiado concluyentes, también, algunas pruebas difícilmente refutables, como los videos grabados en los lugares de las tragedias.

Los hombres libres de Jones evidencia que la postura respecto a la esclavitud de los estados del sur, tan presuntamente observantes en lo religioso, entraba en franca colisión con el más elemental cristianismo. Por eso para su protagonista, que no se considera necesariamente unionista, apoyar el abolicionismo y convivir en igualdad con los esclavos de color fugados de las plantaciones responde, sencillamente, a una cuestión de principios.

Curiosamente el Newton Knight histórico era nieto de uno de los mayores esclavistas del condado de Jones, si bien su padre no tuvo esclavos. El hijo de Newton Knight explicaba que su padre se opuso a la esclavitud en virtud de una moral alimentada por sus creencias religiosas, pues pertenecía a la Iglesia Baptista Primitiva. De hecho, tras haber permanecido casado con una mujer de color ‒a pesar de la ley que lo prohibía en la región‒, matrimonio que nunca escondió y fue del dominio público, quiso ser enterrado en un cementerio destinado únicamente a personas negras para descansar al lado de su esposa.

Como la película pone de manifiesto, la Guerra de Secesión se debió más a un conflicto de intereses que de principios. Se trató de una guerra económica, y tras ella advertimos la lucha de clases. Esa contienda hubo de ser librada por las clases sureñas más desfavorecidas, los pequeños granjeros que eran enviados al campo de batalla para morir por el patrimonio de los grandes latifundistas, aquellos que habrían visto peligrar su riqueza si la mano de obra esclava hubiese sido liberada. Mientras, los hijos de los grandes propietarios quedaban exentos del reclutamiento. Mientras, las granjas, sacadas adelante con mucho esfuerzo por las mujeres de quienes estaban en el frente, eran saqueadas por los recaudadores de impuestos del ejército, que requisaban sin contemplaciones para sostener su campaña. Mientras, los hombres que decidían desertar de una guerra que no era la suya morían ajusticiados.

Todas las guerras se revelan brutales, pero la de Secesión, con un armamento aún primitivo, un entrenamiento muy básico cuando no inexistente y una medicina de guerra todavía demasiado elemental, lo pareciera muy especialmente. La cirugía de campaña se llevaba a cabo en condiciones muy precarias y con instrumental insuficiente o inadecuado. Amputaciones apresuradas al aire libre, en total ausencia de asepsia y a menudo también de anestesia, hospitales de campaña más parecidos a mataderos, un cuerpo militar de sanidad poco especializado y absolutamente desbordado… Esa es una de las principales virtudes de la película, el haber sabido retratar la sordidez de la contienda.

 los hombre libres de jones

En este sentido mucho debe a la fabulosa herencia de Ambrose Bierce, a quien Los hombres libres de Jones dedica algunos guiños al comienzo. No por casualidad en las primeras escenas, en la que un par de cerdos se están comiendo los intestinos de un soldado caído en la lucha, reconocemos la influencia del relato Coup de grâce, un durísimo texto sobre la compasión y la eutanasia en los campos de batalla. También, de alguna forma, sobre la responsabilidad y sobre la terrible carga que ésta a veces coloca sobre nuestras espaldas. En ese relato, el capitán Madwell, tras mucho titubear, decide acceder a lo que la mirada suplicante de su amigo, el sargento Halcrow, moribundo y cuyos intestinos se han comido parcialmente los cerdos, le pide. Sólo que cuando se dispone a disparar sobre el infeliz para ahorrarle más sufrimiento, descubre con horror que ha gastado su última bala con un caballo malherido al que, por piedad, acaba de liberar de su tormento. Y entonces, el capitán Madwell, por humanidad y lealtad hacia su compañero de armas, se ve obligado a rematarle con su propio sable.

Jóvenes gemelos, separados por la guerra y crecidos en bandos opuestos de las dos Américas, que se matan entre ellos involuntariamente (El sinsonte); hijos que, en cumplimiento de lo que sus superiores repiten insistentemente que es el “deber”, acaban con la vida de sus propios padres (El jinete en el cielo); soldados que, ajusticiados en la añoranza de sus modestas granjas y sus familias, aun muertos, son incapaces de asimilar que cuelgan de una soga y ya jamás regresarán a la vida (El incidente del Puente del Búho)… Todos los relatos de Cuentos de soldados y civiles constituyen impresionantes alegatos contra la guerra. Bierce, que se alistó con sólo diecinueve años, deslumbrado por las historias sobre la gloria y el honor en la batalla contadas por su tío, el general Lucius Verus Bierce, descubrió en todos los campos por los que pasó, los más sangrientos de la guerra, en los que él mismo recibió un disparo en la cabeza del que nunca se recuperó del todo, una verdad muy distinta. Nunca volvió a ser el mismo. El muchacho que se alistó en 1861 en el ejército de la Unión nada tenía que ver con el veterano que se licenció en enero de 1865. En cuatro años murió en él cualquier rastro de idealismo. Convertido en un cínico y un escéptico, jamás recuperó la confianza en el ser humano. La guerra le convirtió en un autor ácido y desencantado; pero también increíblemente perspicaz, enorme conocedor del género humano.

Como Bierce supo poner de manifiesto, nada de honorable o glorioso hay en la guerra. De hecho el Newton Knight histórico aseguraba haber sido capturado y torturado por el ejército confederado, que también destruyó todas sus propiedades y mató a sus animales, a principios de 1863, al negarse a regresar a filas.

 A toda la bestialidad inherente a una guerra civil hemos de sumar, además, el peso de los privilegios en el campo de batalla. Como constata el protagonista de Los hombres libres de Jones, que desempeña funciones de camillero, los cirujanos de campaña acatan las órdenes de encargarse en primer lugar de los oficiales, dejando a su suerte a los soldados rasos, muchas veces adolescentes como su propio sobrino.

Por eso el Newton Knight cinematográfico funda, casi noventa años antes de la “caza de brujas” promovida por el Macarthismo, el primer estado comunista de los Estados Unidos de América. Un fascinante experimento único y, por supuesto, fallido. En la carta magna que estos insumisos, declarados el Estado Libre de Jones, deciden darse se recogen únicamente cuatro principios: 1. Ningún hombre será pobre para que otro sea rico; 2. Ningún hombre puede decirle a otro qué causa debe defender, o por cuál debe morir; 3. Lo que uno cultiva en la tierra debe cosecharlo uno mismo, y no hay nadie que pueda arrebatárselo; 4. Todos somos personas.

Todos. Incluso los descendientes de los negros que fueron raptados en África subsahariana y vendidos como esclavos en América ya desde el siglo XV, a menudo por tratantes españoles y sobre todo portugueses que beneficiaron a sus respectivas Coronas, aunque holandeses e ingleses tampoco se mantuvieron al margen del floreciente negocio. De este tráfico de esclavos se ocupa Amistad, dirigida por Spielberg y de cuyo reparto, por cierto, también formó parte McConaughey.

En 1865 había terminado la guerra, pero esto no acabó con la desigualdad de clases en el sur y por lo tanto no resolvió la injusticia que había empujado a Newton Knight a la insumisión. Aunque los ejércitos sureños habían sido aniquilados y el norte había ganado la contienda, se permitió que los antiguos confederados regresasen a sus plantaciones y, sobre todo y especialmente peligroso, a sus cargos públicos y a la legislatura. Así, los mismos privilegiados de antaño promulgaron leyes que se ocuparon de colocar a los negros en una nueva forma de esclavitud encubierta.

El Newton Knight histórico en efecto rescató niños que aún vivían en régimen de esclavitud. Además, desde el cargo de alguacil que aceptó en 1872, se dedicó a registrar a la población de color para que pudiese ejercer su derecho al voto. Aplicar la ley aún seguía siendo complicadísimo, y la violencia contra los negros crecía alarmantemente. Los supremacistas blancos se negaban a aceptar su derrota y pretendían imponer sus reglas por la fuerza. Los segregacionistas, para vergüenza del país, se saldrían con la suya durante muchas décadas aún.

Inevitablemente, la comunidad que vemos crecer en la pantalla al amparo de los pantanos de Jones, bajo la protección del Newton Knight cinematográfico, nos recuerda a la que, buscando la libertad y la justicia, huyendo de la opresión de los privilegiados y de su presión fiscal, pusiese en pie Robin Hood en los bosques de Sherwood.

Tampoco el experimento de Newton Knight cuajó. Cómo habría podido hacerlo aislado como estaba. El ejército de la Unión, a pesar del objetivo abolicionista que claramente compartían, no apoyó su levantamiento mediante el envío de tropas ni armas. Sin embargo Newton decidió no rendirse, y no quiso emigrar a los estados del norte.

Veintiséis  años después de la muerte de Newton Knight, acaecida en 1922 a los 85 años de edad, en un salto cronológico que para el espectador resulta desconcertante, un descendiente suyo poco dispuesto a someterse a las normas injustas que pretenden imponerle, uno de los descendientes del hijo que Newton tuvo con una antigua esclava de color, criado como propio por su primera esposa blanca para evitar la discriminación y la violencia racial ‒En realidad Newton tuvo cuatro hijos con su primera esposa blanca y cinco con Rachel, su esposa de color, por cuya seguridad veló legándole una gran extensión de tierras‒, sería condenado a cinco años de cárcel por haber violado las leyes raciales del estado al casarse con una blanca ‒un matrimonio considerado nulo y punible‒, negándose además a aceptar su culpa y a corregir su falta a cambio de la retirada de los cargos. Ese octavo de sangre negra, del que incluso el joven es inconsciente en la ficción, marca una frontera insoslayable –aunque insidiosa y escurridiza, sospecho que el guionista quiere dar a entender al presentarnos un personaje en el que nadie podría reconocer rasgos de color‒. Llama la atención este final abrupto, quizá voluntariamente truncado para demostrar que en realidad el conflicto sigue vigente.

En efecto, en la vida real, Davis Knight, cuyo aspecto era el de alguien totalmente blanco, fue llevado a juicio en 1948 por haberse casado dos años antes con una blanca.

Los hombres libres de Jones destaca por su ambientación, extremadamente cuidada y meticulosa. Los exteriores resultan sobrecogedores, especialmente las escenas rodadas en los fascinantes pantanos del Misisipi, con sus elegantes cipreses calvos (Taxodium distichum). Una fotografía realmente bella realza aún más esos paisajes bucólicos que tanto contrastan con la estupidez y salvajismo del hombre.

Al margen de su extraordinario parecido físico con Newton Knight, el trabajo de McConaughey da consistencia, como el del resto de los intérpretes en realidad ‒especialmente el de Mahershala Ali‒, a una película que algunas críticas, quizá sin valorar demasiado la herencia recibida del inigualable Bierce y vertida en un mensaje pacifista nada fariseo ‒el Newton Knight cinematográfico no duda en usar la violencia cuando la defensa de los derechos de los débiles lo exige. O incluso cuando la venganza de las injusticias cometidas la justifica‒, han tachado de académica pero fría.

Una banda sonora que podemos calificar como discreta y en general melancólica, totalmente instrumental a excepción de I’m crying, interpretada por Lucinda Williams, pasa casi desapercibida, quizá en parte como consecuencia de las espectaculares imágenes. Sin embargo su principal acierto, a mi juicio, consiste en dejar espacio también para los sonidos tradicionales americanos que tanto deben a la música celta, llegada de la vieja Europa a través de Irlanda y Escocia, y uno de cuyos más atractivos ejemplos podría ser Perfect Charity.

Los hombres libres de Jones ofrece el retrato de una época cuyas podridas raíces se extienden hasta el presente, revelándose responsables de algunos de los problemas que aún arrastra Norteamérica. Porque puede que el Ku Klux Klan haya muerto, pero lamentablemente el racismo, dentro y fuera de los Estados Unidos ‒en Europa también tenemos la vergonzosa prueba‒, no lo ha hecho.

Nota

Sobre los datos biográficos relativos a la vida de Newton Knight es posible consultar The Free State of Jones: Mississippi’s Longest Civil War, obra de Victoria E. Bynum

Ilustraciones

De izquierda a derecha, fotografía de Newton Knight y Ambrose Bierce.

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 Los Hombres Libres de Jones

FICHA TÉCNICA

Título original: Free State of Jones
Año: 2016
Duración: 139 min.
País: Estados Unidos
Director: Gary Ross
Guión: Gary Ross (Historia: Leonard Hartman)
Música: Nicholas Britell
Fotografía: Benoît Delhomme
Reparto: Matthew McConaughey, Gugu Mbatha-Raw, Keri Russell, Mahershala Ali, Brad Carter, Sean Bridgers, Jacob Lofland, Christopher Berry, Joe Chrest, Kurt Krause, Brian Lee Franklin, Martin Bats Bradford, Carlton Caudle, Kirk Bovill, Lawrence Turner, Donald Watkins
Productora: Larger Than Life Productions / Route One Films / Vendian Entertainment
Género: Acción / Bélico / Drama / Biográfico / Guerra de Secesión / Siglo XIX

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